El cuento, que aparece en el libro “Crímenes” (2013) del alemán Ferdinand von Schirach, muestra el cambio de vida que vive un vigilante condenado a cuidar una particular escultura en un museo.
“Jim Jarmusch dijo una vez que prefería hacer una película sobre un hombre que sale a pasear con su perro que sobre el emperador de China. A mí me pasa lo mismo. Escribo sobre procedimientos penales en los que he actuado como abogado defensor en más de setecientas ocasiones, pero en realidad hablo del ser humano, de sus fracasos, de su culpa, de su grandeza”. De esta manera comienza el prólogo de “Crímenes”, el premiado primer libro de cuentos del abogado alemán Ferdinand von Schirach (1964).
Si bien son once cuentos en total y cada uno es muy distinto de otro, detrás de ellos se esconde lo que no se ve, el detalle, la diferencia entre historias que tienen como denominador común la tristeza y la tragedia. Son personajes mínimos, sencillos, propios de las obras carverianas. Lo relevante se encuentra en que el escritor se basa en crímenes, en hechos puntuales que cambian el futuro de los protagonistas. Sin ser el mejor cuento del libro o el más elaborado, me detuve en “La espina” porque me llamó la atención el perfil de Feldmeyer, el protagonista, un hombre que ha trabajado como cartero, camarero, fotógrafo, pizzero, herrero y que termina desempeñándose como guardia de un museo. Solitario y obsesivo, Feldmeyer elige una ocupación rutinaria, donde debe vigilar la escultura de mármol el Spinario o Niño de la Espina, una estatua cuyo origen data de I a. C y que se exhibe en distintas versiones y tamaños en museos de toda Europa, con representaciones en bronce y piedra. La obra muestra la figura de un joven que está sentado sacándose una espina de la planta del pie izquierdo. A lo largo del Renacimiento esta fue una de las estatuas más cotizadas y copiadas. Se dice que narra la historia de un pastorcillo romano llamado Cneo Marcio, al que se le encargó llevar un importante mensaje al Senado y corrió un largo trecho ignorando la espina clavada en su pie hasta que tuvo que detenerse para sacársela.
En el relato del escritor alemán, el guardia Feldmeyer es víctima de un error administrativo y en vez de ser destinado a otros museos después de un tiempo como es habitual en Alemania, quedó confinado a custodiar todos los días al Spinario. Bajo esta verdadera condena por parte de los administrativos del museo, su vida comienza a cambiar, convirtiéndose la escultura de origen romano en el eje de su vida. Von Schirach describe muy bien la personalidad desencantada de un hombre que se somete a una estricta rutina, a una estructura burocrática que lo va opacando, sometiendo y disminuyendo. Feldmeyer se ha construido a sí mismo como un hombre capaz de trabajar en cualquier cosa, sin embargo, su ocupación de guardia lo amarra y lo encierra a una estatua, a la mirada penetrante y fría del Spinario, el simple pastorcillo de la espina en el pie izquierdo que lo observa y persigue constantemente. El vigilante queda atrapado en la figura de mármol y en la propia cuarentena mental que él mismo se ha fijado para soportar los espacios muertos en la frialdad de un museo. Dentro de ese esquema se da cuenta que la espina oculta en la escultura no le permite desplegar sus alas, aunque el mundo a su alrededor siga siendo amplio y abierto.
La cotidianeidad que describe Von Schirach en “La espina” marca la pauta de una sociedad feroz, dominada por el individualismo y la falta de empatía. Es tal la atmósfera creada por el escritor que finalmente al lector no le impacta de manera abrumadora que Feldmeyer vaya cambiando su personalidad y opte por el total aislamiento. “Nos pasamos la vida danzando sobre una fina capa de hielo; debajo hace frío y nos espera una muerte rápida. El hielo no soporta el peso de algunas personas que se hunden. Ese es el momento que me interesa. Si tenemos suerte no ocurre nada y seguimos danzando. Si tenemos suerte”. Con esta declaración de principios, el abogado y escritor germano traza sus obras y cuentos.
Para Von Schirach una escultura puede ser igual de letal que un arma de fuego o un hacha a la hora de destruir las estructuras de una sociedad moderna y capitalista. “La espina” traspasa esa valla, rompe los márgenes y demuestra que, a pesar de los grandes y despiadados conflictos que nos rodean, seguimos siendo humanos, seres de carne y hueso.