Por Mario Valdivia V.
Rumbeó Carlos Puebla inolvidablemente. Y aunque hoy no hay capitán, hay algo que paró, se terminó, è finito: el consenso de Washington.
Colapsada la Unión Soviética, economistas de todos los colores se reunieron en Washington para acordar cómo aprovechar las nuevas oportunidades que abría el comunismo en retroceso. 1.- Una nueva era de mercados libres y economía abierta global, 2.- Una nueva socialdemocracia menos socialista y más liberal – la Tercera Vía –, para dejar en manos privadas la acumulación y la producción, y dedicar el estado a distribuir y administrar una red de protección social.
El consenso de Washington abrió paso al acuerdo derecha-concertación que permitió transitar a la democracia en Chile. Produjo lo que produjo, aquí y en el mundo, pero se acabó. No hay cómo resucitarlo.
El consenso de Washington abrió paso al acuerdo derecha-concertación que permitió transitar a la democracia en Chile. Produjo lo que produjo, aquí y en el mundo, pero se acabó. No hay cómo resucitarlo.
Presuponía la presencia de Estados Unidos como único poder dominante mundial, sosteniendo la globalización financiera-comercial y sus instituciones. Se acabó con la emergencia de China, la inesperada competencia de un capitalismo de estado comunista. Tomado por sorpresa, el polo dominante triunfador de la Guerra Fría reacciona con una política nacional de corte defensivo, menos comprometida con el orden económico global. Trump es solo el comienzo.
También presuponía una socialdemocracia con poder político de masas. La había; ya no más. La revolución digital transformó las relaciones de producción en forma radical a gran velocidad. El empleo asalariado pagado por hora, típico de la economía de producción masiva, dejó paso a las redes de contratistas y las cadenas de valor. El trabajo masivo se desperdigó y particularizó. Las grandes organizaciones de producción se rearticularon como una miríada de empresas pequeñas y contratista individuales coordinados digitalmente. La sociedad de masas organizadas, con sus representantes y mediadores, dio paso a una de masas de individuos dispersos, de muchedumbres sin mucha organización. Las estructuras políticas del consenso de Washington ya no están.
La sociedad de masas organizadas, con sus representantes y mediadores, dio paso a una de masas de individuos dispersos, de muchedumbres sin mucha organización. Las estructuras políticas del consenso de Washington ya no están.
Como sugiere Carlos Puebla, cuesta darse cuenta cuando lo habitual se detiene, cuando, súbitamente, no se pueden seguir jugando los juegos acostumbrados. Chile, que prosperó con el consenso de Washington, estará más por su cuenta en el mundo, menos defendido por normas económicas globales que nadie cuidará, ni podría cuidar, como antes. Y enfrentará una situación política y social nueva, no la acostumbrada. Nadie está preparado para lidiar con muchedumbres sin representación orgánica que exigen una democracia más directa, para la cual las instituciones – con sus representantes populares eternizados, sus ritmos, reglas y ritos heredados – no están preparadas. Una democracia de manifestantes impacientes.
Chile, que prosperó con el consenso de Washington, estará más por su cuenta en el mundo, menos defendido por normas económicas globales que nadie cuidará, ni podría cuidar, como antes.
Concentrados como estamos en nuestros problemas – esperanzados, irritados, optimistas, pesimistas – es bueno recordar que, en el trasfondo del mundo pasa lo que pasa; se acabó lo que se acabó. Digo yo…