La extraña levedad del ser. Por Sergio Canals L

por La Nueva Mirada

“Quien fracasa (o se contagia viralmente) en la sociedad neoliberal del rendimiento (y la pandemia), se hace (lo hacen) responsable a sí mismo y se (le) avergüenza, en lugar de poner en duda a la sociedad o al sistema. En esto consiste la inteligencia del régimen neoliberal (y hoy, biopolítico). Dirigiendo la agresividad (y el virus) hacia sí mismo, el explotado (y el enfermo) no se convierte en revolucionario (o un luchador), sino en depresivo (y se muere material y espiritualmente)” Byung -Chul Han (y el autor).

Dirigiendo la agresividad (y el virus) hacia sí mismo, el explotado (y el enfermo) no se convierte en revolucionario (o un luchador), sino en depresivo (y se muere material y espiritualmente)”

En el mundo y una humanidad que se transforman mutuamente de forma radical, turbulenta, e irreversiblemente.

Chile 2020.

Moneylandia.

Covidlandia

País esforzado, de la fatiga y el cansancio. El país de la soledad.  Donde los muertos caminan por las calles, con un virus en la cabeza y un bono en la mano.

País esforzado, de la fatiga y el cansancio. El país de la soledad.  Donde los muertos caminan por las calles, con un virus en la cabeza y un bono en la mano.

Cansa encontrar o construir el sentido de lo que parece cotidianamente absurdo o incomprensible. De una enfermedad invisible y digital. Donde el encuentro con la muerte siempre es a través del otro y me exige hacerme responsable de ella.

El país donde lo único permanente es el cambio y la incertidumbre. El país del dinero y la economía. El país de los negocios. El país del “emprendimiento” (comercio regular e irregular). El país del individualismo competitivo. El país del “mercado libre”. El país de Amazon. El país del “delivery” y las motos. El país de los empresarios. El país de los pobres y los campamentos. El país de las desigualdades. El país de la clase media imaginaria. El país de los bonos. El país de lo material. El país del espectáculo y las redes sociales. El país de los contagios. El país de los muertos. El país del pánico y la ansiedad. El país de las cuarentenas. El país de la violencia. El país de la delincuencia. El país de la guerrilla irregular en la Araucanía. El país del narcotráfico. El país de la violación de los derechos humanos. El país de la Convención Constituyente. El país donde el presidente “anda desnudo” y solo. El país de la política post pragmática, sin política ni fundamentos.  El país de los 4/3, las derechas y las izquierdas (con sus versiones ultras), los restos del centro, y el cuarto: el Tribunal Constitucional). El país del 80/20. El país del pueblo ciudadano en la calle. El país de los movimientos sociales. El país de los jóvenes del cambio. El país donde el gobierno necesita una muerte asistida. El país de las candidaturas presidenciales vacías.

Chile 2020, un espectáculo decadente y virtual que adora en el pesebre navideño al dinero y las vacunas. Donde cada vez vale menos la vida y la muerte. El año de la “extraña levedad del ser”.

El país que descubrió que la vida, no es más que eso. Sueños y esfuerzos que necesitan de una pasión indomable para vivirla y hacerla realidad. Que la verdadera felicidad yace en el interior y no en el exterior. Que el apego extremo a los bienes materiales de nada vale frente a la muerte. Que las únicas tareas del ser humano son hacer el bien, amar, amarse, enseñar a mar y ser amado.

El 2019 arranca el 18 de octubre y termina el 19 de noviembre en la Plaza de la Dignidad.

Desde hace mucho tiempo que “algo andaba mal”. La admiración por los poderosos y el desprecio por los más débiles.

Después de décadas de violentas desigualdades crecientes socioeconómicas y culturales, con una elite económica y política cada vez más lejana de los deseos,  necesidades, esperanzas y frustraciones de la gran mayoría de las personas, y de un egoísmo competitivo que disolvió la solidaridad y la importancia primordial del bien común, terminaron por “desaparecer los otros”, especialmente los más débiles y vulnerables, los que quedaban en las orillas como residuos y efectos colaterales de un crecimiento centrado sólo en el consumo y las dinámicas del mercado.

terminaron por “desaparecer los otros”, especialmente los más débiles y vulnerables, los que quedaban en las orillas como residuos y efectos colaterales de un crecimiento centrado sólo en el consumo y las dinámicas del mercado.

La ceguera ética y la comodidad del poder económico y político asociado muchas veces a la corrupción, les impidió leer los “signos de los tiempos” y la imperiosa y urgente necesidad de realizar cambios profundos y estructurales destinados a paliar los efectos de la violencia estructural y sistémica deshumanizadora sobre la mayoría.

De improviso se escuchó el grito desesperado y rabioso de los excluidos. Fue la aparición violenta del rostro del otro en la nueva Plaza de una verdadera Dignidad. Eran los hijos de la ira que levantaron sus manos por entre los escombros de su vida.

De improviso se escuchó el grito desesperado y rabioso de los excluidos. Fue la aparición violenta del rostro del otro en la nueva Plaza de una verdadera Dignidad. Eran los hijos de la ira que levantaron sus manos por entre los escombros de su vida.

El guasón, de la mano del caos violento y el fuego vandálico que ha acompañado siempre al ser humano con sus connotaciones sagradas y purificadoras (hasta no dejar “piedra sobre piedra”), desató el infierno sobre todo lo qué simbolizara el poder de cualquier tipo, permitiendo la aparición oportunista de vándalos, saqueadores y delincuentes (que deben ser juzgados – de acuerdo a la plenitud de sus derechos-, por atentar contra el bien común), que encapucharon sus rostros con la destrucción.

 La Corte conservadora del patético “Versalles” chilensis, se defendió con dientes de oro y uñas pintadas (y afiladas). Con todo el poder de los medios de comunicación concentrados y controlados monopólicamente.

 La Corte conservadora del patético “Versalles” chilensis, se defendió con dientes de oro y uñas pintadas (y afiladas). Con todo el poder de los medios de comunicación concentrados y controlados monopólicamente.

Gritaron al viento: ¡La democracia (y nuestros bienes) están en peligro! (aunque sólo estaba y está transformándose). Y lanzaron las fuerzas represivas contra los manifestantes “enemigos del gobierno y el estado”. Y confundieron intencionalmente a manifestantes legítimos que luchaban por un cambio, con saqueadores, vándalos y delincuentes.  Muchos jóvenes lloraron sin ojos lágrimas de perdigones sangrientos, y algunos perdieron apasionadamente los sueños y sus vidas, cuando la represión del estado se guardó los derechos humanos en bolsillos de uniformes y escopetas antidisturbios.

Y confundieron intencionalmente a manifestantes legítimos que luchaban por un cambio, con saqueadores, vándalos y delincuentes.  Muchos jóvenes lloraron sin ojos lágrimas de perdigones sangrientos, y algunos perdieron apasionadamente los sueños y sus vidas, cuando la represión del estado se guardó los derechos humanos en bolsillos de uniformes y escopetas antidisturbios.

El pueblo se volcó a hacer la nueva política de los cambios en la calle, con una manifestación pacífica multitudinaria, y el rey endiosado y su corte, lleno de temores y fantasmas, llamó como muchas veces, a los militares como guardianes del orden imperial constitucional. La elite política, magnánima, pensando en salvaguardar sus privilegios, les salvó su vida acordando plebiscitar una nueva Constitución el año 2020.

El año 2020 comenzó con el primer caso del COVID-19 que obliga otra vez a ocultarse el rostro, pero con mascarillas, sigue con el plebiscito y con el triunfo de la Convención Constitucional 80/20. Con miles de cesantes y muchos pobres, aumentos de los campamentos, mantención de la violencia, y terminará con el primer vacunado y el tímido inicio de la recuperación de la economía con un número de muertos “razonables” para esto.

El año 2020 comenzó con el primer caso del COVID-19 que obliga otra vez a ocultarse el rostro, pero con mascarillas, sigue con el plebiscito y con el triunfo de la Convención Constitucional 80/20.

Fue el año del sacarse y sacarse las máscaras personales en medio de las cuarentenas para ver con espanto, que a veces uno se encontraba con la nada en medio de la angustia.

Fue el año del “paso a paso”. Dos pasos hacia la economía y un paso hacia la vida. Tres pasos hacia la muerte. Fue el año en que las personas se murieron por el virus y no por no ir a los Centros Comerciales, o a los Restaurantes o hacer “turismo” fuera y dentro del país. Aparecieron los que amamos, las familias con sus secretas historias secretas de dolores y silencios. Apareció de improviso el prójimo en un mundo negado y “desconocido”. Apareció la solidaridad y la ayuda principalmente desde y entre quienes menos tienen. Un año donde apareció la fragilidad humana y el misterio de la muerte. Donde la ciencia y la tecnología -especialmente la digital-, dejaron de ser titanes para convertirse en dioses. Donde se transformó para siempre la manera de trabajar. Apareció en plenitud el hombre teletrabajador, híbrido entre la carne, la máquina digital y el espíritu. Tomó forma la nueva humanidad “aumentada”, frente a una realidad “aumentada”.

Apareció la solidaridad y la ayuda principalmente desde y entre quienes menos tienen. Un año donde apareció la fragilidad humana y el misterio de la muerte.

El 2021.

Europa se confina por la segunda ola que comienza a alcanzarnos inexorablemente.

Mientras el fantasma de Marx camina por las calles sin mascarilla, los ricos serán más ricos y los pobres serán más pobres, (pero bastante menos por los muertos de la pandemia). Y habrá menos personas desechables y “descartables” -como dijo el Papa Francisco-, porque también se murieron. Menos viejitos y viejitas. Menos abuelos y abuelitas. Más muertos y desechables.

Mientras el fantasma de Marx camina por las calles sin mascarilla, los ricos serán más ricos y los pobres serán más pobres

Votaremos por los “constituyentes” teledirigidos por las cocinas oscuras políticas, y tendremos una nueva Constitución y la plebiscitaremos en medio de muchos y muchas candidatos y candidatas presidenciales, y en medio de más violencia y de muchos más muertos pandémicos por la obcecación económica y, una vacunación que terminará sólo a fines de año.

Espero que hayan celebrado la Navidad del Amor (cuando yo creo que nace la verdadera esperanza), con sus seres queridos, sin sillas vacías y, muchos regalos.

Oremos por todos los que ya no están y por las personas que amamos.

Dios, que parece haber muerto por segunda y tercera vez, no necesita vacunas.

En cambio, nosotros necesitamos un bono- vacuna.

El virus muta. Segunda Ola. Nuevamente confinados.

 ¡Celebremos el año nuevo! con las esperanzas puestas en el control de la pandemia y el advenimiento de una nueva democracia no presidencialista, con una nueva economía social humanizadora centrada en una ética compartida de la paz y el respeto de la vida en todas sus dimensiones, desde la concepción hasta la muerte, el bien común y personal, la dignidad de todos, la justicia de la responsabilidad solidaria de todos con todos, y especialmente para los más débiles, pobres y marginados.

¡Feliz Año Nuevo!

Que a fines del 2021, caminemos vivos, con el rostro por fin descubierto sin máscaras.

Qué el espíritu no se confina, ni el corazón se pone en cuarentena.

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