No solo las encuestadoras, también las dirigencias políticas que condujeron y respaldaron las campañas de la coalición opositora, liderada por el derechista abanderado del Partido Nacional, Luis Lacalle Pou, y del oficialista Daniel Martínez del Frente Amplio, coalición gobernante en los últimos quince años, resultaron golpeadas por la voz de las urnas.
Cuando esas principales y prestigiadas encuestadoras – que siempre tendrán una explicación de última instancia para justificar su yerros – vaticinaban una cómoda ventaja para Lacalle (entre 6 y 8%) alentando la celebración programada por su renovada coalición y las explicaciones inevitablemente dolorosas de un oficialismo exitoso en logros económicos, sociales, culturales y de libertades públicas durante década y media, pero con el evidente desgaste político de esos años, el paso de las horas comenzó a prolongar una inesperada e inédita noche de sorprendentes noticias que culminaron con un empate técnico : 48, 7% para Lacalle, 47,5% para Martínez.
Cuando esas principales y prestigiadas encuestadoras – que siempre tendrán una explicación de última instancia para justificar su yerros – vaticinaban una cómoda ventaja para Lacalle (entre 6 y 8%) alentando la celebración programada por su renovada coalición y las explicaciones inevitablemente dolorosas de un oficialismo exitoso en logros económicos, sociales, culturales y de libertades públicas durante década y media, pero con el evidente desgaste político de esos años, el paso de las horas comenzó a prolongar una inesperada e inédita noche de sorprendentes noticias que culminaron con un empate técnico : 48, 7% para Lacalle, 47,5% para Martínez.
Ninguno de los postulantes conseguía el 50% de los votos, algo inédito en el curso de la democracia uruguaya, obligando a la revisión de los votos observados, es decir aquellos 35.000 que debe recontar la autoridad electoral para determinar la proclamación del nuevo mandatario, lo que ocurrirá en las próximas horas.
Es prácticamente imposible que el triunfador no sea Luis Lacalle Pou, pero la sorpresa electoral del reciente domingo y las diferentes explicaciones al inesperado desenlace, junto con evidenciar la solidez democrática del país (nadie ha objetado la limpieza del recuento de votos ni el trámite pendiente según indica el orden constitucional) aporta un dato sustancial para el futuro político del país: la existencia de dos fuerzas políticas parejas en su apoyo ciudadano.
Es prácticamente imposible que el triunfador no sea Luis Lacalle Pou, pero la sorpresa electoral del reciente domingo y las diferentes explicaciones al inesperado desenlace, junto con evidenciar la solidez democrática del país (nadie ha objetado la limpieza del recuento de votos ni el trámite pendiente según indica el orden constitucional) aporta un dato sustancial para el futuro político del país: la existencia de dos fuerzas políticas parejas en su apoyo ciudadano. El Frente Amplio, pese a salir el gobierno -algo más que esencial – a diferencia de lo ocurrido con otros procesos electorales cercanos, como el de Chile y Argentina, está lejos, por ahora, de perder el protagonismo que las encuestas y buena parte de los propios actores políticos vaticinaban.
Mientras las explicaciones de los que erraron sus vaticinios abundan en referencias a sucesos de última hora, como el efecto que habría tenido un mensaje final de Manini Ríos, Gral® – líder de la emergente fuerza política neo fascista que alcanzó una considerable representación parlamentaria – llamando a no votar por el abanderado del Frente Amplio, con un discurso amenazante que ya había sorprendido en la primera vuelta ( incorporando al mapa político de ese país una expresión que tiene parientes reconocidos en Bolsonaro de Brasil, JA Kast en Chile, Vox de España y otros tantos en Europa) lo cierto es que, como otras de las argumentaciones difundidas, no hacen más que sumar a Uruguay en la lista de democracias mal interpretadas por empresas encuestadoras de la opinión pública.
En algo pudo haber influido la tensión que Manini Ríos provocó al llamar a los uniformados a votar contra el Frente Amplio, es decir, como se ha señalado, un tiro que salió por la culata. Pero ello no pareciera dar suficiente cuenta del alza de la votación de Martínez en segunda vuelta y el descenso del favorito Lacalle Pou. ¿Cuánto influyó la campaña abnegada de los miles de militantes del Frente Amplio en los últimos días? ¿Cuánto algún exceso de confianza de la derecha, pese a su aplicada campaña de contenidos programáticos?
¿Cuánto influyó la campaña abnegada de los miles de militantes del Frente Amplio en los últimos días? ¿Cuánto algún exceso de confianza de la derecha, pese a su aplicada campaña de contenidos programáticos?
Reponiendo lo esencial que deja el reciente resultado que los vencedores podrán celebrar con un retraso inesperado, el Frente Amplio ha perdido la conducción del país y, ciertamente, aunque estrecha sea su derrota y se sostenga como fuerza política incidente, condicionando al nuevo gobierno para consensos futuros y negociaciones de cambios mayores a lo realizado en los últimos quince años, la coalición de izquierda parece exigida a la renovación de una propuesta programática, atendiendo a que buena parte de la reciente campaña se sustentó en su defensa de lo ya realizado por sus tres gobiernos consecutivos. Y ello parece no bastar. Tampoco refugiarse en que el liderazgo levantado para la contienda presidencial tuviese debilidades incidentes en su convocatoria, en circunstancias que fue elegido por la abrumadora mayoría de las filas partidarias que componen el Frente Amplio.
Desafíos que, más allá del papel y la esmerada campaña comunicacional de Lacalle, pondrán a prueba la capacidad de su gobierno para instalar nuevas políticas públicas en una sociedad esencialmente democrática. En ese escenario el anuncio de Manini Ríos de que no desea ser ministro del nuevo gobierno, insistiendo en la prioridad de sus reivindicaciones pro- militares, refuerza la imagen de una piedra en el zapato para la gestión de Lacalle y su pretensión de contar con un parlamento favorable.
La estrechez del resultado no bastará para que sectores de la derrotada coalición reciban el fuego oficial por actos de corrupción que han sido ya denunciados por quien ocupará la presidencia uruguaya. La derecha, con toda su diversidad interna, apostó a pasar la cuenta al Frente Amplio por fenómenos que agobian a la población como el aumento de la delincuencia y, pese a los años de crecimiento económico sostenido, también apuntó al incremento del desempleo en el último tiempo. Desafíos que, más allá del papel y la esmerada campaña comunicacional de Lacalle, pondrán a prueba la capacidad de su gobierno para instalar nuevas políticas públicas en una sociedad esencialmente democrática. En ese escenario el anuncio de Manini Ríos de que no desea ser ministro del nuevo gobierno, insistiendo en la prioridad de sus reivindicaciones pro- militares, refuerza la imagen de una piedra en el zapato para la gestión de Lacalle y su pretensión de contar con un parlamento favorable.
En el citado contexto no resulta menor resaltar la calidad de la convivencia democrática en Uruguay, algo relevante en el concierto de un continente marcado por crisis de legitimidad de las instituciones, como se percibe con no poca sorpresa y más allá de las apariencias al desnudo, en la propia sociedad chilena.
El último día de campaña se encontraron frente a frente en la tradicional rambla de Montevideo, militantes del Frente Amplio y del Partido Nacional, que culminaron cantando juntos el himno nacional uruguayo. Algo difícil de imaginar en otra capital de nuestra convulsionada región.
Lo señalado se ha manifestado tanto en la aceptación del funcionamiento de las instituciones tras una elección tan participativa como estrecha a la espera del resultado previsible y con un suceso que sobrepasa la calidad de simple anécdota: el último día de campaña se encontraron frente a frente en la tradicional rambla de Montevideo, militantes del Frente Amplio y del Partido Nacional, que culminaron cantando juntos el himno nacional uruguayo. Algo difícil de imaginar en otra capital de nuestra convulsionada región.