El Foro de Santiago

por La Nueva Mirada

Por Marcelo Contreras N.

No deja de ser una buena señal que los partidos de derecha y centro derecha  de la región, agrupados en la Unión de Partidos Latinoamericanos (UPLA), se reúnan en Santiago en un foro sobre la democracia y busquen establecer una instancia permanente de coordinación de este sector político tras los principios de la libertad, progreso, solidaridad y espíritu democrático.

Ello representa un evidente avance de quienes, en un pasado muy reciente, incentivaron y apoyaron los regímenes dictatoriales que se sucedieran en la región, bajo la inspiración del  Departamento de Estado norteamericano, como está acreditado en las actas del senado de EE.UU, bajo la recurrida doctrina de la Seguridad Nacional.

Ello representa un evidente avance de quienes, en un pasado muy reciente, incentivaron y apoyaron los regímenes dictatoriales que se sucedieran en la región, bajo la inspiración del  Departamento de Estado norteamericano, como está acreditado en las actas del senado de EE.UU, bajo la recurrida doctrina de la Seguridad Nacional.

En la mayoría de los países en donde estos regímenes se instalaron (como es el caso de Argentina, Brasil y Chile), los partidos de derecha se constituyeron en su apoyo civil y muchos de sus dirigentes fueron, al menos, cómplices pasivos de las masivas y sistemáticas violaciones a los derechos humanos.

Resulta alentador que hoy en día la mayoría de los partidos de derecha que integran la UPLA reconozcan la democracia como el espacio y el límite de la acción política, así como el valor de los Derechos humanos como un todo indivisible y solidarios entre sí.

En la mayoría de los países en donde estos regímenes se instalaron (como es el caso de Argentina, Brasil y Chile), los partidos de derecha se constituyeron en su apoyo civil y muchos de sus dirigentes fueron, al menos, cómplices pasivos de las masivas y sistemáticas violaciones a los derechos humanos.

Sin embargo, no todos los partidos convocados a la cita pueden exhibir idénticas credenciales democráticas, por recientes que estas sean. Tal es el caso del partido de Jair Bolsonaro en Brasil, que no tan sólo ha reivindicado el legado del régimen militar en su país, justificando las torturas y homenajeando al ex dictador paraguayo Alfredo Stroessner. Al igual de lo que sucede con José Antonio Kast y su movimiento, que hacen lo propio con el régimen de Augusto Pinochet. Y no deja de ser inquietante que dirigentes y parlamentarios de la UDI y Renovación Nacional apoyen sus dichos.

Con todo, es necesario asumir positivamente este nuevo compromiso de las derechas latinoamericanas con la Democracia y los Derechos Humanos. Sería deseable que terminara de costituir un compromiso sesgado, referido a lo que sucede en países como Cuba, Venezuela o Nicaragua, sino que se extendiera de manera universal y comprensiva, tanto al sistema democrático como a la integralidad de los derechos civiles, políticos, económicos y sociales, que contiene la Declaración Universal de los Derechos Humanos consagrados por Naciones Unidas.

Resulta alentador que hoy en día la mayoría de los partidos de derecha que integran la UPLA reconozcan la democracia como el espacio y el límite de la acción política, así como el valor de los Derechos humanos como un todo indivisible y solidarios entre sí.

Cuesta entender la participación en este foro de la esposa de Juan Guaidó, Fabiana Morales, que, al igual que su marido, es militante de Voluntad Nacional, el partido de Leopoldo López, afiliado a la Internacional Socialista. Bien pudiera ser que haya sido invitada para presentar su visión acerca de la crisis venezolana, y no tendría nada de reprochable. Otra cosa es comprometer a esa organización política en una instancia de coordinación de las derechas latinoamericana.

PROSUR

Sebastián Piñera ha comprometido su asistencia al cierre del evento, presumiblemente acompañado del mandatario colombiano, Iván Duque, que se ha transformado en el principal aliado del mandatario chileno en su esfuerzo por superar a UNASUR (en estado de parálisis por desacuerdos políticos) con una nueva organización regional- PROSUR- manifestando un evidente alineamiento políticos e ideológico, que no puede menos que dividir aún más a la región.

Aún falta constatar cuantos mandatarios concurrirán a la cita del próximo viernes, en donde el Presidente Piñera busca dar a luz la nueva iniciativa que ha venido trabajando desde hace algún tiempo. Por de pronto, el mandatario brasileño Jair Bolsonaro ha confirmado su participación, en lo que es una visita oficial. Al igual que el Presidente Argentino, Mauricio Macri, el mandatario colombiano, Iván Duque, Mario Abdo de Paraguay y supuestamente Martín Vizcarra de Perú, sin que hasta el momento se pueda confirmar  la asistencia de Evo Morales, Lenin Moreno o Tabaré Vázquez.

Sin embargo, no todos los partidos convocados a la cita pueden exhibir idénticas credenciales democráticas, por recientes que estas sean. Tal es el caso del partido de Jair Bolsonaro en Brasil, que no tan sólo ha reivindicado el legado del régimen militar en su país, justificando las torturas y homenajeando al ex dictador paraguayo Alfredo Stroessner. Al igual de lo que sucede con José Antonio Kast y su movimiento, que hacen lo propio con el régimen de Augusto Pinochet. Y no deja de ser inquietante que dirigentes y parlamentarios de la UDI y Renovación Nacional apoyen sus dichos.

La negativa de los nuevos presidentes de la Cámara de Diputados y del Senado a la cena oficial que el gobierno ofrece al mandatario brasileño, por más que no sea protocolarmente obligatoria, representa un problema. Más allá que el mandatario brasileño es una figura más que controversial, por su ideología y discurso xenófobo, misógino, ultraderechista y nacionalista, es el Presidente de Brasil, elegido por una abrumadora mayoría. Está en el mejor interés nacional, mantener las mejores relaciones políticas, económicas y diplomáticas, con la principal potencia regional,  más allá de las diferencias políticas e ideológicas que se puedan mantener con su figura. Probablemente no es esta la mejor ocasión ni la instancia para implementar esa política de buena vecindad, pero sigue siendo un imperativo para nuestra política exterior.

La iniciativa de PROSUR no ha sido consultada o debatida por las instancias contempladas por la Cancillería- como el Consejo de Relaciones Internacionales, que reúne transversalmente a ex Cancilleres, ex embajadores, parlamentarios y personalidades vinculadas a la política exterior- y ha generado severas críticas de parte de la oposición y no pocos reparos en círculos del oficialismo, por los evidentes riesgos de retornar a los alineamientos ideológicos propios de la guerra fría, que el gobierno de Donald Trump busca resucitar.

La iniciativa de PROSUR no ha sido consultada o debatida por las instancias contempladas por la Cancillería- como el Consejo de Relaciones Internacionales, que reúne transversalmente a ex Cancilleres, ex embajadores, parlamentarios y personalidades vinculadas a la política exterior- y ha generado severas críticas de parte de la oposición y no pocos reparos en círculos del oficialismo, por los evidentes riesgos de retornar a los alineamientos ideológicos propios de la guerra fría, que el gobierno de Donald Trump busca resucitar.

Hay caminos mucho más eficientes y fructíferos para avanzar en una mayor integración y unidad regional. Como los esfuerzos de convergencia entre la Alianza del Pacífico y UNASUR, que podrían potenciarse con gobiernos con mayor afinidad ideológica. O una urgente reforma a la Organización  de Estados Americanos, que su actual Secretario ha partidizado al extremo a partir de la crisis venezolana, en abierta sintonía con el Departamento de Estado norteamericano.

No deja de ser preocupante que el gobierno haya dañado los necesarios consensos que requiere la política exterior del país, asumida como una política de Estado, cuya conducción corresponde al Presidente de la República y que debe ser consensuada con la oposición. La iniciativa de PROSUR, que el Presidente Piñera busca impulsar contra viento y marea, tan sólo puede profundizar las diferencias, que obviamente debilitan la política exterior del país.

No deja de ser preocupante que el gobierno haya dañado los necesarios consensos que requiere la política exterior del país, asumida como una política de Estado, cuya conducción corresponde al Presidente de la República y que debe ser consensuada con la oposición. La iniciativa de PROSUR, que el Presidente Piñera busca impulsar contra viento y marea, tan sólo puede profundizar las diferencias, que obviamente debilitan la política exterior del país.

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