El factor Kandinsky por Tomás Vio Alliende

por La Nueva Mirada

Una de las primeras veces que escuché hablar de Kandinsky fue en un camping en el norte de Chile. Estaba de vacaciones con unos amigos y pasó raudo entre nosotros un perro chato y obeso. Unos argentinos le gritaron “Che, Kandinsky” y el perro se dio vuelta, sacudiendo la lengua por el calor, mostrando los dientes de manera amistosa, casi riendo, sintiéndose ampliamente observado por el público.

En ese momento yo sabía que existía un pintor europeo llamado Kandinsky, pero desconocía por qué el simpático can llevaba ese nombre. Busqué cuadros de Kandinsky y pude darme cuenta cómo aquel animal le hacía honor al artista ruso por las coloridas manchas que llevaba por naturaleza en su lomo blanco. Tenían un parecido remoto –bastante lejano, hay que decirlo- a alguno de sus cuadros. Quizás el dueño del perro, admirador del artista ruso, quiso hacerle un homenaje al arte abstracto y nombró así a su querido mestizo.

Vasili Kandinsky, el pintor, (1866-1964) nació en Rusia y es considerado el precursor del expresionismo y el arte abstracto, corriente que manifiesta la emoción pictórica de manera inmediata e individual. La realidad no aparece de forma objetiva y la técnica preferida de estos artistas fue la acuarela y el óleo, siempre pensando en el predominio del color sobre la forma.

Kandinsky hizo sus estudios primarios en una escuela de arte en Odessa y después se dedicó al Derecho, donde destacó e incluso, al egresar, le ofrecieron que ejerciera como profesor de derecho romano en la Universidad de Dropat. La tentación por las leyes fue grande, pero, finalmente, a los 30 años, decidió estudiar pintura.

Estuvo un tiempo en Alemania, volvió a Rusia, pero se sintió ajeno a la perspectiva artística argumental soviética y regresó a Alemania en 1920 para participar en la escuela de Bauhaus, donde realmente se pudo explayar a sus anchas. En 1933 el nazismo terminó con la escuela de Bauhaus y Kandinsky viajó a Francia, donde adquirió la ciudadanía francesa en 1939 y terminó el resto de sus días.

El mérito de Kandinsky es que, a lo largo de su carrera como pintor, supo expresar y entender la relación entre el artista y el espectador, logrando establecer una verdadera comunicación. Le encantaba la música – uno de sus autores favoritos fue Wagner- y la escuchaba constantemente mientras pintaba. En sus trabajos utilizaba los colores para darle sonido a los instrumentos o a los momentos cruciales de las piezas que escuchaba. Para él, la combinación de colores podía llegar a convertirse en frecuencias vibratorias parecidas a los acordes de un piano.  Las figuras geométricas también eran importantes para el pintor, quien las relacionaba con estados de ánimo.  A los círculos, por ejemplo, los vinculaba con la paz del alma.

Sus trabajos como “Amarillo, rojo y azul” o “Composición VIII”, no se encuentran dentro de asociaciones simples o ideas arbitrarias, son parte de un análisis profundo. El estudio y la creación de obras abstractas constituyen una evolución, un estilo de vida donde el artista se va relacionando íntimamente con las formas y los colores que, en cierta forma, van moldeando parte de su vida; una historia sin tregua, dirigida por el camino del arte.

El artista fue un revolucionario que constantemente experimentó con el vuelo, la forma y la música.

Kandinsky estudió sus pinturas y las de otros artistas, enfocándose más que nada en el color. La experiencia la manifestó de manera subjetiva donde nada quedó al azar. El artista fue un revolucionario que constantemente experimentó con el vuelo, la forma y la música. El proceso interno y externo lo unió para convertirlo en uno solo. Creyó fuertemente en la búsqueda de formas cromáticas para lograr una verdadera armonía.

Tuve la suerte de conocer personalmente algunos cuadros originales de Kandinsky en museos de Estados Unidos y Europa. Realmente es impresionante el desarrollo del color sobre la forma que realiza el pintor. Cada vez que veo una obra del ruso en un libro, en una lámina o en un museo, se me viene inevitablemente a la cabeza la rechoncha figura del perro Kandinsky en el camping. Lo veo corriendo alegremente por la arena con la lengua afuera, cargando en su espalda las coloridas manchas que pretenden rendirle homenaje a uno de los grandes pintores de todos los tiempos.

Cada vez que veo una obra del ruso en un libro, en una lámina o en un museo, se me viene inevitablemente a la cabeza la rechoncha figura del perro Kandinsky en el camping.

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1 comment

Cecilia Albala agosto 6, 2020 - 11:01 pm

Excelente, como siempre!!!

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