Salazar afirma : “el «peso de la noche» (que ya dura dos siglos) y la debilidad teórica y política conspiran en su contra. Pero es necesario confiar en el instinto humano, social y comunitario de una ciudadanía despierta y deliberante”.
Al parecer Salazar cree que la ciudadania despierta y deliberante será el protagonista que pondrá fin al “peso de la noche” que según sus cálculos arrancaría desde 1820. Es decir, desde hace dos siglos que el país está estancado y es oprobiosamente desigual desde la independencia hasta nuestros días.
Salazar no alcanza a distingir que el desarrollo de las sociedades, en la mayoría de los casos, marcha de modo zigzagueante, no va en dirección recta “como la espada o el camino”, a veces por las miopías de quienes tienen responsabilidades dirigentes. Cada sociedad se traza sus propios objetivos los que, en lo principal, se desenvuelven en función de las conveniencias de diversas clases, capas y estrato sociales, en contrapunto de los intereses de otros sectores.
Además, las sociedades evolucionan conforme a sus avances ideológico-culturales y de las influencias que se ejercen desde otras experiencias.
Desde aquí, del presente, se podrá no sólo analizar el pasado sino también emitir los juicios que se estimen pertinentes. Pero ello debe hacerse sin perder de vista las condiciones de todo tipo que estaban en rigor en las épocas respecto de las cuales hacemos el juicio. Por ejemplo, no existía la carta de …Naciones Unidas
Así, el objetivo explícito de los independentistas era terminar con la dominación del imperio español y, no cabe duda, consiguieron su objetivo como un paso adelante, en el sentido progresista y democrático, asumiendo las condiciones de la época.
Otro tanto puede decirse del propósito de establecer una república, en lo que Diego Portales jugó un rol principal, en contraposición a las diversas intentonas del caudillismo, en este caso expresión de los atrasados intereses semi-feudales de terratenientes de la época, caudillaje que, en varios países de América Latina, alimentó el retraso, al menos institucional, de sus sociedades.
Ni qué decir del propósito del Presidente Balmaceda de nacionalizar el salitre, frustrado por los intereses, precisamente, de las corporacioes salitreras de la época. Esto es, según el decir de Salazar, por la burguesía en sí, el imperialismo en sí y los capitales internacionales.
Demás está decir que hablamos de un período “incipiente” de nuestra historia, donde habían “mestizos” pero, en los hechos, prácticamente no existían obreros, porque casi no existía la industria, ni hablar de que en los períodos que reseñamos no hay ningún atisbo de los avances tecnológicos de hoy.
Demás está decir que hablamos de un período “incipiente” de nuestra historia
Salazar no comprende que cada período de la historia tiene sus propios límites, conservadores y facistoides, progresistas y democráticos. El desarrollo histórico no avanza de manera lineal, hay saltos adelante y retrocesos (como lo fue el derrocamiento del gobierno popular y la entronización de la dictadura del gran capital).
Este tipo de enfoques sólo contribuyen a confundir por cuanto presenta las cosas como si ellas fueran puro asunto de voluntad. Porque, en estricto rigor, las sociedades no se construyen sino que se desarrollan y no se desarrollan de acuerdo al empeño o capricho de los individuos sino conforme a sus necesidades que están histórica y materialmente condicionadas. Por ejemplo, sería bastante distinto el desarrollo de la sociedad chilena si, entre otros factores condicionantes, nuestro país produjera petróleo en lugar de cobre.
Este tipo de enfoques sólo contribuyen a confundir por cuanto presenta las cosas como si ellas fueran puro asunto de voluntad.
Por ejemplo, sería bastante distinto el desarrollo de la sociedad chilena si, entre otros factores condicionantes, nuestro país produjera petróleo en lugar de cobre.
También, las sociedades se proponen aquellas metas que histórica y objetivamente son posibles de alcanzar y no otras, precisamente, porque la actividad humana se realiza bajo condiciones materiales y ciertos límites que a todas luces operan independientemente de su voluntad.
Tampoco existen sociedades que se encaminen concientemente al suicidio. Lo que sí ocurre –ha ocurrido y seguirá ocurriendo- es que los desaciertos y errores de los grupos dirigentes, en todos los ámbitos y a todos los niveles, pueden conducir a sus sociedades al despeñadero.
Tampoco existen sociedades que se encaminen concientemente al suicidio.
Entonces, se podrá influir más y mejor en y sobre las tendencias objetivas del desarrollo de una sociedad, ya sea en el plano político, económico, ideológico o social, mientras mayor conciencia exista en sus cuerpos dirigentes acerca de ese rumbo objetivo.
Ahora y desde allí, en un país capitalista y en su contexto internacional –dominado por el capital financiero- es que la mayoría de los chilenos, aprovechando y creando todos los resquicios que su formación social y la correlación de fuerzas permite, ha buscado con mayor o menor grado de conciencia un desarrollo mejor y más democrático para el país.