Por Azul Cordo
Publicado originalmente por La Diaria/feminismo. Uruguay
El espacio contiene casi 1.800 nombres y deja un pilar vacío para sumar recuerdos, vidas y memorias de las mujeres que lucharon con rebeldía y esperanza, a 50 años del golpe de Estado en Uruguay.
¿Qué es tener un nombre? Esa suma de letras que eligieron nuestros padres para marcar nuestra presencia en el mundo. Sara Méndez, que sabe de nombrar un hijo, que sabe de perderlo cuando tenía 20 días de vida al ser secuestrado por una patota apenas había terminado de tomar la teta, y sabe de encontrarlo 26 años después con otro nombre, dice: “Después de muchos años, tuve que aceptar que era él [pero] con el nombre que le habían puesto otros. Tenía que aceptar que él se reconocía por ese nombre, tenía que aceptar que Simón era Aníbal, que había vivido 26 años y que [si no aceptaba su nombre] era desconocer esos 26 años en su vida”. Él ahora usa Simón como segundo nombre. “Ha demorado en el proceso, pero han sido pasos seguros”, sigue, orgullosa de que su hijo hoy esté vinculado a Abuelas de Plaza de Mayo, dando testimonios en escuelas y participando en marchas por memoria, verdad y justicia en Argentina.
¿Y ella? Sara encontró su nombre en uno de los 20 pilares del memorial en reconocimiento a las ex – presas políticas que se inauguró ayer a las tres de la tarde frente al Palacio Legislativo. Ella tan bajita, su nombre tan en lo alto: el primero en esta placa de metal llena de apellidos que empiezan con emes y enes. “Me reconozco en el nombre y reconozco que ahí hay una cantidad de gente que estuvo conmigo también, pero no alcanzo a sentir al encontrarme con esa placa, todavía no. Ha de ser este uno de esos impactos muy fuertes, entre encuentros, abrazos, reconocimientos y, por lo tanto, todavía no me llegué a ubicar ahí, aunque le saqué una foto”.
Cortar la cinta celeste y blanca que rodeaba el óvalo del memorial fue cortar con parte de la desmemoria que todavía rodea a la participación de mujeres militantes antes, durante y después del golpe de Estado en Uruguay. Ellas han sabido tejer sus recuerdos, dar testimonio de lo vivido, escribir sabiendo que la memoria (es) para armar, han sacado fotografías, han hecho películas, han denunciado de manera colectiva que la violencia sexual que sufrieron como presas políticas fue parte de la tortura sistemática del terrorismo estatal. Y además de motorizar la necesidad de que distintos puntos de la ciudad queden marcados por haber sido escenarios de resistencia, un grupo de ex – presas políticas logró que les construyeran un memorial.
Es que, hasta hace muy pocos años, todavía, la militancia se caracterizaba entre “los héroes y las compañeras”, dijo la profesora de Literatura Silvia San Martín. Su nombre no está entre los 1.758 nombres grabados sobre el metal, porque figuran aquellas que fueron procesadas por la Justicia militar; tampoco el de su amiga y colega Liliana Bardallo, profesora de Filosofía.
Antes de que la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, cortara la cinta junto a algunas de las ex – presas políticas e inauguraran el memorial, en el escenario Papina de Palma cantó “La memoria” –deseando “que la violencia sea sólo para los libros”–, Diane Denoir tarareó “Palabras para Julia” –aquello de “nunca te entregues ni te apartes”– y Mauricio Ubal junto a Ruben Olivera levantaron las palmas de la multitud presente cuando entonaron “A redoblar”.
Sobre este estribillo infinito, cada cuál sobre su sombra, Silvia recuerda que estuvo exiliada y volvió a ejercer en 1986. Liliana se quedó en Uruguay y dice a la diaria: “Recién ahora se está formando la idea de que no fueron solamente ‘los presos y los exiliados y los desaparecidos’: estuvimos los que estuvimos acá también. Capaz que alguna estuvo presa alguna vez, no importa. Lo que importa es que fue un conjunto importantísimo de gente afectada por la dictadura y peleando contra la dictadura. Pero es como que la gente que quedó acá y que tuvo sus problemas (hasta quedarte solo: porque se habían ido los parientes y los amigos al exilio, o se habían muerto, o estaban presos o desaparecidos, o estaban aislados, porque además no te podías reunir), todo ese embrollo tan triste y feroz, eso queda como desdibujado. Entonces me parece bueno que, de a poco, la gente se vaya animando a contar eso: cómo vivimos durante la dictadura”.
La multitud rodea el memorial que tiene 20 pilares: “19 representando cada departamento del país y uno más para reconocer la lucha de todas las mujeres: niñas, jóvenes, madres y abuelas que lucharon”, explicó Ivonne Klingler, integrante del colectivo Ex Presas Políticas de Uruguay que participó –con voz y sin voto– en la elección de la propuesta ganadora del concurso para construir este espacio en Avenida de las Leyes y Colombia.
En ese pilar que no tiene nombres marcados podrían estar Silvia y Liliana. También podría estar el de esta mujer de vestido azul oscuro, muy amiga de las hermanas Sara y Rosa Lichtenstein, que renguea un poco apoyada en su bastón y, rozagante, le cuenta a su hija que sí, que encontró los nombres de sus amigas, militantes de la Juventud Comunista, que estuvieron presas muchos años, que eran de origen judío polaco y que fallecieron hace unos años. Venía buscando hasta la ele y sabía que las iba a encontrar: “No tienen a nadie, quedaron solitas. Mi nombre no está, no. Yo estuve exiliada”.
La fotorreportera Martha Passeggi –siempre con la cámara al hombro y en esta tarde fría escoltada por una sobrina que retrata el momento en que encuentra el nombre– dice que el memorial es importante “desde el punto de vista que jugamos las mujeres. Es importante que nuestra sociedad entienda que la mujer siempre estuvo y jugó un papel importante en la historia del país. Nos tocó a nosotras vivir este período especial, la Guerra Fría, y las consecuencias que muchas sabíamos que nos iban a pasar”.
El camino hacia encontrar el nombre propio es encontrar a otras que, en la coincidencia, se encuentran en un abrazo. “Están los nombres nuestros porque fuimos procesadas –agrega Martha–, pero hay tantísima cantidad de compañeras que no fueron procesadas y no están… Se va a tratar de agregar esos nombres”.
“¿Es mi nombre si fue grabado con tildes que el original no tiene? ¿Soy yo realmente la que quedó grabada ahí?”, puede preguntarse otra ex – presa que encontró su nombre y sus dos apellidos con acentos que nunca cargó.
Entre selfis familiares, entre carteles de “SALTO PRESENTE, MELO, PANDO PRESENTE, SANTA LUCÍA, MALDONADO”, la exmilitante tupamara y exdirectora de la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente del Uruguay Graciela Jorge piensa en las que no están, aquellas que se quedaron en el camino. Sus nombres, como el de Graciela, deben estar en los pilares y ella prefiere no nombrar a algunas para no ser injusta. “Para nada es un pensamiento de tristeza –dice–, pero me hubiera gustado que pudieran estar acá como yo estoy presenciando esto, porque hasta hace no muchos años no te podías imaginar que esto pudiera ocurrir”
Venimos de la bruma que envolvió la Vigilia por la Democracia del lunes en este mismo espacio. Para Graciela, esa y otras manifestaciones demuestran que “el sentimiento antidictatorial se está haciendo cada vez más fuerte”; muchos de esos actos “a cargo de la generación de chiquilines que nacieron en la cárcel”.
Graciela, que fue de las primeras autoras, como militante y ex – presa política, en escribir sobre fugas y maternidades en las prisiones, dijo a la diaria que para seguir construyendo esta memoria de mujeres políticas “hay que insistir en marcar un espíritu de rebelión, que nosotras teníamos: la nuestra fue una generación muy esperanzada y rebelde. Eso lo veo bastante borroso en las sociedades actuales”.
Que alguien te busque porque te conoce. Que alguien encuentre tu nombre y se pregunte quién sos. Es parte de la propuesta que Ana Demarco cree que este memorial puede generar en quienes circulen por el espacio y no sean las protagonistas directas de esta historia. Demarco fue una militante estudiantil de Magisterio que soñaba (y sueña) con cambiar el mundo desde la educación. “Es una fiesta encontrarnos con las que van llegando. En algún caso con silla de rueda, también, y ver cómo el tema de la mujer en dictadura ha tenido un crecimiento exponencial. Nosotras sin ser feministas, porque no nos denominábamos así en esa época, ya lo éramos”.
¿Qué te gustaría que pase acá?
Eso preguntamos a quienes iban circulando por ese abrazo que quedó emplazado frente al Parlamento. Martha Passeggi respondió: “Que sea un lugar de encuentro donde haya actividades organizadas por jóvenes, que son generaciones que ya están levantando nuestras banderas de memoria. El ‘nunca más’ que se dice es un deseo. Todo va a depender de la correlación de fuerzas también”.
Ana Demarco: “Me gustaría que los jóvenes se pregunten qué pasó, por qué, quiénes son, qué compromiso había y qué compromiso tengo. Dejar de pensar que en la sociedad somos unos y los otros, los malla oro y los no malla oro. Construir el nosotros me parece un compromiso fundamental. Mirar al otro sabiendo que es como yo”.
El memorial, elegido entre 26 propuestas presentadas a la Intendencia de Montevideo, fue aprobado en agosto del año pasado a partir de un proyecto a cargo de la arquitecta María Victoria Steglich Crosa, responsable de un equipo con cinco jóvenes arquitectos “que supieron interpretar nuestros sentimientos, las experiencias que nos fortalecieron, los respaldos y la solidaridad”, remarcó Ivonne Klingler. Y destacó que “representa a todas las mujeres que luchamos contra la actuación ilegítima y el terrorismo de Estado, las que fuimos detenidas, las exiliadas, las clandestinas, las solidarias, las asesinadas y desaparecidas”.
La obra representa un abrazo, ese que les hacían llegar, a pesar de todas las distancias y obstáculos, las madres, las tías, las hijas a las presas políticas: “Un lugar de encuentro, de reflexión, símbolo de volver a empezar”, agregó la ex – presa política. “No queríamos transmitir el horror. Quisimos transmitir a las nuevas generaciones cómo transmutamos el horror en algo positivo que nos permitió crecer y seguir adelante en situaciones límite como las que vivimos”, sintetizó su compañera Adriana Zinola.
Para Norma Susana la Negra Escudero, militante del Partido Comunista Revolucionario, el memorial vence la invisibilización que sufrieron las mujeres. “Cuando nos torturaban nos decían: ‘¿por qué no te vas a lavar los platos?’. Usaron nuestros órganos sexuales, todo lo peor de la tortura lo hicieron con nosotras, era como una venganza, una maldad que sentían contra nosotras. ¿Cómo es posible que la humanidad haga esto a otras personas? No queremos que nunca más pase”.
Temblando de emoción, cuando ya la plaza quedaba casi vacía, Ivonne, llena de orgullo, dijo: “38 años después conseguimos el reconocimiento a la lucha de las mujeres. No estábamos metidas debajo de la cama”.
Atrás quedaba la cárcel.