“Cuento de hadas en Nueva York” Nada es lo que parece. Por Tomás Vio Alliende

por La Nueva Mirada

Publicada originalmente en 1961, esta novela de J. P. Donleavy (1926 – 2017) está lejos de reflejar una historia de magnates y princesas en la Gran Manzana. Se trata del desgarrador y, a la vez, hilarante relato sobre Cornelius Christian, un hombre marcado por la tragedia.

Con altas dosis de humor, sátira y tragicomedia el escritor norteamericano, nacionalizado irlandés, J. P. Donleavy, (1926 – 2017) narra la particular y arriesgada historia de Cornelius Christian, un norteamericano que regresa a Nueva York después de estar un tiempo en Europa. Cuando baja del barco que lo trae a Estados Unidos, solo carga su equipaje y el cadáver de su esposa. Es entonces cuando comienzan los problemas porque no tiene dinero para costear el entierro y debe obligatoriamente aceptar un trabajo en la funeraria que se ha hecho cargo de los trámites mortuorios de su mujer. Con un particular estilo narrado en primera y tercera persona, con mucho punto seguido, Donleavy aniquila en cada uno de sus párrafos el sueño americano con la interesante construcción de personajes ridículos y pusilánimes que a ratos recuerdan el demencial ritmo narrativo de “La conjura de los necios” (escrita en 1962 y publicada en 1980), de John Kennedy Toole.

En “Cuento de hadas en Nueva York” nada es lo que parece, todo se distorsiona y la vida del inestable y atlético treinteañero Cornelius se va armando y desmoronando al mismo tiempo que conquista con su apariencia y acento europeo a hombres y mujeres. En la funeraria en la que trabaja conoce a Fanny Sourpouss, una viuda atractiva, ninfómana y millonaria que hará lo imposible por controlar el corazón del desdichado Christian. Pero el protagonista de la novela es indomable, pendenciero, seductor y se obsesiona con el sexo, lo que le traerá más de un problema a lo largo de la historia. Donleavy se ríe y disfruta construyendo sus personajes de manera caricaturesca. Entre ellos destacan Clarance Vine, el relamido dueño de la funeraria que ve en Cornelius a una persona excepcional que le puede servir para su negocio; el doctor Pedro, quien además de médico se convierte en el consejero de vida del personaje principal y el señor How, uno de los absurdos y arribistas jefes de Christian en una compañía de bujías donde logra desempeñarse como creativo y vendedor por un breve tiempo.

En una búsqueda personal e intensa, Donleavy retrata a los habitantes de Nueva York como individuos que forman parte de una ciudad compleja y agobiante. El entrañable personaje principal resulta ser un melancólico ardiente que cada vez que puede golpea y contradice su propia suerte, tratando de hacer lo que puede en su camino por enriquecerse y triunfar en la capital del mundo. El sendero es complicado, pedregoso y esta novela, como tantas otras de los años sesenta, arremete con fuerza contra el estilo de vida norteamericano para criticarlo duramente.

“Un mundo nuevo. La mugre me ensucia la planta de los pies. Cuando entro las cucarachas corren a esconderse tras el lavabo. Todo es verde en ese cuarto de baño. Una andrajosa cortina para la ducha con enredaderas y plantas selváticas. Restos de jabón rosado. Unos pelos rubios en el lavabo. La ciudad entera me acecha desde afuera. Hasta que salga a comprarme tres rosquillas en la repostería que huele tan bien. Y el diario en el quiosco de la esquina. Vuelvo a mi cuarto para leerlo todas las mañanas. Crímenes y asaltos”.

Así refleja Donleavy, en los primeros capítulos del libro, el paraíso de Cornelius, el cuento de hadas de un antihéroe, abandonado cuando chico en la casa desconocida de unos padres postizos, que se mezcla con farsantes y prostitutas para finalmente pelear, volver a caer y levantarse a la espera de que siempre exista un mañana. Un porvenir esplendoroso con historias protagonizadas por magnates y también princesas.

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