La clave política más importante para leer el reciente ajuste ministerial es la de del orden al interior de la coalición oficialista tras reiteradas derrotas a nivel parlamentario. Para conseguirlo Piñera debió sacrificar a su ministro del Interior, Gonzalo Blumel, un fiel colaborador que lo ha acompañado por años, desde la coordinación en la campaña electoral de su programa de gobierno y luego encabezando ministerios hasta la sacrificada jefatura de gabinete, intentando un esquivo diálogo y apertura a saboteados acuerdos.
Es más que evidente que Blumel, militante de Evopolis, al igual que el ministro de Hacienda, carecía del peso político suficiente para imponer el orden y la disciplina en las huestes oficialistas, como ocurrió con el propio Piñera derrotado abrumadoramente con la reforma constitucional que validó el retiro del 10 % de los fondos previsionales y el rechazo de su veto a la prohibición del corte de servicios básicos.
La coalición de gobierno está atravesada por discrepancias mayores desde el estallido social, agravado por la emergencia sanitaria, con rupturas respecto del proceso constituyente y diferencias muy de fondo acerca del rumbo futuro del país.
En su momento de mayor debilidad y en medio de duras presiones de los sectores más duros de la derecha, a Piñera no le quedó más opción que la rendición incondicional para Blumel, reemplazado por Víctor Pérez. Un duro entre los duros.
Víctor Pérez es una figura histórica en la UDI. Un reconocido pinochetista, exalcalde designado, que ha defendido celosamente el “legado” del régimen militar y aboga por la liberación de los ex uniformados que cumplen condenas por crímenes de lesa humanidad en Punta Peuco. Fuertemente vinculado a la actual presidenta de la UDI, Jacqueline Van Rysselberghe, ha rechazado el plebiscito por cambio de la Constitución y fue parte de la minoría más recalcitrante ante las medidas de emergencia post pandemia.
Un reconocido pinochetista, exalcalde designado, que ha defendido celosamente el “legado” del régimen militar y aboga por la liberación de los ex uniformados que cumplen condenas por crímenes de lesa humanidad en Punta Peuco.
A Víctor Pérez no le temblará la mano a la hora de intentar imponer el orden. No tan sólo al interior de Chile Vamos sino en el país. La preocupación que expresara por la situación de la Araucanía al momento de asumir el cargo se orientaba a enfrentar con fuerte represión los hechos de violencia registrados en la región. Unas declaraciones especialmente sensibles en los precisos momentos en que recrudecen las movilizaciones y actos de protesta de organizaciones indígenas por sus reivindicaciones históricas (al momento de este cierre se encontraban tomados diversos municipios y reparticiones públicas, hechos que pondrán a prueba al flamante ministro Pérez)
A Víctor Pérez no le temblará la mano a la hora de intentar imponer el orden.
El nuevo equipo ministerial ya fue bautizado como “el gabinete del rechazo” al proceso constituyente, constatando la designación de Víctor Pérez, Andrés Allamand y Jaime Bellolio, tres exparlamentarios que proclaman el NO al proceso constituyente. Pero es más que dudoso que el gobierno que, al menos en las apariencias, debe mantener una actitud de prescindencia en el plebiscito programado para el 25 de octubre, refuerce una opción- hasta hoy- tan minoritaria en las encuestas (no alcanza al 30 %).
El triunfo de los duros
Todo indica que este nuevo gabinete marca una opción política extrema, que implica la aceptación de “gobernar con ideas propias”, como demandan los sectores más duros del oficialismo, aunque marquen un rumbo equívoco y contra corriente.
El debilitado mandatario ha buscado refugiarse en dirigentes de mayor peso político identificados con los sectores más duros de su coalición. Quizás la jugada más notable y audaz, en esa perspectiva, fue la incorporación de Mario Desbordes, el díscolo presidente de Renovación Nacional, que había manifestado sus intenciones de repostularse al cargo, como ministro de Defensa. Su ruptura con el poderoso financista Carlos Larraín, ex timonel partidario que en su momento lo respaldó, parece una clave que viabilizó el bloqueo político a Desbordes. Así queda abierta la interrogante respecto del curso de las tensiones evidentes al interior de RN.
Adicionalmente, la incorporación de Jaime Bellolio al gabinete, identificado como crítico a la conducción de la actual directiva de la UDI, permite desactivar otro foco de conflicto potencial en la coalición oficialista.
Una nueva etapa
Tanto el presidente como los nuevos integrantes del gabinete han sostenido que este ajuste ministerial busca marcar una nueva etapa, sin precisar claramente en qué consiste, salvo su esperanza de recuperar el orden y cohesión en las filas del oficialismo, en base a un nuevo trato, en que los partidos de Chile Vamos tendrían mayor incidencia y participación. Algo que no está plenamente garantizado a juzgar por las declaraciones de algunos de sus parlamentarios como Manuel José Ossandón o Iván Moreira, “el peor de todos” como se auto calificara. Sin mencionar a los diputados que optaran por renunciar a la UDI, los pasados al Tribunal Supremo y los ahora resentidos parlamentarios de Evopoli.
Todo este proceso interno de la derecha acentúa las distancias con la oposición y movimientos sociales, transforman el diálogo en una frase de buena crianza y vacía de contenidos.
Es más que evidente que el país enfrenta una severa crisis económica y social que bien pudiera generar un nuevo estallido social 2.0 como se le ha denominado, Las señales están a la vista. Es mucha la gente que lo está pasando muy mal. Que ha perdido sus empleos y fuentes de trabajo, La ayuda es insuficiente y aparece el fantasma del hambre. Cunde la rabia y desesperación ante las egoístas reacciones de la autoridad.
Una de las primeras prioridades de este nuevo gabinete es la de prevenir un nuevo estallido social y sobre todo un rebrote de la violencia que puede acompañarlo. Pero ese no es un mero asunto de orden y seguridad, sino de gestión política y social que desafía a la autoridad.
Una de las primeras prioridades de este nuevo gabinete es la de prevenir un nuevo estallido social y sobre todo un rebrote de la violencia que puede acompañarlo. Pero ese no es un mero asunto de orden y seguridad, sino de gestión política y social que desafía a la autoridad.
Las prioridades del nuevo equipo
El gobierno ha enunciado cinco prioridades que deberá asumir el reciente gabinete designado, algo que muchos podrían compartir en sus enunciados generales. El problema está en los detales, la letra chica, las orientaciones y cómo se traducen “las ideas propias” que demanda la derecha
Partiendo por el desconfinamiento o desescalada, paso a paso, como ha afirmado el gobierno, respecto de la cual aún se discute su oportunidad y la escasa participación en su definición e implementación, sin descartar la posibilidad de nuevos rebrotes, como ha sucedido en otros países que prematuramente han seguido este camino.
Está el sensible tema de la protección social frente a la emergencia, en donde aún subsisten vacíos, graves insuficiencias e imprecisiones, tanto respecto a la integración como la distribución del fondo destinado a la emergencia, que algunos economistas de derecha proponen redestinar, sosteniendo que la reforma que autoriza el retiro del 10 % de los fondos previsionales desnaturaliza el marco de entendimiento alcanzado con la oposición,
Aún se debate el programa de ayuda a la clase media propuesto por el gobierno, que debiera ser complementario con el retiro de parte de los fondos previsionales y alcanzar una cobertura mayor a la propuesta,
En relación a la reforma del sistema previsional, subsisten importantes diferencias entre el proyecto gubernamental y lo planteado por la oposición. Diversos parlamentarios opositores han afirmado que el gobierno no cuenta con los votos para aprobar su proyecto y deberá ineludiblemente negociar para eludir nuevos desastres políticos.
La reactivación económica constituye otra importante prioridad, no tan sólo para el gobierno o el empresariado sino para el conjunto del país. Pero necesariamente este objetivo debe estar vinculado a los desafíos mayores en el empleo y protección social.
Se aproxima el proceso constituyente y el intenso cronograma electoral. En su discurso el presidente ha fijado como una de las prioridades del nuevo gabinete, el correcto desarrollo de dicho itinerario, que deberá partir con el plebiscito de entrada si las condiciones sanitarias lo permiten.
Ello implica desechar las propuestas de los sectores más duros de la derecha (entre ellos el propio Allamand) de cancelar el plebiscito y entregar excepcionales facultades al nuevo parlamento para introducir reformas a la actual Constitución,
Ello implica desechar las propuestas de los sectores más duros de la derecha (entre ellos el propio Allamand) de cancelar el plebiscito y entregar excepcionales facultades al nuevo parlamento para introducir reformas a la actual Constitución,
Un ejecutivo que parece haber agotado sus opciones y nada permite garantizar que esta última sea la mejor.
Una agenda desafiante que interpela al gobierno y la oposición, poniendo a prueba al nuevo gabinete, sin garantías que pueda acompañar a Piñera hasta el último día de su mandato. Un ejecutivo que parece haber agotado sus opciones y nada permite garantizar que esta última sea la mejor.