El Apruebo gana terreno y anula a quienes se refugiaron en el rechazo, salvo a JA Kast, quién pretende acumular fuerza plegando ultraderechistas de todos los fanatismos; religiosos, ideológicos, económicos.
Esta evidencia debe obedecer a una disrupción provocada en la formación ética y profesional de esa policía.
A partir de las manifestaciones de octubre 2019 a marzo 2020 los ultraderechistas quedaron aislados y furiosos. La sociedad, con pandemia incluida, se encaminó hacia el plebiscito con un apoyo institucional significativo. Los que desafinan en este contexto son los carabineros, que no logran zafarse de un accionar represivo conspirativo lo que junto a la corrupción los ha debilitado ante la opinión pública. Cuando el país necesita una policía eficaz, algunos oficiales se las ingenian para manifestar preferencia por los camioneros en paro y antipatías con los jóvenes manifestantes. Esta evidencia debe obedecer a una disrupción provocada en la formación ética y profesional de esa policía. Los ciudadanos no deberían facilitar la manga ancha desentendiéndose de la discusión en el parlamento sobre este tema.
La mayoría de la derecha apuesta por centrarse en su opción por la convención mixta.
La mayoría de la derecha apuesta por centrarse en su opción por la convención mixta. Esta la formarían un porcentaje de los parlamentarios designados para ese fin y el porcentaje mayoritario serían delegados elegidos por el pueblo. “La mixta” es un acuerdo tácito entre quienes preferían seguir reformando la constitución tramposa. El mal menor. Los de la sociedad de consumidores y no de actores sociales, económicos y políticos. Los más conservadores de la derecha apoyan la mixta con el deseo oculto, freudiano, de volver a tutelar la democracia.
“La mixta” es un acuerdo tácito entre quienes preferían seguir reformando la constitución tramposa. El mal menor.
Los más conservadores de la derecha apoyan la mixta con el deseo oculto, freudiano, de volver a tutelar la democracia.
Quienes apoyan el Apruebo y una constituyente con todos sus miembros elegidos, ven, desde hace tiempo, la necesidad de un debate sobre las reglas de convivencia en el país. Este se potenció debido a las exclusiones sociales, políticas y resguardos económicos de la legislación dictatorial. El abuso de la Constitución actual creó costumbres y conveniencias no corregidas con las reformas, erigiéndola como símbolo de la desigualdad. Este parecer se enraizó en las generaciones más jóvenes. En tanto las movilizaciones sectoriales confluyeron en la demanda política de “AC” como condición para actualizar democráticamente nuestra convivencia. Cambiar la Constitución no es una moda política, es un anhelo de generaciones que se han sentido burladas por mucho tiempo.
Cambiar la Constitución no es una moda política, es un anhelo de generaciones que se han sentido burladas por mucho tiempo.
Por eso no ha prendido el rechazo. La convivencia debe reflejar la evolución para convivir en paz con principios generales que la regirán. Ello requiere certezas. Es relevante discutirlas para apreciar dónde son necesarias y en qué imposibles. La incertidumbre, es un término usado a menudo por los analistas financieros cuando deben aventurar un pronóstico sobre el futuro de la economía. Este razonamiento nos señala de antemano que no perdamos el tiempo en materias que una Constitución no puede regular, como la incertidumbre económica. Al contrario, el empleo es un asunto de sobrevida de los habitantes de un territorio. Más aún cuando vértigo financiero desata frecuentes crisis. Deberíamos discutir un criterio general sobre el Banco Central para que cuando adopte una medida, esté obligado por ley a medir sus efectos sobre el empleo. Hay determinadas certezas que se pueden establecer por sobre incertidumbres que ni los expertos se atreven a predecir.
Quizás la constituyente no discuta sobre la codicia y el egoísmo que algunos pretenden justificar por su ADN, pero puede garantizar derechos universales y evitar que esos propósitos primitivos no arrasen o pudran la vida de los demás. Necesitamos una Constitución de convivencia, y en una de esas, aprendemos a vivir sin mencionarla tanto.
Quizás la constituyente no discuta sobre la codicia y el egoísmo que algunos pretenden justificar por su ADN, pero puede garantizar derechos universales y evitar que esos propósitos primitivos no arrasen o pudran la vida de los demás.