…una cosa es el manejo de la pandemia y su conciliación con la economía e incluso con la política (la democracia no puede congelarse) y otra muy distinta es cuando se produce el colapso hospitalario. Cuando los países llegan al punto de “rifar” camas la historia cambia, es un umbral que altera cualquier otra consideración y pone al Colegio Médico frente a un escenario distinto.
La entrevista a la Presidenta del Colegio Médico, Izkia Siches, el pasado 18 de marzo en el podscast “La cosa nostra”, ha causado escozor para quienes pareciera que en política importan más las formas que atender a los contenidos. Izkia, lenguaraz, “sin pelos en la lengua”, según el dicho, no escamoteó ni edulcoró sus opiniones ni las dudas que le genera el manejo de la pandemia. ¿En qué calidad habló la doctora? ¿Cayó en una suerte de infantilismo al tratar a autoridades de gobierno de infelices y a otros de intrascendentes?, según el rector Carlos Peña en su última columna mercurial la cosa iría por ese lado, pero bien vale la pena darle una vuelta al asunto.
En primer término, habría que considerar dos cosas de contexto que explican una intervención más dura de la Presidenta del Colegio Médico. La primera es que, a un año de la pandemia, tal como señalaba en la entrevista el sociólogo Darío Quiroga al situar que el 18 de marzo de 2020 se decretó el estado de emergencia, estamos en una crisis sanitaria similar o peor que entonces. Al respecto la dirigente del gremio médico enfatiza lo refractario que ha sido el gobierno a las sugerencias de la mesa social y las contradicciones en el manejo de la pandemia. En esto se cuenta la desregulación en los permisos de vacaciones, una pobre trazabilidad de contagios y el nulo avance del voto anticipado frente a las diversas elecciones que abordará el país, por citar algunos. El resultado es que estamos en una escalada de contagios, ad – portas del colapso del sistema sanitario, menor dotación de personal médico y la inminencia de decidir quien vive y quien muere.
El segundo aspecto de contexto es que la dirigente, que ya está en prenatal en su trabajo, deberá salir de escena por unos meses. Esto sugiere que es el momento de sincerar las cosas y evitar un silencio que solo contribuye a respaldar políticas contradictorias o confusas como haber abierto los casinos, malls, iglesias u otros. ¿Por qué molestó tanto lo de Izkia Siches y nadie habla del vaticinio del exministro Mañalich sobre que empalmaremos esta segunda ola con la tercera del invierno? La única explicación es haber apuntado a un modelo de decisiones donde lo sanitario pesaría menos que las consideraciones económicas, políticas e incluso intereses personales. La dirigente gremial sostiene que no hay cambios en la política sanitaria, la estrategia se mantiene invariable al punto que presiente cierta influencia del exministro Mañalich o derechamente que las decisiones críticas las toman fuera del ministerio de Salud.
Mucho se dirá que la pandemia tiene más de una dimensión, que lo sanitario no es lo único relevante y, sin duda, es cierto. Pero también es importante señalar que una cosa es el manejo de la pandemia y su conciliación con la economía e incluso con la política (la democracia no debería congelarse) y otra muy distinta es cuando se produce el colapso hospitalario. Cuando los países llegan al punto de “rifar” camas la historia cambia, es un umbral que pone al Colegio Médico frente a un escenario distinto. En varios pasajes Izkia Siches insistió que esto tiene un costo en vidas, por lo mismo, no van a paro frente a los desacuerdos con la actual administración. Sin embargo, en palabras de la doctora: “…como presidenta del Colegio Médico, no puedo permitir que los médicos estén administrando muertos en las urgencias”. Un punto que lamentablemente el rector Peña pasa por alto en favor de la necesidad de “guardar las formas”.
Cabría preguntarse si la intervención del exdelegado presidencial para la Araucanía Cristián Barra, al “denunciar” que los militares no querían intervenir en el conflicto Mapuche e iban con abogados a las reuniones con las autoridades de gobierno también fue un acto de infantilismo, en la lógica del rector Peña. Evidentemente era algo que no se debía decir, una cosa un poquito inconveniente, pero da la impresión de que el gobierno no lo consideró así desde el momento que lo sacaron del cargo para reubicarlo en la Subsecretaría de Interior. Alguien suspicaz podría incluso pensar que los dichos del Delegado Presidencial efectivamente interpretaban al Presidente. Infantilismo en unos, pero no en otros, curioso.
Pero no nos perdamos. Lo relevante del caso Barra está en una nota del doctor en sociología Jaime García Covarrubias que señalaba, remitiendo al filósofo Michel Foucault que: no se tiene derecho a decir todo; no se puede hablar de todo en cualquier circunstancia; ; y que cualquiera no puede hablar de cualquier cosa.[1] Los “mandamientos” de Foucault marcan un contrapunto entre lo de Barra y Siches: en el caso de esta última la entrevista es pertinente al cumplirse un año de pandemia y por la crisis sanitaria en desarrollo; es una persona que no habla de todo, sino de lo que importa al gremio que representa a partir de las resistencias y contratiempos que ha enfrentado; y tampoco dice todo considerando que no busca individualizar responsabilidades, sino destacar la postura del sector en contrapartida a las decisiones del gobierno que han incidido en una crisis sanitaria de proporciones y que puede empeorar.
Es cierto, como dice el rector Peña, que en las relaciones sociales se deben guardar silencios y cuidar el lenguaje. Antiguamente se decía que para nacer y morirse había que ser “discretos”, cuestión aplicable también a otras muchas cosas. Pero el silencio puede ser cómplice, ya sea minimizando las consecuencias de malas decisiones, como abrazar anticipadamente el éxito de las vacunas o ignorar escenarios más adversos como la propagación de cepas más resistentes del virus. Por cierto, ese escenario no solo lo plantea la doctora Izkia, sino también el exministro Jaime Mañalich, ambos han pedido sin éxito el cierre o mayor control de los viajes internacionales.
Por último, a propósito del valor
de la discreción en las relaciones interpersonales habría que advertir de su
inutilidad cuando el silencio pasa a ser ridículo. En la parodia teatral “La
Venganza de Don Mendo”, ambientada en el medioevo, el protagonista, por
salvaguardar el honor de su amada, finge ser un ladrón que ha entrado
furtivamente a su habitación al verse sorprendido por el padre. Don Mendo jura
no revelar el amorío, después de todo es un caballero, pero lejos de ser
salvado por su amada descubre que ella “…pidió que la lengua os arrancasen
primero, y que os cortasen las manos, y que mudo, manco y ciego en esa torre
quedaseis para siempre prisionero”. Es posible que la moraleja del
cuento sea que hay silencios torpes, absurdos…cabría preguntarse si eso no
termina siendo más pueril que ir sincerando algunas cosas, aun a costa de
sacrificar ciertas formas.
[1] http://www.nuevopoder.cl/no-es-mala-barra-senor-barra/
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