El director y poeta italiano hizo en la década del 60 una de las mejores adaptaciones cinematográficas de la vida y obra de Jesús. Con un protagonista amateur, se centró en la figura humana del hijo de Dios y lo despojó de los clásicos y rebuscados artilugios propios de las coloridas superproducciones hollywoodenses.
“He encontrado a Jesús. Jesús está en mi casa”, esas fueron las palabras con las que Pier Paolo Pasolini (1922 – 1975) recibió a un joven Enrique Irazoqui (1944 – 2020), quien fue a visitarlo a su casa en Italia, en búsqueda de apoyo para la lucha antifranquista en España. Irazoqui, de padre vasco y madre italiana, tenía 19 años, se definía como estudiante estalinista, miembro de un sindicato español, y no entendió la reacción del director, quien lo vio como la perfecta representación de Jesús para su película “El Evangelio según San Mateo”. La respuesta por parte del joven no fue inmediata, pero el ofrecimiento de una atractiva suma de dinero por su participación en la película, cautivó al estudiante, a quien un amigo lo convenció que aceptara con el fin de aportar a la causa política con la que estaba comprometido. Esta anécdota y muchas más formaron parte de la creación de esta cinta que nació en la mente de Pasolini después de que asistió a un congreso de cineastas en Asis y no pudo abandonar la ciudad por un impresionante tráfico provocado por la llegada del Papa Juan XXIII. En el hotel solo tenía para leer “El antiguo testamento” y al terminar el libro ya tenía decidido hacer una película sobre el Evangelio. La decisión de hacerlo en base a lo escrito por Mateo le vino porque encontró que de los cuatro evangelistas era el más popular, el que mostraba a un Cristo más vigoroso, más exigente. Pasolini, que no era católico, se propuso crear una visión lejana a la santidad, al misticismo y a las coloridas superproducciones de Cecil B. DeMille y de otros cineastas.
Por eso decidió filmar en blanco y negro, en exteriores, con actores aficionados y un presupuesto bastante limitado para la época. Irazoqui, por su rostro duro, ajeno a la imagen caucásica que siempre se tiene de Jesús, fue el protagonista de la película. El rol de María se lo dio a su propia madre, mientras que un personaje clave como Judas fue personificado por un camionero de Roma.
Fuera de dos segmentos de Isaac, todos los diálogos del filme están basados en lo que cuenta Mateo. Después de viajar a Israel como búsqueda de locación para el filme y descartarlo por su gran industrialización, Pasolini decidió hacer la película en la región de Calabria, al sur de Italia, por la simpleza del paisaje y de la gente. Gran parte de la cinta se grabó al aire libre, salvo por el palacio de Herodes, un lugar construido en el siglo XII. Considerado marxista, el cineasta y poeta italiano no alcanzó a ser expulsado del partido comunista que consideró la película “beata”. Mal que mal, la cinta fue premiada por la Oficina Católica Internacional de Cine (OIC) en el Festival de Venecia y en 2015 L’ Osservatore Romano la consideró la mejor película inspirada en la vida de Jesucristo. Lo cierto es que resulta tan potente el mensaje de la obra que logra atraer a un público quizás no tan católico por su poderosa puesta en escena, la deslumbrante actuación de Irazoqui, la fotografía en blanco y negro y el poderoso discurso de un Jesús moreno y de pelo corto, decidido, que no pestañea ni titubea en ningún momento y que no está para escenas de gran ternura o extrema amabilidad. Es la imagen seca de un Cristo que se parece más a una figura de un cuadro de El Greco que a la clásica imagen de Jesús que Franco Zeffirelli, con un sobreactuado y sensiblero Robert Powell, ha engendrado en todos los que nacimos después de los años 70.
Enrique Irazoqui falleció el 2020, a los 76 años, en Barcelona, sin poder desprenderse de la figura de Jesús con la que quedó inmortalizado por parte de Pasolini. Economista, profesor de literatura y eximio ajedrecista, el español fue entrevistado por la revista Vanity Fair en 2018. Allí contó los pormenores de la filmación de la película y cómo conoció al cineasta italiano en su casa para terminar finalmente trabajando en el filme. “Pasolini llevaba dos años buscando a su Cristo y no lo había encontrado. Me enteré después de que había pensado en gente como los escritores Yevgueni Yevtushenko y Luis Goytisolo, pero no estaba realmente convencido”, señaló el español. También recordó a Pasolini como un hombre extremadamente dulce, abandonado a su sufrimiento, que siempre estaba haciendo algo, con una gran capacidad de trabajo. Todos los días, después de rodar diez horas partía con el director de fotografía a buscar nuevas locaciones y corregía las poesías del libro que publicó al año siguiente de la filmación de la película.
Después de “El Evangelio según San Mateo”, Irazoqui estuvo en varias películas siempre como actor amateur, pero la historia de Jesús fue la que más cautivó al público. Cuando regresó a España, tras participar en la cinta de Pasolini, fue castigado quince meses por el franquismo por haber actuado en una película de propaganda comunista. Incluso en el festival de Venecia, donde el filme fue premiado por la Oficina Internacional de la Iglesia Católica, el joven estudiante español se enojó con Pasolini por haberle dedicado la obra al Papa Juan XXIII. Para un estudiante estalinista como él, una cosa era hacer una cinta sobre Jesús y otra muy distinta era brindársela al jefe de la Santa Sede. Cosas del cine.