El enjambre vandálico. La violencia y un nuevo anarquismo

por La Nueva Mirada

Por Sergio Canals. L

Psiquiatra

En Chile los “completamente otros” con su trascendencia, irrumpieron hace cuatro meses en el adentro del sistema y pusieron en cuestión su totalidad inmanente.

Contracción interna, temor y temblor.

Los otros, permanentemente negados y casi inexistentes, se hicieron presente con su negatividad invadiendo la positividad, vistos y sentidos como unas huestes entrópicas que han puesto en jaque un orden que, negador, ciego y complaciente, no percibía el aumento de las fuerzas desestabilizadoras.

han puesto en jaque un orden que, negador, ciego y complaciente, no percibía el aumento de las fuerzas desestabilizadoras.

Un pequeño grupo de estos “otros”, los radicalmente otros con su alteridad, decidió acudir a la violencia destructora extrema y directa contra lugares físicos y todo lo que simbolizara el poder y la dominación de la sociedad del rendimiento y la normalidad, donde según Byung Chul-Han, uno se auto explota voluntariamente y restringe su libertad, como empresario de sí mismo.

El presidente se transformó en un soberano (aunque siempre lo fue). Se defendió entonces, a través de un estado de excepción, acudiendo al modelo del control soberano que enfatiza el deber y obediencia, con su capacidad de violencia (del estado) con poder de muerte violentando muchas veces los derechos humanos. Así este grupo, “los vándalos anarquistas”, fueron expulsados del orden humano y el divino, aunque uno sospecha, que hace tiempo ya habían elegido luchar y “abandonarse” contra “un poder incondicionado de muerte”.

El presidente se transformó en un soberano (aunque siempre lo fue).

De pertenecer a los “Homo sacri” (sagrados) se transmutaron en “Homo sacer”, es decir, “a quienes se expulsa de la comunidad por violar los mandamientos divinos (de los dioses)”. Los dioses del consumo y el mercado neoliberal. Muertos vivos, parias, sujetos no políticos, en la frontera de la ciudadanía y la vida social. Sólo vida física (“nuda vida”), que puede ser exterminada. Rol que asumieron en “el combate y la lucha”.

Muertos vivos, parias, sujetos no políticos, en la frontera de la ciudadanía y la vida social. Sólo vida física (“nuda vida”), que puede ser exterminada. Rol que asumieron en “el combate y la lucha”.

Según Agamben, los “homo sacer”, corresponden a los hombres que ya se pueden matar por no pertenecer al territorio de lo sagrado, donde no se puede atentar contra la vida. Allí, al hombre sacrílego sólo lo castigan los dioses.

Estos “homo sacer”, estarían fuera del orden humano y el divino.

“La vida expuesta a la muerte” es el elemento originario de la política”, es el “anatema (excomunión, condena moral, exclusión, persecución) que da lugar a la vida “nuda” (desnuda, sólo física) del homo sacer”.

De allí, que el combate violento y estéril contra ellos, sólo fortalece dialécticamente el sentido de su hacer destructor.

De allí, que el combate violento y estéril contra ellos, sólo fortalece dialécticamente el sentido de su hacer destructor.

Es decir, son incontrolables.

Los jóvenes anarquistas, decidieron no solo luchar contra todo lo que ellos ven y simbolizan como poder de dominación violento externo (estructural / sistémico), sino también, no ser más “sujetos de rendimiento”, aunque sospecho que nunca lo fueron. Decidieron además rechazar la auto explotación y la violencia nunca justificable, ejercido por ellos, contra ellos mismos, a través de un modo de vida de la autoexigencia y el rendimiento extremo del “tú puedes” más allá del tú debes.

Eligieron voluntariamente un punto de fuga. La violencia vandálica y anárquica también explícita y extrema. Con razón o no, nosotros, más allá del tú debes, también podemos destruir lo que nos “oprime”.

Con razón o no, nosotros, más allá del tú debes, también podemos destruir lo que nos “oprime”.

No más “explotador y explotado a la vez”.

De la inacción política, a la acción no “política” de la violencia explícita que sí genera cambios políticos.

De esta manera hemos podido ver, y me remito sólo a los últimos años – ya que el anarquismo tiene en Chile una larga historia explorada por muchos autores-, algunos acontecimientos singulares:

“El grupo vandálico de los niños BCHXS”, grupo vandálico (según los panfletos), que la madrugada de un miércoles del 2014, quemó cinco autos en Viña del Mar y Santiago. Oscar Landerretche, presidente del Directorio de Codelco, sufre un atentado explosivo en enero del 2017 adjudicado por el grupo “eco terrorista”, “Individualista tendiente a lo Salvaje”. En septiembre del 2014 un bombazo en el Subcentro contiguo al Metro de la Escuela Militar deja más de 20 personas afectadas, y el 2019 recibe una carta bomba el presidente del Directorio del Metro, Louis de Grange. A estos hechos habría que sumar, entre otros, numerosos atentados incendiarios -donde destacaron las acciones en colegios de los “overoles blancos”-, eventos que presagiaban inexorablemente su culminación extrema con los acontecimientos violentos extremos iniciados en octubre del año pasado.

eventos que presagiaban inexorablemente su culminación extrema con los acontecimientos violentos extremos iniciados en octubre del año pasado.

Una de sus proclamas hizo ver que sus acciones estaban dirigidas contra los “pedazos del sistema imperante y que merecen todo nuestro odio y rabia”, debido a que representarían la presencia “del estado y los poderes fácticos” que tendrían la virtud de convertir lo cotidiano en “en una robótica secuencia de hechos que ni siquiera pasan por nuestra decisión”. De allí, “la estrategia coordinada…por la anarquía y la vida salvaje”. Una proclama, con lo mejor del ideario anarquista de Proudhon, Bakunin, y Kropotkin.

“No más partidos. No más autoridad. Libertad absoluta del hombre y del ciudadano. Esta es nuestra profesión de fe política y social”. (Proudhon).

 “Nosotros, los anarquistas, no tememos renunciar al juez ni a la condena. No tememos declarar haz lo que quieras y como quieras (…) Hay que dejar que cada uno actúe como mejor le parezca, negar a la sociedad el derecho de castigar cualquier acto antisocial” (Kropotkin).

Para Bakunin, “debe desaparecer el estado, por ser una institución temporal, transitoria, de la sociedad, propia de un estado inferior de la humanidad”.

Creo que estas miradas a través del fenómeno anarquista tradicional, no es suficiente para intentar darle sentido a una violencia que sólo parece “irracional”. Es incapaz de “leer” esta realidad a través de visiones que no incorporan el análisis de los flujos complejos de la violencia, el poder y la dominación en la post modernidad a través de autores como Agamben, Zizek y Byung Chul-Han entre otros.

Creo que estas miradas a través del fenómeno anarquista tradicional, no es suficiente para intentar darle sentido a una violencia que sólo parece “irracional”.

Representando a las nuevas miradas “neo anárquicas” y “post anárquicas”, aparece el anarquismo que defiende el autor James C. Scott, profesor de Ciencias políticas y de Antropología de Yale, en su libro del 2012 “Elogio al Anarquismo”.

En esta visión, ya no es necesaria la desaparición del estado, ya que “no es el único enemigo de la libertad”, lo que convertiría este nuevo anarquismo en una opción “viable” de cambios radicales, donde debieran practicarse “una defensa de la política, los conflictos y los debates”, no aceptando “el libertarismo que tolera (incluso estimula), las grandes diferencias en riqueza, propiedad y estatus”.

El autor no duda en aclarar que “libertad y democracia son, en condiciones de desigualdad fragante, una farsa cruel, como bien lo entendió Bakunin”. Más aún, enfatiza que “no existe libertad auténtica allí donde las grandes diferencias convierten los acuerdo e intercambios en poco más que saqueos legalizados”, lo que generaría una de las formas de las llamadas “violencias simbólicas y estructurales”.

Para él, las “grandes diferencias en riqueza, propiedad y estatus”, se burlarían de la libertad.

El centro de su propuesta como forma de acción política, la refiere a la desilusión frente al término y efectos de las grandes revoluciones (y también las locales), destinadas a barrer con la desigualdad en nombre de la justicia y la libertad en la historia.

Legitimaría a su vez, la “desobediencia y la insubordinación”, practicadas cotidianamente, (en las luchas a veces anónimas), destinadas a cambiar las condiciones generadoras de violencias estructurales y la deshumanización consecuente, en la búsqueda una verdadera libertad.

Todo esto impulsaría y daría fuerza a herramientas necesarias de lucha activa, que no debieran sólo generar “confusión y caos”. Legitimaría a su vez, la “desobediencia y la insubordinación”, practicadas cotidianamente, (en las luchas a veces anónimas), destinadas a cambiar las condiciones generadoras de violencias estructurales y la deshumanización consecuente, en la búsqueda una verdadera libertad.

Finalmente, una reflexión que parece inquietante.

Los jóvenes post anarquistas actuales, parecen “estar demasiado vivos para poder morirse, y demasiado muertos para poder vivir”, pero se abandonan a la posibilidad de muerte.

Los jóvenes post anarquistas actuales, parecen “estar demasiado vivos para poder morirse, y demasiado muertos para poder vivir”, pero se abandonan a la posibilidad de muerte.

A veces “el suicidio los precede”.

Para “ser más libres”, no “morirse, sentirse más “vivos”, y darle sentido a la vida, practican la violencia anárquica.

A veces, “el suicidio los precede”.

Según Byung Chul-Han, las personas de la positividad y la sociedad actual sagrada del consumo de mercado neoliberal, la autoexigencia y del rendimiento, “también son muertos vivientes incapaces de morir”.

Según Byung Chul-Han, las personas de la positividad y la sociedad actual sagrada del consumo de mercado neoliberal, la autoexigencia y del rendimiento, “también son muertos vivientes incapaces de morir”.

Para “ser más libres”, “no morir”, sentirse “más vivos”, y darle sentido a la vida, expulsan la negatividad (del otro distinto), rinden y consumen. La violencia la dirigirían contra ellos mismos, que los llevaría a la depresión. Cuando esta se vuelve “anárquica”, llevaría a la autodestrucción “vandálica”, y a veces al suicidio.

Anarquistas y no anarquistas practicarían así, modos de violencia vandálicos y extremos.

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