El 25 de octubre amaneció de nublado a parcial en Santiago. Fui a votar temprano para volver a tiempo a la empanada con ensalada y una siesta, esperando por primera vez en décadas los resultados en mi casa, sin corretear por comandos y barrios como en elecciones anteriores. En el Metro sentí el celular rezumar buena onda. Los jóvenes ya no subían el “da lo mismo”. Eran proactivos electoralmente. Sobrinos, hijas, hijastros, nietas, habían estado en algún momento manifestando en la Plaza Italia y ello marcaba una diferencia en su compromiso con el Apruebo. El camino para llegar a usar el lápiz azul estuvo lleno de sacrificios y generosidad juvenil. No es un chiste.
Voté expeditamente. El joven que votó antes de mí se demoraba, doblar las cédulas por primera vez no parecía simple. Las urnas tenían bastantes votos. Pregunté si eran jóvenes los votantes. Me respondieron ambiguamente. Salí del lugar de la votación y compré una empanada frita en el negocito de la esquina. La Av. San Pablo tenía más movimiento de peatones, ciclistas. Decidí pasar por otros lugares de votación. Al mediodía, las colas daban vuelta las manzanas. Caminé contento a mi casa, los santiaguinos confirmaban un traspaso generacional estimulados por unos luchadores sociales imparables. En esas filas donde primaban los menores de cuarenta no podía ganar el autoritarismo del rechazo. Me fui a disfrutar el almuerzo hogareño y esperar el resultado para salir a celebrar tomando todos los cuidados. Después de cruzar el centro de poniente a oriente pasando por Plaza Italia me hizo mucho sentido el whatsapp de un sobrino “lloré al votar porque voté por una causa y no…”
En esas filas donde primaban los menores de cuarenta no podía ganar el autoritarismo del rechazo.
Votar por una causa da una energía sin parangón. Nos ayudará a salir de la trampa neoconservadora de vivir en la ficción del peligro permanente; de sentirse amenazado de todo lo distinto a ellos, partiendo por la pinta, – por cierto, después de mirarse al espejo con benevolencia – de escucharlos vocear que cada cambio los deja al borde del abismo, sintiendo que más allá de ellos está el vacío. Esa psicopatía conservadora constriñe al país a una forma de vida vacua, paranoica, de la cual surge una visión autoritaria que durante periodos de nuestra historia ha cooptado a quienes se contagian de sus miedos. Ya sea porque viven las ilusiones económicas como si fueran propias o porque se desviven en la aceptación sumisa de un orden predestinado por creencias religiosas añejas, o visiones antropológicas raquíticas como las del “ser alfa” y otra sarta de locuras antisociales. A estas visiones respondieron las nuevas generaciones de manifestantes, el 2010, el 2019, y 2020.
Esa psicopatía conservadora constriñe al país a una forma de vida vacua, paranoica
A estas visiones respondieron las nuevas generaciones de manifestantes, el 2010, el 2019, y 2020.
El 25 de octubre fue una jornada especial trascendente. No debemos calificar de manera rimbombante el accionar político propio. No imitemos un estilo de gobierno hostigoso. Se inicia un proceso de debates y elecciones que modificaran la realidad política. Mucha gente quiere cambiar el paisaje audiovisual de la política. Durante el año vimos a los dueños de las televisiones cerrando las pantallas a nuevos liderazgos. Un dirigente conservador de asfixiante presencia televisiva dijo que los programas están llenos de panelistas diciendo intrascendencias. El origen de la lata es claro. Cansa escuchar frases hechas sobre políticas públicas o propuestas programáticas envasadas.
La alegría popular es enorme. Es otra dosis de esperanza para un pueblo más aguerrido con energía para rato, animado políticamente por la opción de elegir a los miembros de la CC y luchar por sus demandas disminuyendo los efectos de la recesión. Los menores de cuarenta tienen una carga simbólica importante en cuanto a su futuro por las demandas que impulsaron o hicieron suyas, y por el reconocimiento espontáneo de la sociedad a su rol detonante en las movilizaciones. Sin olvidar su crítica a las posturas más sumisas. Destaca mucho la vitalidad del feminismo chileno, sin pausa logra adeptos fortaleciendo posturas, sin gastar sus pilas cargadas en una lucha prolongada. La CC paritaria es un símbolo. Su potencia transversal de cambio es enorme. Estas energías están intactas. La política clientelista y creadora de elites se desgasta cediendo a formas más participativas y con límites de tiempo. No sin confusiones. No tener ideas y armar programas con piezas de distintos rompecabezas es una habilidad que está lejos de interpretar a quienes probaron que pueden votar por convicciones y no como meros consumidores de políticas y políticos. Podría estar naciendo un idealismo propio de estas épocas y estas generaciones.
Es limitado pensar en la nueva constitución como un marco de certezas jurídicas generales o como un programa de gobierno neoconservador como la actual. La constitución debe reflejar lo que sienten los chilenos, lo que han manifestado qué se debería hacer y respetar para mejorar el país y su convivencia. Aprovechemos la oportunidad para sincerar las dificultades y no taparlas para que las administren elites procedimentales sin mayor voluntad. El camino es el problema, la ventaja es la energía política acumulada. Esta no es eterna.
El camino es el problema, la ventaja es la energía política acumulada. Esta no es eterna.
Hacer mediciones de fuerzas para aislar a nuevos protagonistas es fatal. Si la exclusión no funcionó antes, por qué ahora cuando la diversidad es una virtud. Estamos en otro siglo. Estamos llamados a construir otra convivencia humanista, a terminar con las desconfianzas de nuestra historia, a dejar de lado la vendetta, signo de barbarie y brutalidad. La justicia debe actuar a tiempo para generar confianza. El orden no es una tarea policial y menos militar. Es un desafío para debatir en la constituyente. Necesitamos espíritus abiertos sin ganas de refugiarse entre sus conocidos y parientes abiertos a compartir libertades y derechos.
Si la exclusión no funcionó antes, por qué ahora cuando la diversidad es una virtud.
El orden no es una tarea policial y menos militar. Es un desafío para debatir en la constituyente.
Las elecciones presidenciales al ritmo que van serán maltratadas por los medios, los presidencialistas deberían refrenar sus ímpetus. Resulta evidente que cada agrupación postulará un candidato dada la dificultad para coincidir en una figura nueva o mujer, como podría ocurrir en las primarias abiertas a realizarse el 4 de Julio 2021 con la constituyente funcionando.