¿La Democracia Cristiana tiene un claro domicilio en la centroizquierda, como lo definiera en sucesivos congresos ideológicos de los últimos años? o, por el contrario, ¿su destino es ser un partido de centro; equidistante de la derecha y la izquierda; con vocación de “bisagra” como lo vienen sosteniendo con creciente fuerza diversos sectores en sus filas? ¿O se puede ignorar que, incluso, han propuesto cambiar su identidad por Partido Democrático de Centro?
No son pocos en la Democracia Cristiana (algunos como el ex ministro Alejandro Foxley, “nostálgicos” de la llamada política de los acuerdos, que marcó los primeros años de la transición, cuando la derecha mantenía mayoría parlamentaria con los senadores designados) que postulan que la falange debe recuperar parte de su identidad perdida por su alianza con la izquierda ( en mayor medida con la incorporación del PC a la Nueva Mayoría) y constituirse en una fuerza dialogante y abierta a la búsqueda de acuerdos con el gobierno.
Se trata de un debate que enfrenta a la actual directiva partidaria – apoyada por la mayoría de sus ex timoneles, no pocos ex ministros y parte de su bancada parlamentaria – con un sector muy relevante de su militancia activa, constituido no tan sólo por sus sectores declarados más progresistas (los ex “chascones”, en referencia al ex senador Alberto Jerez), sino también por la gran mayoría de su bancada de senadores, un grupo de diputados y no pocas figuras históricas del partido.
El tema de debate no es tan sólo la manera como la DC ejerce su rol como partido de oposición, donde la situó el electorado. El contrapunto radicaría en optar entre ser una oposición abierta al diálogo y la búsqueda de acuerdos con el gobierno, como la define la actual directiva DC, en contraste con una oposición refractaria a todo diálogo o acuerdos con el Ejecutivo. Obstruccionista e incluso anti patriótica, como ha llegado a definirlo el gobierno, que incluiría al Partido Comunista, el Partido Socialista y, por cierto, al Frente Amplio.
Pero tal disyuntiva se aproxima bastante a una caricatura, tal como lo demostraran los jefes de los partidos de oposición (con excepción del PC que, más que negarse al diálogo, señaló que el parlamento es el lugar adecuado indicado para desarrollarlo), al concurrir a la Moneda, aceptando la invitación del Presidente Piñera a dialogar (encuentros que de aquello tuvieron poco, limitándose el mandatario a escuchar y anotar en su libreta los planteamientos de sus visitas, sin resultados concretos).
Lo que acentúa las interrogantes es que la actual directiva de la DC, apostando al fortalecimiento de un perfil propio, privilegia el diálogo y la búsqueda de acuerdos con el gobierno antes de agotar las posibilidades de construir consensos vinculantes de la oposición en torno a los temas más sensibles de la agenda legislativa (mínimos comunes), optando por negociar de manera unilateral con el Ejecutivo, pasando por encima de algunos acuerdos previos establecidos por el conjunto de la dirigencia opositora
Lo que acentúa las interrogantes es que la actual directiva de la DC, apostando al fortalecimiento de un perfil propio, privilegia el diálogo y la búsqueda de acuerdos con el gobierno antes de agotar las posibilidades de construir consensos vinculantes de la oposición en torno a los temas más sensibles de la agenda legislativa (mínimos comunes), optando por negociar de manera unilateral con el Ejecutivo, pasando por encima de algunos acuerdos previos establecidos por el conjunto de la dirigencia opositora
En ese sendero ha dado pasos en temas más que sensibles-como la propuesta de reintegración tributaria- acentuando tensiones al interior de la falange (como lo demuestra la resistencia de algunos de sus diputados y las propias recomendaciones de sus equipos técnicos), con el riesgo evidente que sus parlamentarios voten divididos el proyecto que el gobierno ha definido como “el corazón de la reforma tributaria”.
En ese sendero ha dado pasos en temas más que sensibles-como la propuesta de reintegración tributaria- acentuando tensiones al interior de la falange (como lo demuestra la resistencia de algunos de sus diputados y las propias recomendaciones de sus equipos técnicos), con el riesgo evidente que sus parlamentarios voten divididos el proyecto que el gobierno ha definido como “el corazón de la reforma tributaria”.
Evidentemente, la forma como la Democracia Cristiana vote el controvertido tema de la reintegración tributaria, marcará fronteras no tan sólo con el resto de la oposición, sino también en su interior. Y el problema no tan sólo se resuelve con las llamadas “compensaciones”, a todas luces insuficientes, como las que ha ofrecido el gobierno, involucrando otra arista esencial. Un tema de justicia tributaria. Que los sectores de mayores ingresos paguen mayores tributos, manteniendo el carácter progresivo que tuvo la reforma tributaria aprobada en la anterior administración.
Una idea fuertemente resistida por relevantes sectores empresariales que, al contrario de lo que piensan algunos multimillonarios norteamericanos (que proponen les suban sus impuestos) siguen argumentando que aminorar la carga impositiva dinamizará el crecimiento y la inversión, incidiendo finalmente en una mayor recaudación fiscal.
En palabras del empresario metalúrgico Hermman Von Mühlenbrock, que criticó a los parlamentarios por no aceptar la idea de legislar (“es como si a mi mañana se me ocurre no trabajar. A veces hay que empujarlos un poco más…”), sosteniendo que es necesario hacer una nueva reforma tributaria para arreglar la mala reforma aprobada durante el gobierno de la Presidenta Bachelet. Argumentos que parecen conseguir eco en la directiva DC.
En palabras del empresario metalúrgico Hermman Von Mühlenbrock, que criticó a los parlamentarios por no aceptar la idea de legislar (“es como si a mi mañana se me ocurre no trabajar. A veces hay que empujarlos un poco más…”), sosteniendo que es necesario hacer una nueva reforma tributaria para arreglar la mala reforma aprobada durante el gobierno de la Presidenta Bachelet. Argumentos que parecen conseguir eco en la directiva DC.
El cónclave de los senadores de oposición
En evidente contrapunto con aquella tendencia marcada por la directiva falangista, un reciente “cónclave” organizado por las bancadas de senadores de oposición-desde la DC hasta el Frente Amplio- repuso instancias de diálogo opositor para procesar diferencias y construir consensos vinculantes en materias tan sensibles como las reformas tributaria, previsional y laboral.
Y aunque en el citado encuentro se expresaran matices y diferencias sobre algunas materias, resultó evidente la voluntad política compartida por los senadores para mantener esta instancia como espacio de diálogo de la oposición. Acentuando la disposición de oponerse a toda iniciativa gubernamental que implique retrocesos en materias sociales, tal como lo expresó el Presidente del Senado, Jaime Quintana, duramente criticado tanto por el gobierno como por la coalición oficialista.
Y aunque en el citado encuentro se expresaran matices y diferencias sobre algunas materias, resultó evidente la voluntad política compartida por los senadores para mantener esta instancia como espacio de diálogo de la oposición. Acentuando la disposición de oponerse a toda iniciativa gubernamental que implique retrocesos en materias sociales, tal como lo expresó el Presidente del Senado, Jaime Quintana, duramente criticado tanto por el gobierno como por la coalición oficialista.
Los senadores de oposición acordaron realizar un próximo encuentro para analizar la situación generada por una reciente resolución del Tribunal Constitucional, ordenando a la ministra Romy Rutherford paralizar la investigación por malversación de $ 4.500.000, que involucra al ex comandante en Jefe del Ejército, Humberto Oviedo. Una resolución que ha impactado no tan sólo al mundo político sino a la opinión pública y que apunta a convertir al Tribunal Constitucional en una cuarta instancia judicial, además de una tercera instancia legislativa, como reiteradamente se ha sostenido y cuestionado.
Los senadores de oposición acordaron realizar un próximo encuentro para analizar la situación generada por una reciente resolución del Tribunal Constitucional, ordenando a la ministra Romy Rutherford paralizar la investigación por malversación de $ 4.500.000, que involucra al ex comandante en Jefe del Ejército, Humberto Oviedo.
Son conocidas las críticas al rol jugado por Tribunal Constitucional, creado luego del retorno a la democracia. Tanto por su composición, eminentemente política y “cuoteada” en base al binominalismo de los primeros años de la transición (luego la derecha alcanzó mayoría en su proceso de renovación de magistrados), como por sus ámbitos de competencia (que en algunos casos se superpone a las funciones propias de ámbito legislativo y también judicial) y fallos más que controvertidos en materias valóricas y otras.
Crece la inquietud para introducir reformas tanto a la composición del Tribunal Constitucional, como a sus ámbitos de competencia y forma de funcionamiento. Un grupo de expertos constitucionalistas elaboró una propuesta en tal sentido que no se ha traducido en iniciativa legislativa por parte del Ejecutivo.
Sin lugar a dudas, la reciente y controvertida decisión del Tribunal Constitucional ya referida, acentúa la inquietud por sus inocultables trabas al ejercicio de la justicia en un caso más que sensible por su vínculo con un evidente episodio de corrupción mayor. Tanto por bloquear la investigación como por apuntar, evidentemente, a excluir del relevante proceso a la ministra Rutheford (cumple su período en la Corte Marcial el próximo mes de marzo), que ha evidenciado gran diligencia y acuciosidad en la investigación de los hechos denunciados.
La nueva reunión programada por los senadores de oposición para analizar este sensible tema refuerza la decisión de buscar mayor unidad de acción y coordinación de la oposición frente a temas sensibles de la coyuntura y marca una evidente tensión con la conducta de la actual directiva de la DC.
La nueva reunión programada por los senadores de oposición para analizar este sensible tema refuerza la decisión de buscar mayor unidad de acción y coordinación de la oposición frente a temas sensibles de la coyuntura y marca una evidente tensión con la conducta de la actual directiva de la DC. Cuánta conciliación será posible entre esas sensibilidades tan distanciadas. ¿Almas opuestas o corazones rotos?