Socialdemócrata, republicana y feminista. Así se define la 40 premier neozelandesa, Jacinta Ardern, cuya efímera vida política ha resultado una de las importantes sorpresas del escenario internacional en los últimos tiempos. Su definición parece exacta. Sin embargo, Mrs Ardern omite, hasta ahora, algo no menor de su pasado. Fue una devota mormona. Siguió la tradición de sus padres. Se trata de una omisión importante, que quizás da cuenta de un recuerdo algo incómodo, pero no parece negativa.
Su exitosa vida política así lo demuestra. Incluso, podría aventurarse que la cercanía al mundo de Joseph Smith fue parte de su crecimiento político. Quizás lo más relevante es que fue justamente su paso por la iglesia de los mormones lo que la llevó a abrazar la causa de la tolerancia total y perfilar, a través de esa clave, sus dotes de liderazgo.
Todo partió por la comunidad LGTB. Sus primeros amigos –aquellos de los siempre entrañables momentos universitarios- formaban parte de la llamada diversidad sexual y ahí saltó el punto de fricción con sus obispos de la iglesia de Salt Lake. El resto es historia más o menos conocida.
Pese a ello, parece oportuno escarbar en una trayectoria, cuyos resultados son del todo interesantes.
La verdad es que desde cuestiones algo superficiales, hasta otras de mayor contenido y profundidad, Ardern no deja de llamar la atención casi día a día. Sorprende que ello se aprecie incluso a nivel local. Los chilenos hemos sido testigos cómo los asuntos políticos neozelandeses de más acuciante actualidad, así como las características personales de la premier, se han transformado en cuestiones referenciales del debate nacional. Incluso, por las razones más insospechadas, diversas fuerzas políticas locales (varias de ellas contrapuestas en materia de principios e ideario), toman como referencia a aquella diminuta nación salida del imperio británico en algún momento no especificado del siglo 20, incluyendo a su actual premier.
Los chilenos hemos sido testigos cómo los asuntos políticos neozelandeses de más acuciante actualidad, así como las características personales de la premier, se han transformado en cuestiones referenciales del debate nacional.
Una breve reflexión sobre tres de las principales cuestiones referenciales se condensan en las siguientes dudas: ¿es correcto tener a Nueva Zelandia de modelo?, ¿es posible replicar las características de Ardern en un país latinoamericano?, ¿es dable aprender algo del desarrollo político neozelandés?
Un breve escrutinio a lo que allí ha ocurrido en las últimas décadas puede dar ciertas luces, sin establecer a priori si los numerosos prejuicios o estimaciones pre-concebidas de la historia política de aquel país logran ser permeados.
Nadie podría rebatirlo. Nueva Zelandia se ha consolidado en el grupo de las sociedades más avanzadas del planeta. Sam Huntington quizás la clasificaría inclusive como la más avanzada. El términos huntingtonianos de trata de una sociedad inmersa en la búsqueda de nuevas puntos de identificación -es decir se halla en tránsito hacia un nuevo modelo-, manteniendo ejemplares condiciones de participación, libertad y estabilidad.
Nadie podría rebatirlo. Nueva Zelandia se ha consolidado en el grupo de las sociedades más avanzadas del planeta.
Un somero listado de las características que llaman la atención de Nueva Zelandia, incluyen lo siguiente: consolidación de un estado de bienestar, estabilidad política, relativa autonomía (dentro de los parámetros occidentales) en el plano geopolítico, estructura productiva globalizada pero no compleja, economía basada en recursos naturales abundantes, políticas públicas orientadas a cuestiones sociales, permanente mejora de los engranajes étnicos, compromiso explícito de los principales partidos con el reforzamiento del juego democrático, introducción de un sistema unicameral (1951) pese a mantener el modelo westminster y varios otros muy llamativos.
Esta lista indica que el modelo neozelandés es un ente complejo, donde ninguna de sus partes puede ser visto de manera disociada. Es decir, Nueva Zelandia no es un modelo por un asunto específico, sino en tanto confluencia de numerosos factores.
Es aquí donde surge la figura de Jacinta Ardern, cuyas características personales como líder político han reforzado dicho modelo. Es tanto el éxito, que no pocos socialdemócratas (de muchos países) ven en ella hoy una suerte de liderazgo de alcances globales. La ven como símbolo político de socialdemócratas pragmáticos, atentos a los cambios culturales y tecnológicos actuales. Incluso ha emergido como un contra-símbolo de los otros, aquellos ideologizados e imposibilitados de desenredarse en la madeja de crisis cíclicas del capitalismo o envueltos en disputas políticas de orden táctico. Representa una renovación conceptual equivalente a la personificada por Tony Blair en los 90. Algo de aquel espíritu renovador de la tercera vía seguramente la marcó. Apenas salida de la universidad, Ardern hizo una pasantía en uno de los equipos de Blair.
Es aquí donde surge la figura de Jacinta Ardern, cuyas características personales como líder político han reforzado dicho modelo. Es tanto el éxito, que no pocos socialdemócratas (de muchos países) ven en ella hoy una suerte de liderazgo de alcances globales.
Algo de aquel espíritu renovador de la tercera vía seguramente la marcó. Apenas salida de la universidad, Ardern hizo una pasantía en uno de los equipos de Blair.
Desde su cargo de Primer Ministro no sólo ha reforzado las políticas a favor de un desarrollo sostenible (algo muy propio de estos años), sino que, al momento de ganar las elecciones en 2017, se convirtió en la premier más joven del mundo. Luego fue la segunda en dar a luz un bebé en el ejercicio de su cargo. Son asuntos culturalmente muy relevantes. También ha mostrado un manejo ejemplar de situaciones bastante críticas, como el sangriento atentado contra una mezquita en Christchurch (marzo, 2020) y ahora durante la pandemia. En materia de contenidos, su renovada visión socialdemócrata se refleja en su marco de acción denominado wellbeing budget.
También ha mostrado un manejo ejemplar de situaciones bastante críticas, como el sangriento atentado contra una mezquita en Christchurch (marzo, 2020) y ahora durante la pandemia.
Su éxito ha sido de tal magnitud que ya en las últimas elecciones de este año, los laboristas no necesitaron el apoyo de otras fuerzas en el parlamento. Su gestión ha sido tan reconocida por los neozelandeses que en todas las encuestas, marca bastante más que su propio partido.
Luego, el éxito neozelandés descansa en consensos básicos también en cuanto al desarrollo político de largo plazo del país. Aquí cobran centralidad los maoríes, esa comunidad de poco más de 700 mil personas consideradas habitantes ancestrales.
Luego, el éxito neozelandés descansa en consensos básicos también en cuanto al desarrollo político de largo plazo del país. Aquí cobran centralidad los maoríes, esa comunidad de poco más de 700 mil personas consideradas habitantes ancestrales.
Nuevamente aquí se divisan trazos de originalidad. Su valor no se reduce a ser consideradas figuras totémicas por el nuevo estado neozelandés, sino como un conjunto especial, destinado a ser parte de la proyección futura de Nueva Zelandia. Es decir, por un lado, los individuos maoríes se integran en tanto lo que son -individuos- y, por otro, sus elementos culturales son asumidos como parte de esa identidad nueva y en proceso de amalgamiento que se busca para el país de cara a las próximas décadas. Esta característica deja fuera la idea difusa de multiculturalismo, que tiende a confundir las cosas, pues no son escasos los ejemplos donde se termina creando una multitud de ghettos. Hoy en la política neozelandesa, los maoríes gozan de los mismos deberes y derechos que los demás habitantes. El gran ejemplo de la proyección externa, donde el modelo de Jacinta Ardern sitúa a los maoríes, es la designación de Nanaia Mahuta como canciller. Como observación no tan al margen, Mahuta pertenece a la realeza maorí.
Hoy en la política neozelandesa, los maoríes gozan de los mismos deberes y derechos que los demás habitantes. El gran ejemplo de la proyección externa, donde el modelo de Jacinta Ardern sitúa a los maoríes, es la designación de Nanaia Mahuta como canciller. Como observación no tan al margen, Mahuta pertenece a la realeza maorí.
Chile no está del todo ajeno a esta problemática. Mahuta estuvo en nuestro país en marzo de 2019 cuando era ministra de Desarrollo Social, viajó a la Araucanía y manifestó interés en conocer más de este asunto que, aunque lejano, presenta ciertos aspectos comunes. En este punto, el carácter modélico de Nueva Zelandia radica en que lo pendiente fue asumido por la sociedad entera y no como un check list del gobierno.
En síntesis, Ardern ha logrado darle un renovado aire socialdemócrata a Nueva Zelandia reencauzando sus principales características. No ha sido un borrón y cuenta nueva respecto a los anteriores gobiernos. Tampoco ha tirado por la borda su contexto de alianzas internacionales. Son logros nada fáciles de replicar, ni menos en países inmersos en ambientes gravemente crispados.
Sin comprender la profundidad de lo que significa tolerancia extrema, parece muy difícil -y quizás imposible- reconocer lo positivo de Ardern. Sin embargo, y puesto en simple, se trata de un interesante modelito para armar.
1 comment
La decencia, la racionalidad, la libertad son valores universales. En mi opinión la única salida para los países en crear sociedades mas vivibles es un camino socialdemócrata, sin violencia pero con justicia redistributiva y si, capitalismo y empresas. Tal como Nueva Zelanda.