Según todas las encuestas Joe Biden va ganando la elección norteamericana por una diferencia entre 7 y 12 puntos. Una diferencia más que considerable a escasas dos semanas de conocer el resultado. El favoritismo de le da a Biden un 83 % para ganar frente a un exiguo 17 % de Trump. Casi demasiado bueno para ser verdad.
Con todo, las elecciones no se ganan con encuestas (que la mayoría de las veces se equivocan) sino con votos. Y en EE.EE. no basta con ganar el voto popular. Es necesario conquistar la mayoría de los 538 integrantes del Colegio elector, que la mayoría de los Estados no reparten de manera proporcional sino adjudicándole todas las preferencias al candidato que haya obtenido mayoría – aunque sea mínima- en su Estado. El mismo sistema que le permitió a Donald Trump ser elegido presidente hace cuatro años pese a obtener poco menos de tres millones de votos que Hillary Clinton.
El mismo sistema que le permitió a Donald Trump ser elegido presidente hace cuatro años pese a obtener poco menos de tres millones de votos que Hillary Clinton.
Es por esa razón que Biden, pese a ostentar un amplio favoritismo en las encuestas y proyecciones (también en las apuestas), insiste en afirmar que la elección aún no está ganada. La pelea se da en los llamados “estados bisagras”, aquellos que varían sus preferencias elección tras elección y que podrían inclinar la balanza en favor de uno u otro candidato.
El problema que hoy enfrenta Donald Trump en esta elección es que en algunos de esos Estados, en donde en la pasada elección se impuso por márgenes más bien estrechos a Hillary Clinton, hoy parece inclinarse por su rival. Incluso en Florida, con fuerte presencia de cubanos exiliados, en donde Biden aparece en las encuestas con una mínima ventaja sobre Trump.
“Si se gana en Florida la elección está resuelta” ha afirmado Joe Biden. La pregunta es si puede ganar la elección aún si pierde en Florida. Técnicamente es perfectamente posible, pero para ello debería asegurar mayoría en el resto de los Estados bisagra.
La otra gran duda es si Donald Trump reconocerá un resultado adverso. Se ha ocupado de sembrar dudas acerca del voto no presencial o por correo (una práctica habitual en el sistema norteamericano. Cerca de cinco millones de votantes ya han sufragado por este sistema en esta elección). Insiste en la jugarreta, advirtiendo que la única forma en que podría perder la elección es mediante fraude. Esa trampa se podría desvanecer con un resultado contundente a favor de Biden (como el que proyectan los sondeos) pero se alentaría con uno muy estrecho.
La otra gran duda es si Donald Trump reconocerá un resultado adverso.
Una marea azul podría barrer en la mayoría republicana en el Senado
En las pasadas elecciones legislativas del año 2018 los demócratas recuperaron la mayoría de la Cámara de representantes (la Cámara baja) gracias a su campaña en contra del gobierno de Donald Trump y muchos avizoran un resultado similar en la elección de los 35 senadores que se renuevan el próximo 3 de octubre, en donde los republicanos arriesgan 23 escaños, ante solo 12 de los demócratas.
De esos 23 escaños en manos republicanas, al menos 12 están en serio riesgo de pasar a los demócratas (incluido el escaño del líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConell) a quienes les bastaría mantener sus actuales senadores (tan sólo uno aparece en zona de riesgo) y ganar cuatro bancas para hacerse con la mayoría del Senado, dando por descontado que retendrían su mayoría en la cámara de representantes.
De esos 23 escaños en manos republicanas, al menos 12 están en serio riesgo de pasar a los demócratas
La mayoría de los senadores republicanos asumen que la campaña presidencial está prácticamente perdida y que hoy en día lo más importante no es apoyar a Trump sino defenderse a sí mismos e impedir que los demócratas tomen el control del congreso, para desarticular buena parte del “legado” que dejaría Donald Trump. A la manera como hiciera Trump respecto del legado de Barack Obama.
Donald Trump no es el mejor representante del partido republicano. Con un pasado demócrata, se postuló como candidato a presidente por los republicanos pese a las dudas de la propia dirigencia y la resistencia de amplios sectores al interior de ese partido. Su controvertido mandato ha tenido severos costos, con fuertes controversias entre las huestes republicanas. Influyentes figuras de ese partido han optado por negarle su apoyo brindándoselo a Biden. Una situación que ha aprovechado el postulante demócrata para llamar explícitamente a los republicanos moderados a votar por él el próximo 3 de noviembre.
Una situación que ha aprovechado el postulante demócrata para llamar explícitamente a los republicanos moderados a votar por él el próximo 3 de noviembre.
Trump– pese a sus performances publicitarias, infección supuesta de coronavirus mediante – debe estar más que consciente que puede perder esta elección en donde enfrenta una tormenta perfecta. Crisis sanitaria, económica y racial, unida a un alto desempleo y desafección de un sector de su propio partido.
Crisis sanitaria, económica y racial, unida a un alto desempleo y desafección de un sector de su propio partido.
En los últimos días ha anunciado que en caso de perder la elección se iría de Estados Unidos (quizás Boris Johnson lo pudiera recibir a cambio del príncipe Harry). Una advertencia que a muchos norteamericanos les aliviaría como promesa y que la mayoría de los británicos podría percibir como una amenaza.
Una advertencia que a muchos norteamericanos les aliviaría como promesa y que la mayoría de los británicos podría percibir como una amenaza.
Faltan menos de dos semanas para una elección que no tan sólo puede marcar un giro en la historia de EE.UU., también de buena parte del planeta. No es poco.