Eróstrato entre nosotros. Un poema de Pedro Lastra.

por La Nueva Mirada

En el año 356 antes de Cristo, y en Éfeso,

Eróstrato incendió el templo de Artemisa

para que su nombre nunca fuera olvidado

en sus días ni en las edades por venir.

Ese crimen estremeció a los griegos

y el rey ordenó que el nombre de Eróstrato

no fuera pronunciado ni recordado por nadie

en parte alguna del país,

cruelmente agredido en la fe y el fervor

hacia la diosa de la Naturaleza.

Murió Eróstrato, y entonces su presencia

fantasmal y secreta

se deslizó en las sombras,

penetró en la memoria de hombres y mujeres

e hizo su hogar en todos los hogares de Éfeso.

Los padres contaban a sus hijos

lo ocurrido en un tiempo que siempre regresaba,

y estos lo repitieron de año en año,

y así fue familiar de un mar a otro

el nombre abominable y la figura:

«Este era Eróstrato», decían,
«y quemó nuestro templo para ser de esta historia

y de todo lugar».

La prohibición duró, pues, pocos días:

la magnitud del daño y la obstinación que lo animara

fue más fuerte que todos los decretos,

y por obra de los mismos y sufrientes seguidores

de la adorable diosa,

Eróstrato consiguió su propósito,

y su nombre pervive en todas partes,

fue leyenda en las voces de una fama sombría,

leída en pergaminos y en minuciosos libros,

en diccionarios y en enciclopedias.

***

En mi país, el Palacio de Gobierno,

llamado La Moneda,

no era como el templo de Artemisa,

sino modesta réplica

de otros y lejanos edificios magníficos,

pero era el Palacio de Gobierno,

y también fue incendiado

por orden de un Eróstrato

ay!, cercano a nuestras vidas,

y a quien sus enconados enemigos y víctimas

recuerdan y execran

y tienen cada día en su memoria,

haciendo de su nombre

el Santo y Seña de su permanencia

en una aborrecida

casi inmortalidad.


 Por Pedro Lastra, Septiembre, 2015

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1 comment

María Cristina Wormull septiembre 14, 2023 - 12:42 pm

Maravilloso el poema de Pedro Lastra… un maestro!!!

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