Lo primero que se destaca cuando se observa el tríptico realizado por el pintor flamenco es el carácter imaginativo del artista, expresado a través de personajes y figuras realizadas con mucho detalle e ironía.
Jheronimus van Aken (Bolduque, 1450-1516), llamado Joen y conocido como Jheronimus Bosch o Hieronymus Bosch, en idioma español el Bosco, fue un pintor nacido en los Países Bajos. De extraordinario talento, fue el artista preferido del Rey Felipe II de España, quien reunió la mayor cantidad de sus obras. Por esta razón su tríptico “El jardín de las delicias” se encuentra en el Museo del Prado.
La inspiración fundamental de toda la obra de el Bosco proviene de las Sagradas Escrituras y otras imágenes de su época, pero con una visión muy personal, caracterizada por la calidad en el dibujo, fantasía y originalidad que lo han vinculado con temas surreales, la burla y la ironía con las que critica a los grupos sociales de su época.
Lo primero que destaca cuando se observa el tríptico “El jardín de las delicias” es el carácter imaginativo por parte del artista, expresado a través de personajes y figuras realizadas con mucho detalle. El Bosco utiliza elementos fantásticos que se podrían llamar surrealistas, siendo sus cuadros posiblemente uno de los primeros antecedentes del movimiento artístico que se inició en Europa en 1920 y en el que participaron artistas como Salvador Dalí y René Magritte, entre muchos otros.
En el Renacimiento nórdico era común ver ángeles, santos, dioses del Olimpo, pintura histórica y por supuesto retratos. Sin embargo, el Bosco era capaz de salirse de la norma con figuras monstruosas y fantasmagóricas. La imaginación popular en la época del artista estaba plagada de imágenes fuera de lo común en el SXV y SXVI. El Bosco encontró en la originalidad una manera de expresar esa realidad. Se atrevió con abundantes desnudos, inusuales para la época. Se burló de la gente y su propia corrupción. Según expertos, el artista flamenco elevó las artes menores a una pintura mayor orquestando mundos imaginarios que nadie más se atrevía a realizar. Se aventuró en pintar más allá del sentido religioso, de la mirada piadosa, se arrancó con “El jardín de las delicias” de los escenarios litúrgicos. Creó un estilo único que ejerció influencia en pintores que aparecieron posteriormente como Pieter Brueghel el Viejo (1525 – 1569).
He visto muchas veces la obra del Bosco, en libros, internet, videos y en vivo. “El jardín de las delicias” es un cuadro que tiene muchas interpretaciones y se puede ver de muchas formas. Un aspecto -en el que también repara la especialista venezolana en artes y cultura, Andrea Imaginario- en el que me fijé recientemente y que me llama la atención del tríptico es como en el panel izquierdo, llamado “El paraíso” se ve una laguna con una serie de reptiles saliendo del agua y adoptando distintas formas sobre una roca.
Algo muy parecido a la evolución de las especies ¿Habrá pensado en eso el Bosco? Sería algo tremendamente vanguardista porque Darwin recién habló de su teoría en 1850 con la publicación de su libro “El origen de las especies” y los filósofos griegos pensaron en el tema en la antigüedad, pero sin llegar a conclusiones definitivas. El Bosco lo pintó y lo graficó en su obra. Expertos en el artista no tienen una respuesta clara sobre el tema. Personalmente creo que el pintor fue un verdadero visionario, un adelantado que planteó tempranamente la transformación de las especies, pensando que este cuadro fue realizado entre 1500 y 1505, casi 350 años antes que Darwin apareciera con su revolucionaria teoría. Con intención o sin ella, el Bosco seduce creando con “El jardín de las delicias” un tríptico completo sobre la existencia humana. “El Paraíso” y “El Infierno” completan el resto de los segmentos de este óleo pintado sobre una tabla de 220 cm x 389 cm. Actualmente se le considera una de las obras más extraordinarias y misteriosas de la pintura mundial que recoge un mundo completo y no se escapa de verdades y sutilezas que se complementan con ironía, con una búsqueda superior que contribuye a que el arte se manifieste como el signo de los tiempos. Es una demostración explícita que la cultura, a veces, puede ir más allá del poder y la gloria.