Cuesta escribir sobre la actualidad, en medio de un trance histórico como el de este fin de semana y cuando todo está en veremos, aunque para muchos ya esté visto. Cuando llegamos al instante preciso de un preámbulo, a horas de que cambie la Historia. Salvo que, en este caso, el otro Preámbulo, así con mayúscula, posee un inmenso significado.
El concepto Preámbulo, en cualquiera de sus interpretaciones, siempre tiene una aureola como de estreno. Como la tarjeta de presentación inicial para algo que ocurrirá y a lo que todos estamos invitados. Constituye, en este caso, el marco de lo que vamos a decidir, el lineamiento principal de aquello que hace años andamos buscando, aunque no lo sabíamos hasta finales del 2019. Básicamente, contiene las tres o cuatro ideas fundamentales que las autoridades tradicionales del país habían puesto en el saco roto de lo que queda para después. La procrastinación de la realidad de las mismas autoridades que, por lo menos, con el correr de las últimas décadas no fueron capaces de interpretar el clamor popular. Tantos años.
Hasta que se pudo, ya lo sabemos.
Se demostró en las calles de todas las ciudades del país y se llamó estallido. La explosión social calentada a fuego lento durante esas décadas. La pausada y larga consecuencia que de alguna manera culmina con el desenlace de este domingo, la definición que es el final de un largo camino y el tiempo por delante, como siempre, tiene la palabra.
Incluidas las sorpresas que da la vida. Lo sabremos al caer el sol de la preprimaveral tarde dominical que se avecina.

Las y los convencionales que trabajaron durante más de un año investigando la mejor manera de reorganizar al país desde sus entrañas jurídicas, sociales, económicas, medioambientales, de salud y educacionales (entre tanto más), no olvidaron ese Preámbulo que el proyecto constituyente demanda, pero fueron muy sagaces: aunque ese Preámbulo va al principio, lo dejaron para el final de las deliberaciones, fuesen éstas como fuesen. Con las trabas, oposiciones, “zancadillas” acostumbradas. Con la oposición a ultranza de los representantes políticos del sector que desde el primer día intentaron obstruir el proceso constituyente y que, por ejemplo, aseguraban que los plazos no se cumplirían. En cambio, los encargados de organizar positivamente el futuro, que como los contrarios habían sido elegidos en votación popular, siempre mantuvieron la fe y la mirada en el desarrollo del proceso.
Y el final llegó.
El Preámbulo se redactó, en un emocionante trámite final y con la mayor calma, unida ésta a la comprensión del fondo que palpita en cada frase del proyecto constituyente y que las y los convencionales estructuraron, porque la ciudadanía lo esperaba. La gente anónima común y corriente lo esperaba. Lo hicieron, además, con una actitud paritaria que a todos debe enorgullecer. Llegó a coronar, en pocas palabras -poquísimas y lo bueno, si breve, dos veces bueno -, el largo esfuerzo desarrollado. Y, si leemos las 24 palabras del Preámbulo, naturalmente veremos como trasunta profundidad, claridad, ejecutoriedad, armonía. Satisfacción.
“Nosotras y nosotros, el pueblo de Chile, conformado por diversas naciones, nos otorgamos libremente esta Constitución, acordada en un proceso participativo, paritario y democrático”.
Es la ventana que se abre hacia el porvenir de la Patria.

Según Claudio Fuentes y Domingo Lovera, autores del Manual para una Ciudadanía Constituyente, esas primeras líneas que se estructuraron al final de las casi infinitas sesiones de los convencionales elegidos democráticamente, son, en cierto sentido, “un espejo de lo que somos y aspiramos ser”. Me detengo un instante para subrayar aquello de lo que “aspiramos ser”. Porque, sin duda, aún no somos lo que queremos ser. En todo caso, ¿hay alguna meta más importante aún en estos días, en las horas finales de este preciso instante en que se cierra el enorme círculo histórico que comenzó, sin que lo supiéramos, a tejerse hace varias décadas?
Hasta aquí lo del Preámbulo Constituyente, que en cortas palabras tan bien luce su precisión y certeza al inicio del texto constitucional, cuya puesta en marcha la ciudadanía entera decidirá, casi ya mismo, en cuestión de horas.
El otro Preámbulo
Desde el instante en que se lean estas líneas y hasta el cercano domingo venidero, estamos viviendo un compás de espera, en el que prácticamente todo está resuelto y donde las noticias sobre hechos de todo tipo corren más rápido que de costumbre. Vienen desde diferentes latitudes, incluso desde políticos de otros países, como es el caso risible del presidente Bolsonaro de Brasil. Han entrado al ruedo, tristemente, personajes de la política criolla que se cambiaron de lado y caen en tierra de nadie, defendiendo el color aguachento de la pseudo ubicuidad. Por otra parte, todo el país comienza a sacar cuentas a propósito de la obligatoriedad del voto y el misterio del resultado asusta a unos y alegra a otros. Aparecieron multicolores carretas con caballos en el duro pavimento de la Alameda y huasos de rebenque y fusta enfrentándose con ciclistas domingueros. Y permanece el parcializado punto de vista de ciertos programas cuyos conductores parecen enviados especiales de la tendencia que no quiere cambios. Incluso los indecisos ya se habrán decidido, salvo aquellos que se acercarán a la urna con la duda en los ojos, en el caminar y en la mente.
En este preámbulo de horas lentas o fugaces según se las mire y donde, cuál más o cuál menos, a nadie dejará indiferente, está de todas maneras empezando a nacer un nuevo Chile. Y todo parece indicar que cambiará el oscuro escenario al que la Historia nos trajo sin querer queriendo.
En fin, un preámbulo entre noticioso y surrealista.

Mirándolo desde otro punto de vista, el proceso que hasta este epílogo hemos venido enfrentando como ciudadanía constituye, evidentemente, un grandísimo tesoro: estamos viviendo los minutos finales nada menos que de un soñado pacto social, que se acrecienta. Debiéramos en estas últimas horas detenernos a sopesar este paso a cuyo alrededor sobrevuela un anhelo, donde vibra una ilusión que reventará a la realidad, un sueño que es colectivo porque…. ¿quién no quiere que seamos habitantes de un país que se organiza a sí mismo, mirando hacia adelante con dignidad, con solidaridad, con justicia y con equidad, entre tanto más? Es, entre otros capítulos de la realidad, la gran batalla por la Salud y por la Educación, pilares básicos de cualquier sociedad humana.
Este texto constitucional que ha recorrido y aún recorre ciudades y rincones del país está a punto de abrir un nuevo camino de desarrollo global, transformador, moderno y que avanzará en el sentido que la mayoría sueña y reclama. Porque además de soñar aprendimos a reclamar.
Invito a leer, con calma y dedicación, al hoy proyecto (y este domingo voto que realidad) de la nueva Constitución de Chile. Invito a cerciorarse sobre los beneficios que conlleva para la niñez, para las mujeres, para las personas mayores, para el trabajo decente, para el Estado ecológico, para otorgar poder real a las regiones, para la participación ciudadana, para las soluciones de fondo al problema de la vivienda. En suma, el destino más armónico que todos buscamos en la vida que nos toca.
Todo lo anterior y mucho más, para decidirlo un cuatro de septiembre, fecha por lo demás histórica en sí misma y que nos alimenta aún más el ánimo para observar con detención responsable la realidad circundante. Y para que, entre muchos que conformamos la mayoría democrática, defendamos una vez más el futuro de este territorio y sociedad donde todos nos necesitamos.