Inés Echeverría Bello: ícono feminista y el lado más cruel del machismo. Por Karen Punaro Majluf

por La Nueva Mirada

Quien usara el seudónimo de Iris, debió enfrentar el dolor del crimen de su hija, Rebeca Larraín, en manos de su yerno, lo que la llevó a escribir Por él, libro testimonial que denunciaba los hechos y que favoreció el cumplimiento de la condena de cárcel por el crimen.

Inés Echeverría Bello (1868-1949) desde niña sintió la necesidad de “guardar la huella de mis días”. Así lo declararía en el prólogo de su obra Entre dos siglos (1937), la octava de sus novelas y que ya la enmarcaban dentro del Feminismo Aristocrático, pues por un lado fue una activa luchadora por los derechos de las mujeres y por otro, trató dereflejar en sus letras las miserias que vivían las clases sociales más desprotegidas.

Creció en el seno de la aristocracia, aunque sin madre pues ella murió al momento de dar a luz. Su educación estuvo a cargo de su tía paterna, Dolores Echeverría, quien la instruyó –por el carácter conservador de la familia- a la antigua usanza: enseñándole de religión, música, bordado, francés e inglés… Materias alejadas de la literatura.

Quizá fue por ello que recién a los 37 años publicó su primera novela, de manera anónima, titulada Hacia el Oriente, marcando el inicio de una carrera prolífica que no se detendría. Con el pseudónimo de Iris, se constituyó en una voz literaria relevante y en 1910 ya sonaba con fuerza entre los críticos literarios con Tierra virgen, Perfiles vagos, Emociones teatrales y Hojas caídas.

Es Alborada su proyecto narrativo más ambicioso: publicado en tres series de seis libros que aparecieron entre 1930 y 1946. Sin embargo, su compromido con la vida pública y la política chilena ya se encuentra en su obra varias décadas antes, en Entre deux mondes, novela escrita en París y que contrapone las bondades de pertenecer a la elite con los padeceres que tienen las mujeres del mundo conservdor (temática que también encontramos en la obra de Teresa Wilmms Montt).

El derecho femenino

Desde el “poder” que le entregó su posición social e intelectual, Inés Echeverría buscó reivindicar los derechos femeninos a través de publicaciones de artículos y dictando conferencias. En este período fomó sociedades –junto a otras intelectuales de la época- destinadas a la culturización de las mujeres, fomentando la lectura y llamándolas a luchar por la emancipación: Club de señoras de Santiago (1915) y el Círculo de lectura (1915). Además, su propia casa se constituyó como centro de reuniones literarias.

Pero lo que no pasaba de ser circuitos acerca de los derechos de la mujer se transformó de golpe en realidad: un violento hecho la llevó a enfrentar en su propia vida la violencia machista. Su hija, Rebeca Larraín fue asesinada por su marido, Roberto Barceló, en 1933.

En la década de los ‘30, la sociedad estipulaba que la esposa era “propiedad del   marido” no existiendo en los anales del derecho la condena a miembros de la elite por crímenes conyugales. Pero Inés Echeverría no se quedaría esperando por la clemencia de algún juez y escribió -en 1934- Por él, libro testimonial y de denuncia que hizo que Barceló cumpliera la condena por el crimen de Rebeca.

Sus inicios

Nació en Santiago el 22 de diciembre de 1868, quedando huérfana de madre, ya que Inés Bello Reyes tuvo severas complicaciones postparto.

Su amor por la literatura lo mostró tempranamente y a través de la lectura formó su pensamiento crítico. Con el recate de dos de sus textos –Miserias ocultas y La hora de queda– por Vísceras Editorial, es posible conocer su temprana redacción sobre los pesares del pueblo:

“La Lorenza era una humilde hija del pueblo.Mansa y sumisa, desde pequeña escuchó historias sobre ‘hombres malos con los que no se debía tratar’ y ‘niñas que desaparecían’ sin dejar rastro. Pero su suerte, no fue mejor que aquellas narraciones de infancia. Por el contrario, empleada como sirvienta de una aristocrática familia vivió una catástrofe que la marcó para siempre: el abuso cometido en contra de su hija más querida”.(Fragmento, Miserias ocultas)

Miserias ocultas y La hora de queda sondos obras que interpelan, a la clase aristocráticaa la cual pertenecía la escritora, enmarcando el texto en la ciudad de finales del siglo XIX y principios del XX.

Todas las mujeres, desde la real hembra, hasta la última doncella, pasan bajo la brutalidad del macho enfurecido. Y en su aristocrática inercia, la figura parecía soñar con ironía: ¡las revanchas ya vendrán!”.(Fragmento, Miserias ocultas)

En las dos novelas, las mujeres están sometidas. Hay un juicio valórico hacia el cuerpo. En Miserias ocultas se cuestiona mucho el personaje femenino de Lorenza y sus formas de crianza. También hay un tema que hay que destacar y que va de la mano de los personajes femeninos: la salud mental por la opresión que vive cada personaje femenino pero que, a pesar de eso, son personajes bien fuertes. Esto se puede relacionar con cómo la figura de la mujer siempre se enlaza con la locura”, explica Paulina Cofré, quien formó parte del rescate que hizo Vísceras Editorial.

Cofré explica además que Echeverría hace una fuerte crítica a las mujeres de clase alta que no se adaptan a los cambios de la sociedad. “Le preocupa lo que va a pasar a ellas. Se están quedando relegadas”, añadió. 

Entre hombres

Para nadie es un secreto que la literatura hispanoamericana decimonónica y hasta comienzos del siglo XX fue dominada por los hombres que, además, en algunos casos, eran políticos y siempre miembros de la elite.

Ya hacia 1920 el panorama comenzaba a diversifcarse y mujeres pudieron abrirse un espacio en el mundo de las letras, muchas veces bajo pseudónimos y forjándose camino en publicaciones de diarios y periódicos. Eso sí, hay que aclarar que estas escritoras también formaban parte de la elite y que solo al romper las barreras de su entorno y conocer la realidad que las circundaba, se abrieron a nuevas temáticas adheriendo a corrientes feministas y revolucionarias que buscaban la igualdad social.

Sobre esta apertura al mundo narrativo de las mujeres, el crítico literarario Daniel Catan explica que “posiblemente, a razón de lo anterior, estas escritoras se expresaron desde una escritura propia y original, alejadas de los moldes académicos, pero insertas en las problemáticas sociales y humanas que las aquejaban, lo que las sitúa, tanto en su momento como en un análisis actual, en lo que se ha denominado como escritura de mujeres, escritura femenina o escritura feminista”.

Hecho personaje.

En la novela Cuando mi tierra fue moza, que inicia con la fundación de La Nación (diario donde Inés colaboró desde sus inicios), se transcriben discursos y diálogos entre personajes históricos, por ejemplo: los realizados por el candidato Alessandri para el Club de Señoras o las conversaciones de “Iris”, el personaje, con las otras mujeres que participaban en este club. Así, la realidad de la escritoria se mezcla con la ficción, trasladando la novela al mundo de la crónica del diario.

Esta novela es un híbrido entre ficción y realidad: “Iris” es un personaje secundario, sobrina de “Héctor Bello” y “Teresa Bello” –Inés Echeverría fue bisnieta de Andrés Bello y prima de Rebeca Matte Bello- .

El personaje de “Teresa” se inspira en una tía real de Inés/Iris, Teresa Prats Bello, conocida por su actividad en pro de la educación femenina.

Cuando la narración se enfoca en “Héctor Bello”, se puede sugerir que Héctor es Inés/Iris. Por otra parte, la referencia a la genealogía del personaje, “por el lado paterno descendiente de la aristocracia intelectual (Bello) y, por el lado, materno de la nobleza vasca, es un claro guiño de Inés/Iris a sí misma, pero al revés: ella desciende de vascos por el lado paterno y de los Bello, por el materno. El único detalle es que en la novela nunca sabemos el segundo apellido de Héctor, solo conocemos que es vasco”, aclara Montserrat Arre, crítica de la Universidad Católica.

“Héctor” está ligado a tres mujeres: “Elisa Irigoyen”, su esposa; “Olivia Smith”, su amante quien está casada con uno de los cuñados de “Héctor”; y “Alba Morgan”, su amor espiritual. “Los espacios que cada una de las mujeres ocupan en su relación con ‘Héctor Bello’ dan cuenta de lo que ellas representan en la evolución intelectual y espiritual del personaje masculino, que podríamos, por una parte, caracterizar como contenedor de la crisis de valores y moral que acontecía dentro de la aristocracia en aquel entonces”, añade Montserrat Arre.

Aplicando la premisa que “Iris” (Inés) es “Héctor”, comprendemos que los personajes femeninos muestran que la mujer aristocrática fue un sujeto llamado a guiar y enriquecer, a través de sus capacidades espirituales y fuerza moral, el devenir intelectual y político de la Patria (y así perfeccionar la acción de hombres educados de clases media y alta), es lo que repite en sus capítulos testimoniales y lo que se interpreta a través de sus escenas alegóricas en la novela”, finaliza Arre.

Una forma propia de Inés Echeverría Bello para cuestionar le sociedad: los personajes ficticios hablan con la real voz de la autora.

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1 comment

María del Pilar Clemente noviembre 7, 2022 - 4:18 pm

Excelente artículo, me encanta Iris. Tan censurada por su drana familiar: la hija asesinada por su esposo

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