Alumno de Russel, en 1921 dejó patidifuso el mundo de la filosofía, incluido el maestro, con su Tractatus lógico-philosophicus. En una hermética cascada de raciocinios articulados con tolerancias infinitesimales, resolvió de una buena vez todos los problemas filosóficos. Así lo creyó él: la realidad emerge en el lenguaje, la lógica es el lenguaje de lo verdaderamente real.
Habiendo descubierto todo lo que valía la pena, renunció a la buena vida académica inglesa y regresó a su Austria natal a enseñar en el colegio de un pueblo de provincia, y jardinear para un convento. Su hermana, con mucho dinero, le pidió que diseñara y construyera la casa para toda su familia. Obviamente tomaba más en serio su profesión original de ingeniero que sus devaneos metafísicos incomprensibles. Visible como centro cultural en Viena, es una estructura modernista perfecta, aplomada, angulada y calzada entre sí con tolerancias infinitesimales, con puertas que cierran con el susurro hermético de esclusas de pabellón quirúrgico, y cuyas manillas alertan al tacto de si se debe empujar o tirar. Una máquina perfecta, que anticipa las necesidades de habitar.
Quizás imaginó que con su casa lógica había resuelto para siempre un problema arquitectónico fundamental. Su hermana, sin embargo, fue adquiriendo un punto de vista diferente. No solo vivía en la casa, también lo hacía en el barrio en el cual se movía diariamente, en Viena, su ciudad, y en Austria, su país natal. Su habitar no era tan perfecto, después de todo. Y encima, tenía como vecina a Alemania, que terminó por arrasar su país, su ciudad y su barrio, y expulsarla de su casa por ser judía.
El joven maravilla se entristeció; quería mucho a su hermana. Además, él mismo había comenzado a tener serias dudas sobre la madurez de su Tractatus. La lógica no podía ser el acceso privilegiado a la realidad, concluyó pronto. La lógica está encerrada en el lenguaje, y el lenguaje es un sistema de significaciones compartidas fundado en la convivencia. Una conclusión que da por obvia cualquier persona que haya trabajado o tenido relaciones duraderas con otras, que solo se pierde de vista tras años de educación superior.
El joven maravilla, más maduro ahora, intenta filosofar con la sensatez de un tipo que ha pasado años en la calle. Sus Investigaciones Filosóficas, que critican con sangre su propio Tractatus, son, para muchas personas, una de las obras filosóficas más liberadoras del Siglo pasado. Sabía de lo que hablaba cuando dijo que es revolucionario quién se revoluciona a sí mismo.