“¡Así es la vida! Eso es lo que dice toda la gente. Estás en lo más alto en abril y derribado en mayo. Cuando regrese en junio voy a cambiar esta canción. Algunas personas disfrutan pisoteando los sueños de otros”. (Cantar con la máscara del “Guasón”, mientras se baila cadenciosamente).
El mundo es un pandemónium.
El virus de la desigualdad y la muerte se expanden sin control.
“Mientras millones de personas han caído en la pobreza, los multimillonarios incrementaron su fortuna en 3,9 billones de dólares entre el 18 de marzo y el 31 de diciembre de 2020” (Davos).
“El mundo está al borde de un fracaso moral catastrófico, y el precio de esto se pagará con las vidas y el sustento de los más pobres” (Director General de la OMS; 19 de enero).
En Chile, país de los negocios y el dinero, país de los pobres y los campamentos invisibles diezmados por el narcotráfico (salvo en la TV, donde se incendien y los matan las “balas locas”), se sigue estirando la cuerda con los “permisos de contagios vacacionales” -tratando de llegar a finales de febrero-, y privilegiando las decisiones económicas comerciales por sobre las de la salud, pariendo más y más muertos. No hay deuda que no se pague.
En Chile, país de los negocios y el dinero, país de los pobres y los campamentos invisibles diezmados por el narcotráfico (salvo en la TV, donde se incendien y los matan las “balas locas”), se sigue estirando la cuerda con los “permisos de contagios vacacionales” -tratando de llegar a finales de febrero-, y privilegiando las decisiones económicas comerciales por sobre las de la salud, pariendo más y más muertos. No hay deuda que no se pague.
En un último esfuerzo, ayer subió en un helicóptero un sacerdote a exorcizar el virus.
Habrase visto, tamaña…¿fe?
Cansado de esta decadencia, les invito a un futuro cercano, no utópico, ni distópico, sino “punctópico”, punctópicamente chileno.
Punctum: “Es él quien sale a escena como una flecha y viene a punzarme…Es pinchazo, agujerito, pequeña mancha” (Roland Barthes).
Cuando más de 15. 000.000 estén vacunadas con diferentes tipos de vacunas, (china, hindú, europea, africana, australiana, norteamericana y otras por venir), -algunas para el primer mundo y, otras para el segundo y tercer mundo-, marcharán por las calles sobre 30.000 muertos envueltos en sus mortajas. Cada cual más elegante, desfilarán de modo solemne con “pasos lentos al son de cánticos sagrados gregorianos”, envueltos en un torbellino de grandes moscas negras de los cementerios. Y rodearán al ex congreso de la Convención Constituyente mientras el Ministerio del Interior llamará a las fuerzas del orden para que los rocíen con agua y cal y así evitar un mal olor que desde hace un año ha invadido la ciudad y el país entero. Manos desconocidas los habían quemados demasiado a prisa maldiciendo y gruñendo, ¡por lo que muchos siguieron vivos!
¡Qué asco! ¡No nos dejan trabajar! Dice una conspicua constituyente arriscando su pequeña nariz, mientras le guiña el ojo a su joven vecino de mesa lleno de tatuajes. Sin que lo vean, está conectado a un sitio pornográfico de internet profundo.
¡Seguimos rodeados! Agrega otro.
¡Ahí vienen los pobres, los marginados y los excluidos! Grita espantada una constituyente de la 4 edad. Marchan al ritmo de un movido reggaetón y fumando una buena marihuana sintética.
La calle es un mar de latas de cervezas y mascarillas aplastadas.
Debo aclarar, eso sí, que los empresarios acampan hace meses en las calles aledañas en lujosas carpas para resguardar sus intereses, mientras ven series en Netflix y encargan comida hecha que les depositan en sus manos los modernos drones marca “Tesla”. Rodeados de militares esperan tranquilos una posible llegada del verdadero “enemigo interno”, la primera línea, conducida por líderes revolucionarios (esta vez sí), por “una ciega y un ciego”, comentan despectivamente.
¡Ya están aquí!, avisa el general constituyente, y da orden de disparar a los francotiradores instalados en los techos de los edificios circundantes.
Pero son muchos. En un minuto la situación es un pandemónium. (Perdón, ya usé esta palabra, pero me gusta porque tiene un correlato isomórfico semántico con pandemia).
La primera línea dispara sus lanzacohetes RPG (con lanza granadas), destruyendo paredes de edificios, a transeúntes desprevenidos y a uno que otro periodista de guerra de los matinales en medio de exclamaciones de júbilo.
El salón constitucional se llena de gritos y del mal olor de les que se han defecado o hecho “popó”. (Decir cagado o “cagade”, puede ser considerado vulgar).
Los perímetros de defensas caen uno a uno mientras avanzan los comandos. Eso sí, son los haitianos y venezolanos la carne de cañón que sirven de escudos humanos y atacan con lanzallamas y lanza virus de última generación (de la temible variante “Nueva York”), por unos miserables bonos de guerra, que serán pagados siempre que cumplan con sus objetivos bélicos y logren seguir vivos.
Finalmente, no hay escape. Han volado la gruesa puerta blindada y los revolucionarios logran entrar cortando brazos y degollando sin compasión a quienes encuentren gritando ¡Mueran los esclavos del dinero!¡La sociedad es mi único dios, y el pueblo mi profeta! ¡Vamos “tides”! (nuevo y original neologismo de “todes”). Llevan amarrados explosivos de SENTEX en sus cuerpos.
De pronto, observo horrorizado que una de ellas cubierta con una máscara del Guasón y un cuerpo con abundantes redondeces, se dirige hacia mí con sus armas levantadas. Luego de exclamar ¡Qué miras!, con una sonrisa fría comienza a degollarme lentamente hasta alcanzar los huesos de mi columna vertebral.
Mientras siento que me ahogo con un líquido tibio y viscoso, sorprendido por no sentir dolor, abro los ojos mientras un sudor helado recorre mi espalda.
¡Que espantosa pesadilla! Exclamo con voz baja (y una leve erección), para no despertar a mi compañera de hermosos ojos negros y grandes pechos que descansan en mi espalda. Pienso que es peor que la del día de ayer, cuando el pueblo ciudadano (¡malditos!) rechazó en el plebiscito la nueva constitución por fraudulenta, corrupta e ilegítima.
¡Hostia! (leer en voz alta imitando el acento y la prosodia española).
Ahora sí que estamos bien rodeados y, bien jodidos
Abro una cerveza bien helada y llamo a la presidencia para que traguen sus cápsulas de cianuro de emergencia les que aún quedan en el país y no huyeron a Florida.
Aún tenemos algo de tiempo, pienso, mientras nos encerramos en mi pieza blindada de seguridad.
Total, siempre podemos llamar a un nuevo plebiscito para plebiscitar este último plebiscito y firmar un nuevo acuerdo por la paz (ya es el quinto, creo).
Los virus son como
los
seres
humanos
que son como
los animales.
Para esto
no hay
vacuna.
ASÍ ES LA VIDA.