Por Luis Marcó
Recuerdo que Cicerón nació en el año 106 a.C., es decir, 2.122 años antes que yo, pero a dos pasos de mi casa, en Arpino. Mi abuelo se sentía orgulloso de ello. “Vitam regit fortuna, non sapientia”, me decía citando a nuestro conciudadano. Luego dejaba escapar un suspiro y añadía: “Pues sí, la fortuna es la que rige la vida, no la sabiduría”.
Marcelo Mastroianni. “Si ya me acuerdo… Memorias”
El Presidente Piñera parece necesitar enemigos poderosos e implacables, como lo ha manifestado reiteradamente a modo de mantra, y encontró uno formidable en la expresión de una epidemia que se propaga silenciosa y rápidamente por el mundo. A lo largo de los casi cincuenta días de iniciada la epidemia en Chile, el manejo técnico ha supuesto una baja letalidad del problema sanitario, pero los anuncios del mandatario y otras autoridades esta semana recién pasada, sobre el reinicio de diversas actividades laborales, supone un radical cambio de escenario. ¿Es posible confiar en la suerte, en la benevolencia de la diosa fortuna?
El Presidente Piñera parece necesitar enemigos poderosos e implacables
¿Es posible confiar en la suerte, en la benevolencia de la diosa fortuna?
Es obvio que la ansiedad por reponer las actividades productivas y de servicios arriesga un aumento en la cadena de contagios difícil de controlar. El covid-19 impone distancia social pero ahora la subsecretaria de Salud Pública, Paula Daza, incluso considera que se puede uno tomar un café entre amigos…ojalá guardando una distancia apropiada. La balanza entre sabiduría y fortuna se decantaría entonces por una apuesta al azar de la mano de una nueva normalidad, un concepto vacío de contenido pero que el gobierno quiere instalar como la base rectora para la sociedad chilena hasta el fin del mandato.
La balanza entre sabiduría y fortuna se decantaría entonces por una apuesta al azar de la mano de una nueva normalidad
Pese al sombrío panorama mundial, la forma como el gobierno chileno ha presentado lo que denomina la “quinta etapa”, es decir, la reactivación económica, tiene tono de comedia. Al margen del “cafecito” de la subsecretaria Daza, el Presidente Piñera habló de la importancia del retorno a clases considerando que lo presencial permite a los niños no solo aprender mejor, sino también interactuar en los recreos con los amigos y así enriquecer su desarrollo, todo esto evitando los contactos. Tierna mirada pedagógica, pero algo terrorífica si se considera el peligro que los jóvenes sean portadores asintomáticos. En paralelo, el gobierno descubrió que los funcionarios públicos son, ante todo, “servidores públicos” y eso implicaría la obligación de retomar actividades presenciales de manera urgente. Poco importa el esfuerzo de instituciones y municipios por fomentar los trámites en línea, los funcionarios debieran asumir una especie de apostolado más allá de cualquier riesgo, todo porque la vuelta a la normalidad lo exige. Parece que en esta etapa primaría aquello que “la fortuna rige la vida”.
Tierna mirada pedagógica, pero algo terrorífica si se considera el peligro que los jóvenes sean portadores asintomáticos.
El gobierno ha insistido en que estamos preparados para el agravamiento de la pandemia, que los medios médicos y las infraestructuras están disponibles porque ha habido tiempo de preparación. Sin embargo, la estrambótica historia de la supuesta donación china de respiradores, junto al instructivo de marzo donde se pedía a varias embajadas hacer gestiones urgentes para comprar aparatos en varios países, muestra un grado de improvisación inexcusable. La donación china a estas alturas parece una película de espías de bajo presupuesto, o derechamente una parodia. De los mil respiradores iniciales se pasó a quinientos, pero en estos días ha trascendido que serían solo diez y otros cuarenta que donaría la Cámara de Comercio comprados a ese país.
La donación china a estas alturas parece una película de espías de bajo presupuesto, o derechamente una parodia.
Al margen de la cantidad de aparatos médicos, el embajador chino en Santiago dijo no tener información de la donación en cuestión, ante lo cual el Ministro Jaime Mañalich reveló que fue una respuesta “acordada” para no dar pistas que pudieran comprometer la integridad del embarque. Una explicación delirante que la autoridad de Salud reforzó con la exhibición de supuestos mensajes intercambiados con el embajador Xu Bu en una suerte de “pauteo” totalmente anómalo a las prácticas diplomáticas. Este hecho, a lo menos curioso, en algo rememora las revelaciones del famoso “profesor Smith” con las falsas intercepciones de Whatsapp en la Operación Huracán.
Este hecho, a lo menos curioso, en algo rememora las revelaciones del famoso “profesor Smith” con las falsas intercepciones de Whatsapp en la Operación Huracán.
En medio del absurdo de estos últimos días pareciera que se ha instalado la falsa paradoja de la mitigación de la epidemia versus el costo para la economía. Esta se resumiría en si es inevitable superar la epidemia sacrificando la economía o salvar a esta última con un alto costo de vidas. Las expresiones del gerente general de la Cámara de Comercio de Santiago, Carlos Soublette resume lo anterior como: “no podemos matar toda la actividad económica por salvar vidas, porque después vamos a estar lamentando que la gente muera de hambre”. Cualquier paradoja se mueve en los extremos, en este caso poniendo en la balanza un aspecto ético y otro de praxis política. El sentido común dice que salvar vidas debiera ser la prioridad, pero si se pierde la estabilidad social tampoco se podrá contener la pandemia. Esto no es optar por una cosa u otra, exige que la política encuentre un equilibrio que no sea depender de la suerte.
“no podemos matar toda la actividad económica por salvar vidas, porque después vamos a estar lamentando que la gente muera de hambre”.
En la peculiar realidad chilena, incluso antes del anuncio presencial sobre el retorno presencial de los “servidores públicos”, se reveló que el gobierno estaba acercando posturas con algunos de los propietarios de los malls para su reapertura. La mirada del gobierno del Presidente Piñera pareciera llevarnos hacia un modelo de orden basado en buenos trabajadores y buenos consumidores, una opción bien riesgosa cuando venimos de meses de protestas que reivindicaban derechos sociales. Evidentemente somos más que consumidores, aunque algunos piensen que en medio de la incipiente recesión internacional la salvación podría venir del consumo interno.
La mirada del gobierno del Presidente Piñera pareciera llevarnos hacia un modelo de orden basado en buenos trabajadores y buenos consumidores, una opción bien riesgosa cuando venimos de meses de protestas que reivindicaban derechos sociales.
Hay que entender la gravedad de los tiempos que nos toca vivir. A medida que se acercaba el año 2000 se conjeturaban escenarios apocalípticos por el fin del milenio, hoy vemos una amenaza mayor y más próxima. En un intercambio epistolar entre el Arzobispo de Milán, Carlo María Martini, con el escritor Umberto Eco titulado “En que creen los que no creen”, se trata la hipótesis del apocalipsis milenialista. El Cardenal Martini planteaba la importancia de mantener la esperanza y la “propia responsabilidad en relación al mañana”. Es decir, no adhería a la esperanza ciega. Agregaba, además, que “…en la práctica se puede ver cómo hay creyentes y no creyentes que viven su propio presente confiriéndole un sentido y comprometiéndose con él responsablemente. Ello resulta especialmente visible en el caso de quienes se entregan de manera desinteresada y por su propio riesgo, en nombre de los más altos valores, sin compensación visible”. ¿Cómo no pensar en las tareas del personal sanitario, servicios de emergencias, centros de abastecimiento y otros?, ¿se puede permitir que el gobierno banalice ese esfuerzo fijando prioridades económicas que no se condicen con la gravedad de la crisis sanitaria?
“En que creen los que no creen”, se trata la hipótesis del apocalipsis milenialista.
¿Cómo no pensar en las tareas del personal sanitario, servicios de emergencias, centros de abastecimiento y otros?, ¿se puede permitir que el gobierno banalice ese esfuerzo fijando prioridades económicas que no se condicen con la gravedad de la crisis sanitaria?
Confiar en la fortuna para establecer una cierta normalidad, al estilo Bolsonaro, es incompatible con sobrellevar una epidemia potencialmente destructiva. Es cierto que ningún país resiste una cuarentena permanente ni tampoco su sistema productivo afectado por quiebras crecientes; pero el restablecimiento requiere participación, conocimiento técnico y planificación, algo muy ausente por estos días. En síntesis, hay que ponerle contenido a la “nueva normalidad” y no está demás advertir que Cicerón, aunque elogiaba la fortuna, dirigió su vida y terminó pasando a la historia precisamente por su sabiduría.
Cicerón, aunque elogiaba la fortuna, dirigió su vida y terminó pasando a la historia precisamente por su sabiduría.