Federico, cuánta pasión, cuántos amados hasta llegar, antes del final, a los Sonetos del amor oscuro
Por Cristina Wormull
Tú nunca entenderás lo que te quiero
porque duermes en mí y estás dormido.
Yo te oculto llorando, perseguido
por una voz de penetrante acero.
…Pero sigue durmiendo, vida mía.
Oye mi sangre rota en los violines.
¡Mira que nos acechan todavía!
(Primera y última estrofa de El amor duerme en el pecho del poeta)
Estamos ad -portas de un nuevo aniversario del nacimiento de Federico García Lorca y, en verdad, mucho se ha escrito sobre su notable obra poética y prosística, pero las luces y sombras en torno a su vida amorosa, poblada de amores fugaces y otros, inolvidables, siguen siendo un misterio apenas develado.
Desde hace unos diez años se ha levantado una polémica acerca de quién fue el último amor de Lorca, aquél a quien le dedicó uno de sus poemarios más bellos, más intensos, los Sonetos del amor oscuro.
Algunos dicen, a la luz de una última carta y relatos recientemente dados a conocer, que fue a un amante que mantuvo aquella relación completamente en secreto hasta su muerte el 2010: Juan Ramírez de Lucas…Tenía 19 años y Lorca 38, cuando murió el poeta. Ramírez de Lucas nunca habló abiertamente de su relación homosexual. Durante muchísimos años fue crítico de arte y arquitectura. Ni siquiera su pareja estable supo de su romance con Lorca, que sólo quiso se conociera tras su muerte. Juan Ramírez de Lucas se estableció en Madrid tras la Guerra Civil y guardó una carta del poeta granadino fechada el 18 de julio de 1936, día de la rebelión militar y también festividad de San Federico, motivo por el que el poeta habría regresado a Granada y que lo conduciría a la tragedia, una a la que Ramírez de Lucas, sin saberlo, contribuyó ya que se dice que García Lorca había decidido ir a México, pero quería hacerlo con él y como éste era aún menor de edad y necesitaba el permiso de su padre, Federico, en lugar de irse directamente desde Madrid, decidió esperar hasta que llegara ese permiso.
«Aquel rubio de Albacete/vino, madre, y me miró/ ¡No lo puedo mirar yo! /Aquel rubio de los trigos/hijo de la verde aurora/alto, sólo y sin amigos/pisó mi calle a deshora», le cantó Federico a Juan Ramírez de Lucas
Sin embargo, otros piensan que el destinatario de los poemas del amor oscuro fue el más apasionado de sus amantes: Rafael Rodríguez Rapún. En realidad, todo indicaría que, al momento de su muerte, Lorca mantenía dos relaciones amorosas, una con Rodríguez Rapún, secretario de la compañía teatral universitaria la Barraca y otra con Ramírez de Lucas.
Cuando Rodríguez Rapún se enteró de la muerte de Lorca a través de su padre que le informó «Han matado a tu amigo el poeta» reaccionó como un loco. Salió corriendo, dando alaridos y tardó horas en regresar a su casa. Luego se enlistó en el ejército republicano y marchó a Madrid a finales de 1936, ahí adquirió el grado de teniente, regresó a Madrid, luego Valencia y después Oviedo. Durante aquel año penoso en la guerra, sufrió una espantosa soledad, pero siguió luchando por la República hasta que una madrugada cayó herido. Tenía 25 años. Fue un 18 de agosto, pero de 1937, un año después de la muerte de su amado Lorca, una enfermera voluntaria cerró sus ojos.
«Esta luz, este fuego que devora. /Este paisaje gris que me rodea. / Este dolor por una sola idea. / Esta angustia de cielo, mundo y hora», escribió sobre ese amor Federico García Lorca.
Lorca nunca fue hombre de un solo amor y en 1934, en medio del noviazgo con Rapún viajó al Cono Sur y allí, se dice, tuvo una relación con Enrique Amorim el escritor uruguayo, que incluso habría inspirado el libro El amante uruguayo que escribió Santiago Roncagliolo.
La vida amorosa de Federico García Lorca fue intensa. Entre sus amores más conocidos está la relación con el pintor Salvador Dalí. Dalí lo caracterizó como «un amor erótico y trágico por el hecho de no poderlo compartir». Se conocieron en 1922 en la Residencia de Estudiantes y la relación duró hasta 1929. Al enterarse Dalí del fusilamiento de Federico, dijo: «¡Olé!». Una reacción sin dudas, bizarra.
Luego, en 1925, conoció a Emilio Aladrén con quien tuvo amores hasta 1927 y a continuación, una relación fugaz con un profesor de lenguas modernas, el norteamericano Philip Cummings.
Asimismo, durante un viaje a Nueva York, Lorca conoció al antropólogo cubano Fernando Ortiz, director de la Institución Hispano cubano de Cultura , quien lo invitó a dar una serie de conferencias en la isla, donde a través de las poetas Dulce María Loynaz, autora de Jardín, conoció a Carlos Manuel Loynaz, el menor de los hermanos, con quien mantuvo una tormentosa relación.
Hay quienes también citan entre los amores fugaces de Lorca, a Eduardo Rodríguez Valdivieso, un joven de 17 años de edad, poeta y empleado de banca cuando se conocieron en Granada en una fiesta de disfraces.
Una vida amorosa sin duda azarosa. Pero ahora el mundo es otro. No es que haya cambiado en su totalidad, pero hoy operan menos prejuicios que en la primera mitad del siglo pasado. En aquella época la homosexualidad, además de ser tenida como una enfermedad, era considerada un descrédito social, no solo para la persona, sino para su familia. Y las reacciones eran extremas y podían llevar hasta el asesinato. No es de extrañar que los amores se vivieran con una pasión desmedida, más aún cuando el amante era un poeta de sensibilidad extrema como Federico García Lorca.
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Excelente artículo que hace sentirse más cercana al gran poeta ! Que pasión y fuerza lo guiaba! Me encanta leerlo y saber más y más de él!muy interesante y apasionante !