La noticia golpeó la cátedra, volteó los pronósticos de expertos y empresas encuestadoras para las recientes Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias en Argentina. “El economista ultraliberal, que se declara ‘anarco- capitalista’, está en contra del aborto, considera al cambio climático ‘una farsa’ de la izquierda, propone el fin del Estado y se identifica con la ultraderecha de Vox en España, fue la sorpresa de las elecciones primarias al convertirse en el postulante a presidente más votado”
No faltan los analistas que hablan de una bomba de tiempo que aproxima el derrumbe del sistema político argentino. Cuando nadie es neutral y la magnitud de la crisis trasandina desborda los límites imaginables, el resultado no debiera escandalizar tanto.
El triunfo, por ahora transitorio, del “Peluca”, se inscribe en la ola ultraconservadora que recorre el mundo. Emblemáticos exponentes como Donald Trump, Jair Bolsonaro, Giorgia Meloni, Recep Erdogan y varios más, han celebrado su victoria. Incluyendo, por cierto, a José Antonio Kast que fue elocuente en su mensaje: “Desde Chile, todo el apoyo para la dura contienda que viene hacia adelante. Por el bien de Argentina, que gane la fuerza de la libertad y que la corrupción, inseguridad y mediocridad sean derrotadas”.
Mas de algo no están haciendo bien los partidos democráticos en el planeta para que entendamos esta ola ultraconservadora que avanza en realidades tan distintas como la norteamericana, la europea o latinoamericana. Probablemente mucho tiene que ver con la globalización desregulada, la extrema concentración de la riqueza y las desigualdades. Sin olvidar la corrupción, la depredación del medio ambiente y los avances del crimen organizado. En el contexto de una nueva realidad virtual, la democracia ha perdido densidad y capacidad para procesar demandas insatisfechas. Y no son pocos los grupos y sectores de la población que ya ni consideren la democracia como el menos malo de los sistemas políticos
Javier Milei ha seguido la clásica receta de los ultraconservadores en todas las latitudes para ganar apoyo ciudadano. Aparecer como un alternativo que se levanta, agresiva y hastiada, en contra de los políticos tradicionales, todos corruptos e incapaces, explotando el manifiesto descontento de los argentinos.
El voto “bronca”.
Los trasandinos están crecientemente indignados con los partidos y coaliciones que tradicionalmente han dominado la política en su país. Y con justa razón. Argentina, hace mucho rato, gasta más de lo que produce. Con una inflación desbocada, que asciende a más del 120 %; un 40 % de pobreza, cesantía galopante y sueldos que no permiten llegar a fin de mes. Una deuda externa impagable y vencimiento de créditos internacionales que obligan a bicicletearlos. Un gobierno atravesado por fuertes conflictos internos, en donde nadie sabe muy bien quien manda (ni el presidente ni la vicepresidenta). A ello se suma la crisis de seguridad ciudadana. Y encima de todo, la corrupción.
Es decir, el escenario propicio para la irrupción del populismo más extremo, representado por Javier Milei, que promete podar con una motosierra el frondoso aparato estatal, dolarizar la economía, cerrar el banco central de la nación, prohibir el aborto, a la par que permitir el comercio de órganos humanos, el porte y tenencia de armas de armas de fuego, entre muchas otras linduras.
Se han multiplicado testimonios recientes de votantes suyos que ignoran sus propuestas programáticas y ello los tiene sin cuidado. Más que un apoyo a Milei es un voto de castigo (el voto bronca) a los bloques tradicionales, que ha golpeado, con igual fuerza a la derecha, representada por Juntos por el Cambio, el macrismo, y al justicialismo, encabezado por Sergio Massa.
Lo inquietante es que este voto de castigo lleve al poder a Javier Milei y sus libertarios. Tal como sucediera en Alemania con Adolf Hitler, hace más de setenta años. Y más recientemente a Donald Trump en EE. UU. y Jair Bolsonaro en Brasil.
Una elección abierta, con pronóstico reservado
Pero las primarias argentinas no son propiamente un anticipo de la elección presidencial, aunque puedan condicionar sus resultados. Es la selección de los candidatos con mayor apoyo popular que deberán representar a los diversos partidos o coaliciones. Y los argentinos han resuelto que Javier Milei represente a la ultraderecha, Patricia Bullrich a la derecha y Sergio Massa (el segundo candidato más votado) al justicialismo.
No es un detalle menor el incremento de la abstención en las recientes P.A.S.O argentinas. La asistencia a las urnas el domingo fue del 68.5%, ocho puntos menos que en las primarias de 2019, un dato que preocupa a todo el sistema político por la dificultad para atraer a los votantes, fastidiados con los partidos tradicionales que no logran resolver una crisis económica crónica.
La elección presidencial está abierta, con estos tres candidatos (a) que librarán una dura contienda durante los dos meses que restan para la votación que muy improbablemente se resolverá en primera vuelta, asumiendo el escenario de tres tercios dibujado en las P.A.S.O., con la interrogante aún abierta de quiénes se confrontarán en la segunda y decisiva vuelta presidencial.
No es casualidad que en su discurso proclamando su victoria, Javier Milei haya afirmado que representa a la verdadera oposición al justicialismo, sosteniendo que no pueden implementar un cambio los mismos que históricamente han fracasado (en alusión al macrismo). Su primer objetivo, si no puede imponerse en primera vuelta, es dejar en el camino a Patricia Bullrich, la representante del macrismo, para luego derrotar a Massa en segunda ronda.
Para Patricia Bullrich, la tarea de pasar a segunda vuelta no es fácil. Se impuso cómodamente a Horacio Rodríguez Larreta para transformarse en la candidata de Juntos por el Cambio, pero ahora deberá ganarle a Sergio Massa, el candidato del justicialismo para competir con Javier Milei en segunda ronda, asumiendo que puede representar el mal menor para los desencantados del actual oficialismo.
Sin embargo, el desafío mas importante debe asumirlo Sergio Massa, actual ministro de economía, que no logró ser el candidato presidencial mas votado, como era su apuesta, y con el peor resultado de su historia para el peronismo. Para pasar a segunda vuelta, debe imponerse a Patricia Bullrich (en teoría, según los resultados de las primarias, algo alcanzable, sobre todo si disminuye la abstención) pero sería un verdadero milagro que pudiera derrotar a Milei en segunda vuelta.
Paradojalmente, es el escenario que mas le conviene. Buscando polarizar la elección entre la opción de la ultraderecha y una de corte mas bien moderada, que corresponde al perfil de Massa dentro del justicialismo que, como se ha analizado, más que un partido es un misterio, que alberga en su interior muy diversas corrientes de pensamiento. La gran interrogante es si estas primarias marcan el fin del kirchnerismo, que no necesariamente representa el fin del peronismo, que mas que un partido es un sentimiento, como lo definía el mismo Perón.
Así todo apunta a que estas elecciones se resolverán en segunda vuelta y por ahora, el desafío es lograr apuntarse en esa papeleta. El desenlace no tan sólo preocupa a los argentinos (especialmente a los mercados), sino también a sus vecinos y al mundo, que se pregunta, con creciente inquietud, hacia donde vamos. ¿Quién se atreve a una apuesta?
Por ahora, en lo inmediato, abundan los que declaran haber votado al Peluca sólo por “bronca” contra todos, mientras el dólar se va a las nubes. El lunes, el banco central devaluó el peso doméstico casi en un 18%, a 350 unidades por dólar en el mercado mayorista y subió la tasa de referencia a 21 puntos básicos al 118% nominal anual, mientras que la moneda local cayó 9,7% en el mercado informal a 670 pesos por dólar. Asimismo, el índice bursátil Merval perdió un 3,5% en sus primeros negocios.
Efectos de una sorpresa electoral que no sólo inquieta al involucrado ministro Massa, que puede llevar muchas velas en un presunto entierro oficialista, también al eufórico Milei, para mantener fieles a los que lo votaron al simple voleo y con la vista de lo(a)s tres contendientes en aquella masa de ciudadanos que se abstuvo en las recientes P.A.S.O.