La Presidencia en el infierno del despoder

por La Nueva Mirada

Por Luis Marcó

Hay que ser absolutamente moderno
Nada de cánticos: conservar lo ganado
¡Dura noche! La sangre reseca humea sobre mi rostro,
Y detrás de mí, sólo tengo ese horrible y diminuto arbusto…
A. Rimbaud Una temporada en el infierno

Cuando un revolucionario se enamora tanto de sus ideas acaba por no contentarse con nada y no es raro que, en la mayoría de los casos, quede inmerso en el laberinto de su revolución. La maldición que acecha es que el triunfo suele buscarse en el suelo arrasado, haciendo penoso cualquier proceso de posterior transformación. En el otro extremo, los conservadores que se aferran a ultranza a un cierto orden, al punto de no entregar la más mínima concesión estructural, pueden caer en el absurdo de reivindicar una causa perdida y vociferar fanáticamente contra un mundo crítico y adverso. Aquí la condena está en la negación del fracaso y pretender que nada cambie. En ese punto raro donde las antítesis se tocan, los elementos comunes son la tensión del sujeto con la realidad y el verdadero infierno personal que se abre ante sí…el costo que enfrentan estos extremos tiende a trascender y proyectarse muy lejos de las esferas individuales, compartiendo parte de sus miserias con el resto de la sociedad.

Aquí la condena está en la negación del fracaso y pretender que nada cambie.

Recurriendo a referencias de prensa o Big Data. Más que sinceridad priman los giros comunicacionales que buscan escapar del fracaso propio.

Es cierto que un estallido social es el infierno para la política, ya lo debiera saber el Presidente Piñera que tuvo que ofrendar una parte esencial de su gabinete, renunciar a su programa de gobierno; rescindir una ambiciosa figuración internacional; y anticipar que su historia terminará cuestionada por las violaciones a los Derechos Humanos, que siguen ocurriendo durante su administración. Aún con toda la adversidad encima, el gobierno intenta camuflar las derrotas como victorias o encontrar al enemigo externo que explique la magnitud del caos, aunque sea, como dijo el Fiscal Nacional, recurriendo a referencias de prensa o Big Data. Más que sinceridad priman los giros comunicacionales que buscan escapar del fracaso propio.

Al inicio de la crisis la negación ya estaba en el discurso cuando, por ejemplo, Chadwick o Ubilla anunciaban casi como un logro que se incorporaban día a día, más regiones al Estado de Emergencia. Con la llegada de Blumel a Interior parecía que venía un cambio y un diagnóstico más fino de la realidad; fue solo un espejismo. En días recientes, tanto la entrevista del mandatario con cadena SER de España y, posteriormente, al Washington Post, muestran una versión de exportación de la crisis. El Presidente toma distancia de las violaciones a los Derechos Humanos, vuelve el discurso del enemigo y aparece, recién a 60 días de la protesta, con el concepto de justicia social pero condicionado al crecimiento económico…un libreto demasiado conocido.

Con la llegada de Blumel a Interior parecía que venía un cambio y un diagnóstico más fino de la realidad; fue solo un espejismo.

Hay una clara y compleja dicotomía entre el mensaje presidencial y la realidad, algo similar a un personaje de Borges que sentencia convencido: “cambiará todo el universo, pero yo no, pensé con melancólica vanidad”. Una persistencia que, junto a negarse a hacer las pérdidas trata de moldear un escenario más favorable al interés propio. No es exclusivamente un problema de grandes utilidades o negocios, es principalmente como se ha estructurado el poder y, al alero de éste, el orden de la sociedad.

Según el ex Presidente Lagos estamos ante una crisis del Estado, cuestión muy acertada si se atiende a los elementos estructurales que hoy están en disputa. Pero lo cierto es que varias encuestas muestran que porcentajes mayoritarios ven al gobierno muy responsable de la crisis.

Si solo se mira la magnitud y larga data de las demandas eso puede parecer injusto, pero Piñera no es primera vez que gobierna. Es por eso que, sin cambios estructurales, en cuestión de no mucho tiempo, las protestas pueden llegar a ser un fenómeno social arrasador e incontenible.

Aún frente a esta enorme amenaza, el gobierno ha sido refractario, mostrando que no hay posibilidad de tocar ciertas cosas del modelo económico, en especial si se pueden afectar intereses privados.

Aún frente a esta enorme amenaza, el gobierno ha sido refractario, mostrando que no hay posibilidad de tocar ciertas cosas del modelo económico, en especial si se pueden afectar intereses privados. Esto no es poco en un país donde prácticamente no hay sector donde estén excluidos esos intereses y, más aún, en la mayoría de los casos son los dominantes. La razón de esto requiere de un poco de historia sobre cómo se instaló la arquitectura de la economía.

Hubo un nexo más que instrumental entre la dictadura y los discípulos de Chicago, fue una especie de matrimonio con separación de bienes, considerando que Pinochet excluyó a las Fuerzas Armadas (FAS) de los supuestos beneficios del sistema.

El modelo económico chileno se diseñó para que el Estado interfiera muy poco en el mercado, pero a la inversa, el mercado sí entró con mucha fuerza en las competencias estatales. Esto último no fue un efecto casual, sino intensional y amarrado en dictadura. En un artículo de la Revista Capital, titulado Los orígenes del Ladrillo (propuesta neoliberal de economistas de la PUC que aplicó el gobierno de facto), el ex biministro de Pinochet, Rolf Lüders señala que el libro habría sido clave en la decisión de ejecutar el Golpe Militar. Es claro que el Almirante Merino conocía el texto y que sus autores habían sido investigados previamente, como alguna vez admitió Sergio de Castro. Por su parte, Lüders indica que los datos testimoniales que dispongo me hacen suponer que la existencia de un programa económico-social como aquel que se plasmó en El Ladrillo fue una condición necesaria para que se diera el pronunciamiento militar. Los militares, alejados de la sociedad civil desde la caída del Primer gobierno de Carlos Ibañez del Campo, no tenían el expertice necesario y no estaban dispuestos a embarcarse en una aventura. Hubo un nexo más que instrumental entre la dictadura y los discípulos de Chicago, fue una especie de matrimonio con separación de bienes, considerando que Pinochet excluyó a las Fuerzas Armadas (FAS) de los supuestos beneficios del sistema.

Pese a que dentro de las FAS existían fuertes visiones nacionalistas-estatistas, el experimento neoliberal terminó por imponerse como salida a la crisis económica que afectó al país en 1975.

Premonitoriamente, años después, durante sucesivas elecciones presidenciales, se hizo común que los aspirantes a La Moneda desfilaran por el CEP, el think tank empresarial por excelencia, para exponer sus programas y proyectos de gobierno a un exclusivo auditorio.

La consolidación del modelo se dio algunos años después, en 1980, de la mano de José Piñera como Ministro del Trabajo y Previsión Social, cuando propuso a la Junta de Gobierno y a Pinochet la creación de un sistema previsional de capitalización individual administrado por privados. En el acta 398, desclasificada en 2016, se indica que Pinochet resistía entregar la administración de estos fondos, desconfiando de los empresarios, y se inclinaba por una custodia y control del Banco Central; además observó que aquí van a aparecer dos o seis imperios del dinero, que lo manejarán ellos. Por consiguiente, a la larga, como apunta el general Mendoza, controlarán el Estado. No será ahora, sino que con el tiempo. En ocho o diez años tendrán al país en sus manos. Premonitoriamente, años después, durante sucesivas elecciones presidenciales, se hizo común que los aspirantes a La Moneda desfilaran por el CEP, el think tank empresarial por excelencia, para exponer sus programas y proyectos de gobierno a un exclusivo auditorio.

En su presentación a la Junta Militar, José Piñera insistió en la insostenible carga fiscal del sistema de reparto, que la administración privada se enfocaría en instrumentos financieros que custodiaría físicamente el Banco Central, se crearía además una Superintendencia con amplias facultades de intervención y los trabajadores pasarían a ser dueños de sus fondos. Una consecuencia de esto último sería, según el exministro, que tres millones de trabajadores se opondrían en el futuro a cualquier cambio al modelo económico porque tendrían inversiones en él. Las AFPs entonces jugaban varios roles; implicaban un menor costo a las arcas fiscales; amarraban al mundo laboral al depender sus ahorros de las grandes empresas y las administradoras se constituirían en la piedra angular del modelo económico frente a varias crisis. El costo del Sistema provisional es sabido: malas pensiones; crecientes desembolsos del fisco a través de subsidios y el control del país en manos de unos pocos empresarios.

Las AFPs entonces jugaban varios roles; implicaban un menor costo a las arcas fiscales; amarraban al mundo laboral al depender sus ahorros de las grandes empresas y las administradoras se constituirían en la piedra angular del modelo económico frente a varias crisis. El costo del Sistema provisional es sabido: malas pensiones; crecientes desembolsos del fisco a través de subsidios y el control del país en manos de unos pocos empresarios.

La supuesta oposición de los trabajadores a cambios en el modelo es evidente que no ha sido tal. Esto porque ni en el mejor momento de las AFPs, con los primeros jubilados, se entregaron pensiones equivalentes a un modelo de reparto. Pero los grupos económicos no requerían el apoyo social para que esto perdurara, encontraron la fórmula de mantener el estatus quo a través del lobby, la contratación de políticos en directorios de empresas o indirectamente estudios jurídicos, o simplemente financiando campañas y hasta partidos políticos. La crisis del sistema político obedece a eso, a su captura temprana. Aunque en estos años se avanzó en transparencia y controles, muchos de ellos sugeridos por la Comisión Engel a petición de Michelle Bachelet, los resultados siguen siendo limitados. Los negocios se comieron a la política. A estas alturas pareciera que terminó siendo más fácil un acuerdo de cambio Constitucional que hacer una nueva Ley de Pesca.

La crisis del sistema político obedece a eso, a su captura temprana.

A estas alturas pareciera que terminó siendo más fácil un acuerdo de cambio Constitucional que hacer una nueva Ley de Pesca.

Con un gobierno demasiado asociado a los intereses empresariales, la parálisis en cuestiones de fondo proyectan dos años agónicos de mandato. Este es un problema que va más allá del gobierno porque no se discute aún, ni se conoce, cuánto se ha erosionado la institución de la Presidencia. La criticada gestión de la crisis, que muestra respuestas muy limitadas a las demandas si no hay aval presidencial, puede llevar a un cambio institucional relevante dentro del debate Constitucional. Es llamativo que el Senador Allamand hablara los primeros días del estallido social de reconsiderar un sistema semi parlamentario, una fórmula largamente promovida desde la PUC. ¿Es factible una fórmula así cuando el Congreso no goza de mayor popularidad?, ¿Cuál debiera ser la distribución del poder? Nada de eso es claro, por el momento si sabemos que los alcaldes han ganado terreno y, en el caso de mantener la sintonía con la gente, la próxima campaña municipal puede ser muy decisiva en la conformación de la Constituyente. En ese escenario, tanto el gobierno como el Congreso tienen el desafío de hacer más, bastante más, de lo que han mostrado en estos dos meses y tomar nota que las demandas territoriales estarán mucho más articuladas.

Con un gobierno demasiado asociado a los intereses empresariales, la parálisis en cuestiones de fondo proyectan dos años agónicos de mandato.

En ese escenario, tanto el gobierno como el Congreso tienen el desafío de hacer más, bastante más, de lo que han mostrado en estos dos meses y tomar nota que las demandas territoriales estarán mucho más articuladas.

El Presidente Piñera, aunque sometido a presiones sociales sectoriales y territoriales, parece determinado a salvar la integridad del modelo, con todos los vicios conocidos, pero eso implica sacrificar la política y, con ello, arriesgar la democracia. ¿Será eso funcional para los negocios?, desde luego es incompatible con un país integrado a la OCDE y un comercio abierto al mundo.

Asimismo, limitarse solo a hacer cambios al modelo económico, aunque es necesario, tampoco es suficiente para salvar la política; para eso se requiere mucha ingeniería y una base amplia de legitimidad, ninguna de estas cosas están presentes en La Moneda. ¿Quedará todo eso en manos del proceso Constituyente?, el tema no es menor y, si bien hay quienes harán contra campaña para que no se cambie la Constitución del 80, los más perspicaces tendrán que volver a repensar la institucionalidad que requiere el país que aterrizó desde el 18/O.

Los más perspicaces tendrán que volver a repensar la institucionalidad que requiere el país que aterrizó desde el 18/O.

Para la Presidencia el escenario que se configura es muy adverso: será inevitable que la experiencia de estos meses ponga en discusión la excesiva dependencia para la estabilidad del país en los hombros de un mandatario; por otro lado, la resistencia de la UDI a cambiar la Constitución deja al gobierno casi sin voz en este proceso y con dudas si podrá garantizar su desarrollo. En este sentido, sería una debacle mayor que se replicara el desastre de la COP25.

Estas son algunas razones de por qué, en buenas cuentas, todo lo que viene para el gobierno es lo más parecido a un largo infierno de despoder.

Todo lo que viene para el gobierno es lo más parecido a un largo infierno de despoder.

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2 comments

Francisco Mata enero 2, 2020 - 5:14 pm

Muy buen artículo. No se ve solución, con este Presidente y su equipo político que niega los atropellos a los Derechos Humanos

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Félix enero 3, 2020 - 11:30 am

Muy esclarecedor, compleja situación!

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