¿De qué programa hablamos? Por Fernando Ávila I.

por La Nueva Mirada

Las demandas de una gran mayoría de chilenos, expresadas a lo largo del país, tienen su fundamento en las profundas desigualdades, injusticias y abusos de todo tipo que genera y reproduce el sistema capitalista. Es claro que el movimiento, iniciado el 18 de octubre pasado, presentó un alto grado de espontaneísmo y cierto nivel de despolitización. En estas limitaciones tienen que ver las debilidades de las organizaciones gremiales y una responsabilidad principal de los partidos democráticos que, además, hasta aquí no han hecho un debido balance de sus 24 años al frente del gobierno.

Ahora, el real riesgo para el desarrollo de Chile lo constituye un gobierno de derecha dado los minoritarios intereses que representa y la estrechez de sus concepciones ideológicas sobre el devenir del país. Las demandas de la mayoria sólo pueden ser resueltas por la vía de continuar avanzando en la tarea de democratización de nuestra sociedad. El progreso democrático del país sólo es posible si el gobierno es conducido por quienes representan a esa mayoría nacional.

Las demandas de la mayoria sólo pueden ser resueltas por la vía de continuar avanzando en la tarea de democratización de nuestra sociedad.

Ese desafío mayor requiere convocar ingentes fuerzas para concretar los cambios, en virtud que enfrentamos adversarios de gran envergadura e imponerse a ellos implica alcanzar mayorías sustantivas y consistentes para hacerlos prevalecer y resistir las embestidas refractarias.

Para ello es imprescindible un programa que trascienda un frente partidario, con incorporación real de organizaciones sociales y masas organizadas. Sin perder de vista que estrechar una alianza o un movimiento político por el cambio sólo conduce al descalabro.

Aquel desafío exige a la centroizquierda formular, cuanto antes, un programa sólido y coherente que exprese los problemas más apremiantes de las mayorías y se haga cargo cabalmente de una estrategia de desarrollo del país que considere el crecimiento sostenido, cualitativo y sustentable.

Tras ese horizonte programático parece indispensable incorporar:

1. La estatización de la gran minería del cobre en manos de capitales foráneos.

2. La constitución de una empresa estatal del litio, con carácter monopólico. Los requerimientos financieros del desarrollo lo hacen imprescindible .

3. Restablecer el carácter público de las aguas. Al mismo tiempo, incrementar la construccion de embalses, captadores de aguas lluvia y deshielos, a objeto de atenuar las situaciones de sequía que genera el cambio climático. Es decir, utilizar los recursos naturales del país al servicio de todos los chilenos.

4. Desarrollar una política agresiva de promoción de las micro y pequeñas empresas de carácter productivo, otorgando créditos estatales blandos y en condiciones flexibles de servicio de ellos.

5.- Desplegar una vasta iniciativa respecto de obras públicas a fin de elevar el nivel de la infraestructura en función de las actividades productivo-comerciales y de exportación.

6.- Poner en marcha un plan estratégico de construcción de viviendas que en un plazo prudente permita terminar con el déficit habitacional y con las condiciones infrahumanas en que viven miles de compatriotas.

7. En otro plano, es necesario constituir una red de farmacias públicas, dando cuenta de la colusión y sus abusos permanentes.

8. Organizar un sistema integrado de salud y avanzar hacia un seguro nacional de salud, de carácter público, universal y solidario.

9. Establecer un nuevo sistema mixto de previsión.

10. Elevar los niveles de seguridad ciudadana, focalizando el combate contra el narcotráfico y las bandas delictivas que evidencian un “profesionalismo”, en delitos que alimentan las dinámicas más “perversas”.

11. Impulsar la creación de parques populares en los sectores de menores ingresos hasta alcanzar la media de áreas verdes recomendada por la OMS.

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