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Hace tiempo que volaste las palabras de mi boca,
me arrebataste de mí el aliento,
y mis caderas adoloridas de parir tus hijos
sufrieron las consecuencias del amor;
lágrimas ensangrentadas con saliva
se vuelven el limpia piso de la escalera,
que, amablemente, me ayudaste a bajar
para terminar en la puerta de la que era nuestro hogar;
con los ojos perdidos
y un cuello roto
que me arrebata el amarte hasta que duela.
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Uf, golpeador. Dolor de rutina y amor leal, pese a todo y al desaliento. Cuentas mucho en pocas palabras, bravo.