¿Dos almas en el gobierno y dos en la oposición? ¿Izquierda revolucionaria y una izquierda sólo tibiamente reformista? ¿Derecha y ultraderecha dura? ¿Qué está en juego en el nuevo diseño constitucional y las propuestas reformistas del gobierno? El presidente lo tiene muy claro. Una visión de crecimiento y desarrollo global del país y sus personas. Una forma distinta de hacer estado con una capacidad de gobernar que impulse cambios necesarios para hacer realidad esta propuesta en un contexto democrático pacífico.
En los debates sobre la futura Constitución, sobre las ISAPRES las AFP, la reforma tributaria, previsional y de la salud, junto con la actual propuesta de la mal llamada “nacionalización” de la industria del litio, resuena una lucha soterrada (y a veces explicita) entre las fuerzas del reformismo y las del neoliberalismo individualista.
Autores como Maurizio Lazzarato, proclaman “la incompatibilidad radical del reformismo con el neoliberalismo” hecho reflejado por ejemplo en la trayectoria política económica de Brasil. Para la mirada neoliberal la distribución de la riqueza por parte del Estado debe ser reemplazadas progresivamente por la privatización del gasto público y los servicios sociales…salud, educación, seguro de desempleo, jubilación… ¿Y el financiamiento para esto? A través de una creación de dinero que recurre a bancos privados e instituciones financieras que multiplican las técnicas para acceder al crédito. Bancarización y “creditización” consumista extrema, donde una industria nacional del litio no es compatible. La máquina del mercado político y sus fuerzas conservadoras en juego lucharán para que esto no sea posible. Perturbaría la aceleración del flujo del capital que sólo el mundo privado dice manejar bien.
En el mundo del mercado, se compite y se lucha contra los otros para lograr que se consuma lo que uno comercia. Es una competencia continua. La persona deviene un objeto consumidor. Ganar dinero es adictivo y termina por producir una ceguera moral frente a los otros. Más bien, una “estupidez moral” como mencionó Peña en su análisis de una invitación a degustar vinos, junto a otra para pasear por Villa Grimaldi. La industria del mercado como espectáculo sin límites. Sólo deshumanización cómo un ¿“costo hundido”?
El dinero produce adicción cognitiva. La idea es que el consumidor seducido sea un flujo de deseo continuo. El deseo convertido finalmente en dinero. Pero la liberación del deseo puro es violencia según Deleuze. El modelo de mercado neoliberal es violentamente individualista. Necesita de la violencia del consumo y del deseo transmutado en dinero. Nada debe detener el movimiento del dinero y el veloz flujo de capitales. Es imposible que no se fomente el individualismo como valor cardinal.
En el individualismo anida la violencia potencial y real con el otro, como afirma Judith Butler. En una democracia de mercado vive la violencia del individualismo. Se convierte en una democracia de la violencia. En un mercado violento de la democracia.
Las transformaciones reformadoras del gobierno apuntan a evitar que el deseo se transforme sólo en consumo. Esta lucha permanente contra las fuerzas individualistas de la violencia requiere mucha seguridad, pasión y perseverancia. Una visión compartida que hoy parece no ser valorada.
Las “dos almas en pugna” no son la del “octubrismo revolucionario” contra un reformismo progresivo del capitalismo neoliberal, sino la del individualismo egoísta de la violencia, contra el colectivismo solidario democrático.