El Gran Bukowski. Por Tomás Vio Alliende

por La Nueva Mirada

Solo un título corto como el de esta nota es capaz de agigantar a un hombre como el escritor Charles Bukowski (1920 – 1994), un individuo hecho a la medida para caer tempranamente en el rincón de los vencidos, pero que logró salir adelante y que su obra y nombre fueran recordados hasta el día de hoy. Odiado y amado por muchos no es un autor de medias tintas. Se le acusa de ocupar un lenguaje soez y exhibicionista. Sin embargo, sus adherentes destacan su simpleza y honestidad.

Mi experiencia personal con Bukowski ha sido positiva. Empecé leyéndolo en el colegio y en la universidad. Pude ver como compañeros que no leían nada, se sentían atraídos por el espíritu burdo y alcohólico del escritor, uno de los grandes exponentes del realismo sucio, y por primera vez compraban o se conseguían uno de sus textos.

En el lanzamiento de mi primer libro de cuentos “Apocalipsis y otros relatos breves” (2017) leí uno de sus poemas y la verdad lo hice no por moda ni mucho menos. Me nació porque fue gracias a esos versos, que dejo a continuación, que pude sacar mi obra adelante:

Aire, luz, tiempo y espacio

“Sabes, yo tenía una familia, un trabajo, algo / siempre estaba / en el medio / pero ahora / vendí mi casa, encontré este / lugar, un estudio amplio, / deberías ver el espacio y la luz.

Por primera vez en mi vida voy a tener el lugar / y el tiempo para / crear”

No, nene, si vas a crear / vas a crear trabajando / 16 horas por día en una mina de carbón/
/ o / vas a crear en una piecita con tres chicos / mientras estás / desocupado, / vas a crear / aunque te falte parte de tu mente y de / tu cuerpo, vas a crear ciego, mutilado, loco, /vas a / crear con un gato trepando por tu / espalda mientras / la ciudad entera tiembla en terremotos, / bombardeos, inundaciones y fuego. / (…)

Este es el comienzo del texto de Bukowski que me ayudó a publicar mis cuentos breves. Estaba en medio del desierto cuando el poema completo me hizo mucho sentido y este segmento también: “vas a crear, aunque te falte parte de tu mente”. El viejo indecente me estaba diciendo que el libro tenía que salir sí o sí. Con o sin editorial y así fue. Se publicó.

Ya tengo reservado otro de sus textos para el lanzamiento de mi primera novela, que actualmente se encuentra lista, comenzando los trámites editoriales. El poema que leeré también me llegó del cielo y de manera atingente al tema de mi futura publicación.

Bukowski nació en Adernach, Alemania, en el seno de una familia integrada por su madre, una alemana y su padre, un estadounidense polaco. A causa de la crisis económica de la I Guerra Mundial, la familia viajó en 1923 a Estados Unidos y se estableció en Baltimore. Más tarde se fueron a Los Ángeles, ciudad donde el escritor siempre le gustó vivir hasta el día de su muerte.

La relación con su padre nunca fue fácil y eso lo marcó durante toda la vida.  Estudió un poco de cine y literatura, pero pronto se fue de la casa y vagó por Estados Unidos, dedicándose a trabajos temporales.

Posteriormente, le publicaron un par de cuentos en revistas especializadas, pero se desilusionó del sistema y dejó de hacerlo. Trabajó como cartero estuvo a punto de morir y escribió notas para distintos medios de comunicación hasta que cuando bordeaba los 50 años, el editor de Black Sparrow Press, John Martin, le hizo una propuesta: un sueldo de 100 dólares de por vida. Bukowski aceptó, dejó su trabajo y Martin le pasó sagradamente un cuarto de su sueldo de ese entonces.

Autor de las obras “Cartero”, “Factotum”, “La senda del perdedor”, “La máquina de follar”, “Pulp” y “Hollywood”, entre otras, ha escrito casi siempre preocupado de su alter ego: Henry Chinaski. Este último, al igual que Bukowski, es pendenciero, bebedor, un poco burdo e ingenuo, bastante parecido a la imagen que el escritor siempre le gustó de sí mismo.

Más allá del alcohol, la bohemia, su afición por las carreras de caballos y las mujeres, Bukowski dejó un legado. Las cosas se hacen o se hacen, los sueños se cumplen. “No trates”, dice en su tumba junto a la imagen de un boxeador. Según sus principios, la vida de un autor se expresa de manera natural, sin forzar el destino. El escritor no elige ni intenta nada, simplemente lo hace.

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2 comments

Isabel Alliende julio 23, 2020 - 6:25 pm

Excelente

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Maria del Pilar Clemente diciembre 31, 2020 - 2:41 pm

Gran lección de vida. Me gustó eso de “Realismo sucio”. Un escritor controvertido. Gracias.

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