Cuatro años de mandato presidencial es un período corto. A menos que se establezca la alternativa de reelección inmediata por un período, lo vigente obliga a establecer prioridades claras y asumir una estrategia gradualista del programa que permita hacerlo viable. Más aún si no se cuenta con una mayoría parlamentaria.
reintegración, que implica bajar los impuestos a sectores de mayores ingresos y un claro retroceso en materia de progresividad y justicia tributaria.
Y el actual gobierno no parece tener claras esas prioridades. Animado de una verdadero ánimo refundacional, con la mirada puesta en las encuestas, insiste en su “frenesí legislativo”, con ansiedad para aprobar, al menos, tres de sus reformas emblemáticas (tributaria, previsional y de la salud) antes de fin de año, pese a que aún subsisten importantes diferencias con la oposición en temas tan sensibles como la reintegración, que implica bajar los impuestos a sectores de mayores ingresos y un claro retroceso en materia de progresividad y justicia tributaria.
Algo parecido sucede con el proyecto de reforma previsional, en donde el proyecto del Ejecutivo no resuelve el problema de las bajas pensiones sino de una manera muy gradual e insuficiente, sin integrar nuevos elementos de solidaridad al sistema, fortaleciendo el actual sistema de capitalización individual, así como el rol de las actuales administradoras de pensiones, por más que se contemple la creación de un ente público para “licitar” la administración de las nuevas cotizaciones.
A esta controvertida y trabada agenda legislativa, el gobierno suma un nuevo paquete de reformas que supuestamente apunta a mejorar la calidad de la política y el funcionamiento de las instituciones, que incluiría cambios en la composición del Congreso (reducción de parlamentarios, así como el término del fuero), reformas al Ministerio Público, Poder Judicial y Tribunal Constitucional, entre otras entidades. Todo ello sin explorar las posibilidades de “un gran Acuerdo Nacional, amplio y transversal” como el que insinuó Piñera en su última cuenta pública.
Todo ello sin explorar las posibilidades de “un gran Acuerdo Nacional, amplio y transversal” como el que insinuó Piñera en su última cuenta pública.
Como si todo lo anterior no bastara, el gobierno aún tiene pendiente la aprobación e implementación de su llamada agenda social, que incluye empleo (el desempleo subió al 8 % en la última medición que el Ejecutivo atribuye a la inmigración), infancia (incluyendo el proyecto de sala cuna universal), y seguridad ciudadana, con propuestas tan controvertidas como el control de identidad a mayores de 14 años y la colaboración de las FF.AA. en el combate al narcotráfico y el crimen organizado (además de la urgencia para aprobar la ley corta anti terrorista).
Con todo, el gobierno no logra definir una agenda pro crecimiento que enfrente la evidente desaceleración de la economía, estimulando una política contra cíclica que comprometa también al sector privado.
Con todo, el gobierno no logra definir una agenda pro crecimiento que enfrente la evidente desaceleración de la economía, estimulando una política contra cíclica que comprometa también al sector privado.
“No se puede hacer todo en un día”. La necesidad de redefinir las prioridades y asumir una estrategia gradualista
Las alarmas sonaron con fuerza al interior de Chile Vamos. Con sobradas razones, temen que el “frenesí legislativo” termine enredando al gobierno en una ineficaz batalla parlamentaria, que bien puede terminar en un estruendoso fracaso, al menos en dos proyectos emblemáticos- reforma tributaria y previsional- sin concentrarse en las prioridades políticas en donde se juega el éxito o fracaso y su proyección futura.
“No se puede hacer todo en un día”. La necesidad de redefinir las prioridades y asumir una estrategia gradualista
En una tensa reunión con el mandatario, los dirigentes de la coalición oficialista, en consonancia con lo ya acentuado por dirigentes empresariales, le representaron la necesidad de redefinir sus prioridades y asumir una estrategia gradualista que permita viabilizar la trabada agenda gubernamental.
El tema es más que preocupante, especialmente para liderazgos de derecha que aspiran a suceder a Piñera en el poder, como Manuel José Ossandón, Andrés Allamand o Francisco Chahuán (sin olvidar a Joaquín Lavín, favorito en las encuestas, cuya línea es eludir los debates políticos para centrarse en el cosismo, pese a la acerba crítica de Allamand: “Un museo de cera no gana la presidencia”).
En una tensa reunión con el mandatario, los dirigentes de la coalición oficialista, en consonancia con lo ya acentuado por dirigentes empresariales, le representaron la necesidad de redefinir sus prioridades y asumir una estrategia gradualista que permita viabilizar la trabada agenda gubernamental.
“El escenario para futuros comicios está abierto; la historia nos ha demostrado que estos pueden cambiar radicalmente en cosa de meses” sostuvo el senador Francisco Chahuán, evidenciando la preocupación por el tema de la proyección futura del gobierno, en línea con la preocupación manifestada por Andrés Allamand. “Lo que ahora hay que hacer es gobernar y sacar el programa de gobierno adelante” sostuvo Hernán Larraín Matte, Presidente de Evopoli, señalando que tenían un gran candidato para suceder a Piñera en la persona de Felipe Kast, aclarando que “ya vendrá el momento de las candidaturas presidenciales”
Al final, Sebastián Piñera no ha tenido otra opción que ceder, “no se puede hacer todo en un día, pero sí tenemos que hacer todo” señaló, pensando en su futuro. Por su parte el ministro del Interior, Andrés Chadwick, intentado salvar la imagen del gobierno, afirmó “vamos a ir avanzando, dosificando el envío de las distintas reformas de acuerdo a los tiempos y cargas legislativas. Queremos buscar las gradualidades que nos permitan tener bien preparados los proyectos, priorizando los objetivos”.
Al final, Sebastián Piñera no ha tenido otra opción que ceder, “no se puede hacer todo en un día, pero sí tenemos que hacer todo”
La trabada agenda legislativa del gobierno
Pese a algunos avances, el gobierno aún no cuenta con acuerdos suficientes con sectores de la oposición que le permitan asegurar la aprobación de sus proyectos emblemáticos. Subsisten claras diferencias (incluso al interior de la DC) en torno al proyecto de reforma tributaria y el sensible tema de la reintegración. Algo similar sucede con el proyecto de reforma previsional, por más que el gobierno haya saludado alborozado el voto del diputado socialista Gastón Saavedra a favor no del proyecto de reforma previsional, sino del ente público propuesto. El propio Presidente del PS, Álvaro Elizalde, debió aclarar que su partido mantenía serias divergencias con el proyecto, tal como sucede con la mayoría de la oposición.
Todo lo indicado plantea más de una interrogante acerca de la viabilidad legislativa de las llamadas reformas estructurales, definidas como las nuevas prioridades por la coalición oficialista, y que, con bastante voluntarismo, el gobierno se propone aprobar antes de fin de año.
Los desafíos para la oposición
El escenario descrito plantea todo un desafío para una oposición diversa y más que plural, que no ha conseguido procesar sus diferencias y construir mínimos consensos vinculantes para enfrentar la agenda legislativa del gobierno. Con indefiniciones y dudas para asumir los próximos desafíos electorales y reconstruir una alianza realmente competitiva que enfrente los afanes continuistas de la derecha.
Es inocultable que en su interior subsisten serias divergencias no tan sólo en cómo se enfrenta la agenda oficialista. Se resaltan distancias ideológicas y políticas, tal como quedó en evidencia con las críticas del Partido Comunista al informe de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, Michelle Bachelet, que, de paso, marcó reveladoras discrepancias en el propio PC. Ciertamente se debería asumir como un dato de la causa la existencia de discrepancias en torno al pasado reciente, incluido el legado de la Concertación de Partidos por la Democracia. Y obviamente proyectos políticos distintos de cara al futuro.
La interrogante esencial apunta a la viabilidad de reconstruir una alianza social y política de mayorías, poniendo por delante aquello que los une, asumiendo la diversidad como un valor, o si, al contrario, el realismo condena a que se mantenga la división y fragmentación en que hoy se encuentra la oposición, conduciéndola a la intrascendencia y marginalidad.
La interrogante esencial apunta a la viabilidad de reconstruir una alianza social y política de mayorías, poniendo por delante aquello que los une, asumiendo la diversidad como un valor, o si, al contrario, el realismo condena a que se mantenga la división y fragmentación en que hoy se encuentra la oposición, conduciéndola a la intrascendencia y marginalidad.
La manera como los diversos sectores de la oposición voten las reformas propuestas por el gobierno, bien podrían marcar un antes y un después en materia de su unidad o división. De la misma manera como las próximas elecciones municipales y de gobernadores regionales pueden marcar su derrotero futuro. Unas elecciones que históricamente han condicionado los resultados de las próximas presidenciales y parlamentarias.
Buena parte del éxito o fracaso del gobierno, y también de la oposición, se juegan en los escasos meses que restan de este año, que muchos describen como un año decisivo. El último sin elecciones durante el presente mandato.