Por Verónica Neumann
La droga es un negocio muy lucrativo. En Chile con 650 mil pesos un narco compra un kilo de cocaína en la frontera con Bolivia. El kilo se puede convertir en, aproximadamente, tres mil papelillos que generan unos $15 millones en ganancias. Los peces gordos no arriesgan casi nada. Generalmente viven fuera de Santiago y no portan armas. Esa droga se la dejan a jóvenes, de entre 14 y 25 años, que viven en las poblaciones, andan armados y con ella a cuestas. Silencian a los vecinos pagándoles las cuentas básicas o entregándoles canastas de comida. De hecho, en estos días de hambre han sido los primeros en auxiliar a sus vecinos, en sectores donde el Estado está completamente ausente.
Esa droga se la dejan a jóvenes, de entre 14 y 25 años, que viven en las poblaciones, andan armados y con ella a cuestas.
Lamento no tener mucho interés en desmenuzar qué fue primero, si el huevo o la gallina en el entramado del “narcomenudeo” como le llama la PDI al microtráfico.
Sabemos que la droga la introdujo la Dictadura en las poblaciones. Lamento no tener mucho interés en desmenuzar qué fue primero, si el huevo o la gallina en el entramado del “narcomenudeo” como le llama la PDI al microtráfico. Para eso están los expertos. Como periodista me identifico más con la fotografía. Paseas, miras, algo te inquieta, o te conmueve, encuadras y aprietas el obturador. Pues bien, esta es mi fotografía:
El fin de semana escuché al intendente Guevara en un despacho en tv donde daba cuenta de su redada junto a la PDI durante la primera noche de cuarentena generalizada. Decía muchas cosas que ya he escuchado por semanas: hablaba de los porfiados que no respetan el toque de queda, de los detenidos por infringir la cuarentena. Lo escuchaba distraída mientras enhebraba una aguja. De pronto paré la oreja, solté la aguja y le puse atención: “Anoche en la Legua dos muchachos, de 13 o 14 años, murieron acribillados víctimas de un ajuste de cuentas del narcotráfico” y luego agregó: “fue una escena cinematográfica”.
“Anoche en la Legua dos muchachos, de 13 o 14 años, murieron acribillados víctimas de un ajuste de cuentas del narcotráfico” y luego agregó: “fue una escena cinematográfica”.
Y claro, las bandas están desesperadas porque no ingresa droga al país, es decir no tienen mercancía para el sustento. Lo poco que hay se lo pelean a muerte. Literal. Supongo que los periodistas en el estudio no pusieron atención porque los dos chicos acribillados no murieron de Covid.
Lo poco que hay se lo pelean a muerte. Literal.
El reciente lunes 18 de mayo, en comunas como El Bosque salió la gente a la calle a protestar, con o sin mascarilla. Pues acá estamos, antes de lo que esperábamos con un virus que antes de matar provoca desesperación: el hambre.
Cuando regresemos a una vida “normal”, es decir, con cesantía, menos dinero, una salud mental frágil, miles de funcionarios de salud exhaustos y autoridades estresadas; cuando se levanten los confinamientos y dejemos de verle todos los días la cara a Mañalich, una parte de la población volverá a copar la Plaza Italia para recordarle al gobierno que el coronavirus fue un paréntesis en la lucha por cambiar el modelo social. Para entonces los amigos y parientes de esos dos chicos acribillados en un ajuste de cuentas en La Legua, se habrán transformado eventualmente en ladrones, asaltantes, cogoteros, saqueadores y por qué no decirlo, criminales, mientras vuelven a ingeniárselas para entrar droga y levantar el negocio.
Me resulta imposible juzgar a los protagonistas del episodio “cinematográfico” que relató el intendente Guevara porque, como muchos de ustedes, yo no he pasado hambre.
Me resulta imposible juzgar a los protagonistas del episodio “cinematográfico” que relató el intendente Guevara porque, como muchos de ustedes, yo no he pasado hambre.
Ellos sí. Los que dispararon y los chicos que murieron. Hambre en un sentido amplio: hambre de ser alguien en una sociedad que no les brinda nada.
hambre de ser alguien en una sociedad que no les brinda nada.
La marginalidad tiene infinitas caras y una de ellas es la desesperación.
Desesperados, todos somos potenciales delincuentes.