Doble Servidumbre. Por Mario Valdivia V.

por La Nueva Mirada

La economía neoclásica sirve a dos señores. Uno, el señor liberal, empeñado en convertir el comportamiento del individuo libre en el fundamento de lo social. El otro, el señor de la ciencia, que, inspirado en Descartes, se empeña en convertirla en una disciplina con certidumbre.   

La economía neoclásica quiere demostrar que una sociedad formada por individuos libres ante la ley es una sociedad eficiente que se articula armónicamente mediante el mercado. Sin embargo, para asegurarlo con certidumbre se ve forzada a entender a los seres humanos como esclavos de dos pasiones básicas, el placer y el dolor; movilizados por la maximización de uno y la minimización del otro. Seres libres y esclavos al mismo tiempo. En tanto que esclavos del cálculo de sus pasiones, su comportamiento es predecible con certeza (Quien calcula es calculable). En tanto que libres, se esperaría que su conducta estuviera en sus propias manos; ¿pero entonces quién podría predecirla?  (Se pueden hacer sistemas lógicos, pero no sistematizar la existencia – dijo alguien de nombre sonoro que no recuerdo).

Atraído por esta brújula con dos Norte, el economista se deja arrastrar por ritos sicóticos. Trata con total seriedad al hedonista calculador que inventa en calidad de ser humano, y total falta de respeto al mismo tiempo. Es solamente un invento ejemplificador, dice: una simplificación inexistente. ¿Quién no sabe que el homo económico es ficción?, pregunta, habitualmente entre paréntesis o en notas de pie de página. A renglón seguido, sigue como si no pasara nada. Toda la certidumbre de su disciplina proviene de esta marioneta simplona inventada cuya conducta es completamente predecible. Con total certeza saca conclusiones, elabora políticas, enseña, explica, justifica… Su arrogancia proviene de esta certidumbre de ficción; no es que se reúnan todos los arrogantes del mundo en las escuelas de economía.

Vale la pena recordar que a Descartes le ocurrió algo similar. Mesmerizado por la posibilidad de la certidumbre, consideró real solamente a lo que posee extensión – cuerpos con dimensiones -, para poder aplicar la certeza de las matemáticas. Inventó la mecánica – que funciona con una certidumbre de maravillas -, pero dejó afuera de lo “real” lo climatológico, lo ecológico, lo biológico, lo psicológico, lo social. Se me ocurre que él sabía que su realidad tenía mucho de ficción, y que la mecánica era una disciplina entre muchas otras. No así sus seguidores. Durante tres siglos nos atragantaron el magín con la convicción de que todo debía ser mecánico: completamente claro, cierto y sujeto a predicciones. Ocurrió y ocurre con la economía neoclásica. Obnubilada por la certidumbre del juego matemático al que obedece el títere homo económico, califica de charlatanería a las demás disciplinas dedicadas a entender la multiplicidad de lo social.  

Obnubilada por la certidumbre del juego matemático al que obedece el títere homo económico, califica de charlatanería a las demás disciplinas dedicadas a entender la multiplicidad de lo social.  

El ser humano interpreta y reinterpreta su existencia. Es la libertad fundamental que lo hace humano. Nadie – humano – puede predecir su comportamiento inventivo. Keynes, atento a la existencia, habló de los “espíritus animales” para apuntar al fondo inescrutable de esa libertad. Ahora, que no sea calculable no quiere decir sea animal, pero no importa mucho. Lo que importa es darse cuenta de que mientras la economía neoclásica no se deshaga de sus pretensiones de certidumbre, seguirá delirando y continuará fastidiando nuestra existencia colectiva.                  

Lo que importa es darse cuenta de que mientras la economía neoclásica no se deshaga de sus pretensiones de certidumbre, seguirá delirando y continuará fastidiando nuestra existencia colectiva.                  

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