Se escarba los dientes en la puerta de entrada a su casa para que los vecinos crean que almorzó bien, lo que no ocurre hace semanas. Es una conocida historia de la picaresca española. Hace muuucho tiempo que se cuecen habas.
Chile me da la impresión de hidalgo hambriento aparentador. Lo que muestra a “la calle” son esos indicadores financieros que tanto acojonan a los economistas del barrio de las finanzas: la relación deuda a PIB, el riesgo país, medido como el recargo de la tasa de interés a los créditos que se hacen a Chile, la relación entre el déficit fiscal y el PIB… Estamos mejor que Latinoamérica, los vecinos se dan cuenta con envidia. ¿Quién quisiera estar en el lugar de Perú o Colombia?, preguntaba un ex ministro de Hacienda hace unos días atrás, argumentando en contra de gastar más para enfrentar mejor la crisis social del Covid 19.
¿Quién quisiera estar en el lugar de Perú o Colombia?, preguntaba un ex ministro de Hacienda hace unos días atrás, argumentando en contra de gastar más para enfrentar mejor la crisis social del Covid 19.
Pero el hambre va por dentro. El PIB se reducirá este año un 6%. El desempleo llega al 26%, si se suma a los nuevos cesantes el aumento de quienes quieren trabajar y no encuentran donde. Los contagios diarios sintomáticos de Covid 19 se mantienen en 1500 diarios, como mínimo, y mueren más de 50 personas al día.
Avanzamos a velocidad inmutable a los 20.000 muertos; la quinta proporción por habitante más alta del mundo. Y solo experimentamos la primera ola. El sistema de pensiones está quebrado, una amenaza terrible para una gran cantidad de personas modestas. Las calles de las grandes ciudades están prácticamente fuera de control en las noches. Demasiadas personas viven situaciones desesperantes.
Decía Keynes que las dificultades económicas de las naciones no corresponden a problemas objetivos sino a concepciones dogmáticas de los economistas. ¿Cuáles serían algunas de ellas? Se me ocurre que la obsesión con la relación deuda a PIB es una de las más evidentes. Alguien maneja estándares de normalidad que no se declaran con todas sus letras, pero que amenazan con consecuencias aterrorizantes si son sobrepasados. ¿Cuáles son?, ¿quién los fijó?, ¿de dónde salen?, ¿están escritos en algún cielo de los economistas? Sin embargo, seguimos teniendo uno de los coeficientes más bajos de Latinoamérica, a pesar del “esfuerzo” que dice haber hecho el gobierno para aliviar las consecuencias sociales del Covid. Y el famoso riesgo país no ha subido significativamente con el aumento del gasto público; y si miramos a nuestros vecinos, lo ha hecho en forma insignificante para ellos también. Pecatta minuta temida como peccatum mortale.
El sufrimiento social producido por el dogma que considera pecaminoso gastar más está a la vista. La fuerte contracción de los ingresos, el desempleo estratosférico, la desesperación en la calle, la magnitud social feroz de la crisis del virus, la espera sin esperanza… Y, encima de todo, el futuro amenazado por la quiebra del sistema de pensiones. Es evidente, incluso para políticos “responsables” de derecha, que es una consecuencia del dogmatismo de los economistas oficiales de preferir que las personas enfrenten con sus recursos personales destinados a jubilación la crisis social presente, con tal de que Estado no se endeude más.
Lo que ocurre cuando la mayoría de los economistas del mundo, los ministros de Hacienda y los banqueros centrales insisten en gastar “lo que se necesite” para aliviar la crisis social. Sin mucho miramiento por estándares demoníacos inventados.