Estamos en tiempos líquidos y preformativos de un nuevo pacto social, la esperanza la han puesto los electores que van desechando los extremos para buscar quizás un justo medio, pero eso no está garantizado ni es muy claro cuál es ese justo medio ahora. El escenario ya no es el de los extremos que vimos en la larga saga de Star Wars, se parece más a la secuela Mandalorian donde hay un poco de todo y las cosas no se barajan en términos tan absolutos.
Como suele decirse coloquialmente “a riesgo de que se me caiga el carnet” debo confesar que soy de la generación que vio el estreno en el cine de Star Wars un lejano 1977. La saga, aun con sus altos y bajos, tenía muchos códigos de géneros tradicionales como los westerns e historias bélicas épicas donde la idea de “guerra justa” cruzaba el relato, es decir, había buenos y malos. Ese clivaje ya no existe, pareciera que ahora lo viejo es lo malo y lo nuevo depositario de la verdad revelada; pero las cosas nunca son tan claras ni tan fáciles. Esa línea más difusa es la que se percibe en Mandalorian, quizás más acorde con una realidad más dinámica como la nuestra, pero también es distante de nuestra época tan capturada por la moralina y tan lejos de la moral.

Me habían recomendado la secuela Mandalorian que solo recientemente he podido ver y que no desmerece la saga original. Un aspecto interesante es que el héroe es un poco antihéroe y se mueve en base a unas pocas ideas ligadas a un ancestral código de conducta. Al margen de ello hay dos cosas dignas de mención: la primera es que el personaje principal, Mandalorian, es el actor chileno Pedro Pascal quien protege a una suerte de descendiente de Yoda, muy pequeño, pero en el que se deposita el reservorio de La Fuerza.
Ese dato resulta fantástico y lleva a preguntar ¿cómo un chileno puede proteger la galaxia en circunstancia que en este remoto país no nos entendemos en absoluto, donde se aplica aquello de “palos porque bogas y palos porque no bogas”? Es casi como la idea de los latinos de una contradictio ad absurdo…un chileno, y vaya que han pasado personajes y mundos por esa serie para escoger. Al parecer es cierto que la ciencia ficción da para todo, esto sin desmerecer la calidad del actor, dicho sea de paso.
Un segundo aspecto es que la nueva saga se desarrolla en el tiempo posterior al triunfo de la República sobre el Imperio o, en términos más políticos, una época donde se supone prevalece la “libertad”, aunque como lo plantea uno de los personajes del lado oscuro, a costa de un sentido de “orden”. Si se mira en esos códigos es una vieja fricción entre izquierdas y derechas, aunque depende cual modelo se escoja de cada cual…recientemente la consigna de la protesta en Cuba no era “dignidad” sino “libertad”. Lo que demuestra que en la realidad la tensión entre libertad y orden es harto más compleja. Fuera de esta consideración el guion también muestra que el sueño que motivó la caída del Imperio no se materializó para todos. De ahí que en los dominios de la nueva República se encuentran modelos misceláneos, desde Estados anárquicos hasta resabios del viejo Imperio, con sesgos absolutamente déspotas, que aspiran a reconstituirse y conquistar el poder. Mejor tomar nota de esas últimas cuestiones no vaya a ser cosa que la realidad supere a la ficción.

No pretendo hacer espóiler ni mucho menos en esta columna, sino usar el ejemplo para destacar lo difícil que puede ser establecer los “clivajes” de una época. De hecho, pareciera un lugar demasiado extendido y recurrente sorprenderse por la poca capacidad de predicción de las encuestas, por ejemplo. El voto voluntario no solo hace más evidente el problema de la participación, sino que le quitó la certidumbre al sistema político sobre quienes votan, su comportamiento y motivaciones. En la discusión sobre la reposición del voto obligatorio debería observarse si hay lobby de las encuestadoras, en una de esas recuperan el negocio. Ni que decir del interés de los partidos si pueden anticipar que tecla tocar a sus electores.

Pero lo anterior es solo un aspecto del problema. Quizás lo principal es que seguimos aplicando las mismas viejas premisas en muchos de los análisis. Solo así se explica que hubiese tanta uniformidad en dar por líderes de la presidencial a Lavín y Jadue. En la modesta contribución que hago habitualmente al análisis político puse, previo a las primarias, muy en duda el triunfo de Jadue sobre Boric. No era que tuviese una intuición ni preferencia especial, sino que en la elección de alcaldes, concejales y gobernadores el PC fue sistemáticamente derrotado por frenteamplistas e independientes. Otro dato era que el supuesto “liderazgo” de Jadue parecía inconsistente con los procesos y demandas del país en cuestiones posmodernas como los problemas ambientales, de género y otros. Era extraño que las preferencias se decantaran por un candidato anclado en una ideología y discurso propio del siglo XX, más aún, de la Guerra Fría. Ni que decir de las metidas de pata del alcalde de Recoleta y la delirante última arremetida de su campaña.

Pese a lo anterior, debo hacer un mea culpa porque en la derecha la elección de Sichel me parecía mucho menos probable. En la retina pesaba el “ordenamiento” clásico de la derecha a la hora de votar y la famosa disciplina gremialista. Así y todo, mientras la derecha celebra que convocó y movió bastante más gente de la esperada, omite que la disciplina del votante ya no existe, que éste no tiene reparos en irse con un “independiente”. Los partidos importan menos en todo el espectro político, no solo por el desgaste de ideologías sino porque hay una sanción al modo de hacer política y porque el elector cambió incluso en lo generacional.
Curiosamente el resultado de las primarias hace menos claro el desenlace de la carrera presidencial y parlamentaria, entramos en una fase líquida, preformativa, al estilo Mandalorian. Si las elecciones se jugaran en terreno conocido sería indiscutible que Boric tendría un pie en la puerta de La Moneda. El millón doscientos mil votos que obtuvo es poco menos que el total de la derecha junta, pero ahora estará asediado desde la izquierda, con un PC descolgado que piensa en su propia carrera parlamentaria y una Lista del Pueblo que lo abomina; y desde el centro, por una Democracia Cristiana y parte de la ex Concertación que todavía creen en las encuestas, al menos en lo que se refiere a la popularidad de Provoste.

Por su parte, los actuales partidos de la ex Nueva Mayoría insisten en primarias convencionales; un ejercicio que puede terminar en un estrepitoso fracaso de concurrencia. Sin embargo, la instancia podría movilizar en algo al sector si es que se concreta. Aun así, la irresolución de una candidatura única en la centroizquierda es una mala noticia para Gabriel Boric porque congela la posibilidad de un eventual pacto y no le cierra ese flanco electoral. ¿Cuál será el “negocio” del Partido Socialista en esta vuelta? ¿otra once con sopaipilla? Por ahora nada es descartable pese a que Provoste pueda tener algunas ventajas comparativas, como una larga experiencia política con visibilidad y conocimiento público, además de ser mujer. Pero también cargará con los pasivos de aparecer en las fotos con viejos próceres de la ex Concertación, algunos muy criticados en estos y otros tiempos. Ni que decir la tensión que abre al no querer renunciar a la Presidencia del Senado.
Una variable que puede parecer periférica, por el momento, es el desarrollo del trabajo constituyente. Sin embargo, la instancia puede ser clave para el éxito o fracaso de las oposiciones en el momento de las elecciones de noviembre. Hasta aquí el que tendría más que perder o ganar es Boric por el protagonismo del FA en la mesa constituyente, siendo lo más favorable para su candidatura que el “animal esté mejor repartido”. Las dudas sobre el proceso no son menores si se considera el creciente ridículo del uso y abuso del “lenguaje inclusivo” y la no poca ignorancia que empiezan a demostrar algunos constituyentes. Para la derecha el mejor escenario es el desgaste de quienes encabezan e integran el debate Constitucional y cuestionar sus contenidos. Sin contar que el Partido Comunista puede seguir aplicando cierta lógica de quinta columna asediando el proceso, lo que finalmente acabaría siendo funcional a las posturas conservadoras. La “construcción de la República” no es tarea fácil ni algo resuelto.
En otro plano, la derecha o, a estas alturas, las derechas, nuevamente abrazan un candidato filo democratacristiano que, para mayor abundamiento, viene respaldado por el círculo estrecho del propio Piñera. Pero al margen de ese dato ultra conocido hay que tomar la candidatura de Sichel como el afán de la plutocracia por conservar, más allá de privilegios, los negocios que la sustentan. Como bien señala Francis Fukuyama un régimen plutocrático no se trata de que los ricos pongan las reglas, sino que generen reglas por y para los ricos. Si lo miramos objetivamente ese fue el propósito inicial del gobierno de Piñera en un intento de retrotraer la reforma tributaria de Bachelet. Pero la tesis de Fukuyama va mucho más allá, señalando que los gobiernos plutócratas tienden a conducir a populismos de corte plutocrático. Es el tránsito, con el paréntesis de Obama, que terminó llevando de Bush a Trump. Quizás valga la pena ahondar en esto más adelante, pero sin duda es un punto interesante.

Por último, y para no olvidar la referencia que motiva esta columna, el personaje Mandalorian no duda en revisar sus alianzas, siempre que exista una cierta base de lealtades. Entiende que unir fuerzas es necesario e ineludible; que el adversario más peligroso, aquel que se creía derrotado, está activo y vigente; y que por el lado siempre habrá quienes quieran aprovecharse de unos y de otros en la primera oportunidad, son los piratas y los oportunistas. No sé si les suena conocido. En fin, los clivajes actuales son más amplios y a veces difusos que los de antaño, pero las cosas tienden a lo mismo, solo que con otros rostros e incluso con una oportuna sonrisa, un emoticón o un twitter. Lo relevante es entender que la involución puede tomar muchas formas y venir de muchos lados; también de visiones ideológicas opuestas, pero igualmente inspiradas en un afán hegemónico y maximalista…enfrentar eso, como dice Mandalorian, is the way.