Al cumplir el hito simbólico de cien días en la Casa Blanca, el presidente Joe Biden debe estar haciendo bien las cosas y la mejor prueba de ello es que la derecha lo denuncia como un radical solapado, y la izquierda lo critica como un traidor en ciernes, y las encuestas le dan un índice saludable de aprobación ciudadana.
Desde que en los primeros cien días de su presidencia Franklin D. Roosevelt arremetió en 1933 con quince leyes que conformarían su New Deal para sacar a Estados Unidos de la Gran Depresión, la noción de que los primeros cien días de un gobierno son cruciales, determinantes, casi como que imperdibles ha devenido en un barómetro de los politólogos y un cliché de los periodistas.
En el país real y la circunstancia política de cada presidente, el plazo es insignificante. El sistema político de Estados Unidos está diseñado para limitar al Poder Ejecutivo y, aunque las campañas presidenciales son concursos de imágenes y supuesto “liderazgo”, el ganador tiene que atenerse al balance de votos en el Congreso.
Por varias décadas ya, nunca en el Congreso uno u otro de los únicos dos partidos ha alcanzado una mayoría abrumadora, y en la mayor parte de las legislaturas el presidente tiene mayoría en la Cámara de Representantes o en el Senado. Rara vez en ambas cámaras y ello por apenas dos años.
A mitad de camino en un mandato presidencial ocurren las elecciones legislativas en las cuales, consuetudinariamente, el ocupante de la Casa Blanca pierde y la oposición avanza. Las promesas generosas o controvertidas de la campaña se atenúan adecuándose a lo negociable en el Congreso o naufragan en la oposición.
Si hay, de veras, un significado mayor en algún “primer cien días” es el que transcurre después de las elecciones legislativas de medio término –las próximas en noviembre de 2022- cuando la ciudadanía emite su veredicto sobre lo que el presidente ya ha hecho, y le ensancha o encoge el respaldo en el Congreso.
El viernes pasado, Joe Biden cumplió su centenar de noches en la Casa Blanca y dos días antes presentó al Congreso su primer discurso anual en el cual se elogió por logros reales en materia de economía y combate a la pandemia, describió iniciativas multibillonarias, y señaló para Estados Unidos un papel global que ha estado ausente por cuatro años.
Lo hecho
El gobierno de Biden no inició la vacunación contra la covid-19. Ése fue un logro durante la gestión de su predecesor Donald Trump. Pero el demócrata prometió que para su centésimo día en la presidencia al menos 100 millones de personas habrían recibido la vacuna.
En el día 100, más de 143 millones de personas habían recibido al menos una dosis de vacuna, y 100 millones habían recibido ambas dosis. Han bajado los índices de propagación, hospitalización y muertes. Como resultado, el 64 % de los encuestados aprueba la gestión que el gobierno de Biden ha hecho de la pandemia.
La economía, con los esteroides de billones de dólares repartidos por el gobierno desde hace un año marcó un ritmo de crecimiento del 6,4 % en el primer trimestre. El desempleo, que hace un año saltó al 14,4 %, ha bajado al 6 %. El índice de confianza de los consumidores saltó en abril a su punto más alto en 14 meses y la inflación en los doce meses hasta marzo fue del 2,6 %, un aumento serio desde el 1,68 % registrado en el mes anterior, pero aún dentro de lo que la Reserva Federal considera conveniente y saludable.
Y, como resultado, la gestión de Biden tiene el apoyo del 57 % de la ciudadanía, esto es diez puntos por encima del índice de popularidad que Trump no superó en sus cuatro años de gestión.
El gobierno de Biden se las ha arreglado para manejar la llegada a la frontera de más de 20.000 menores de edad sin compañía de sus padres o madres, y ha resuelto que, después de dos décadas de gasto de armamentos y vidas es tiempo de irse de Afganistán, la guerra más prolongada en la historia del país.
Las promesas
En febrero, Biden obtuvo del Congreso, con su escasa mayoría demócrata, la aprobación de un paquete de alivio económico de 1,9 billones de dólares que incluyó 30.400 millones de dólares para la Administración Federal de Tránsito, 4.500 millones para el Programa de Asistencia Energética para Hogares de Bajos Ingresos; 77 millones para la Contraloría General; 50 millones para la Comisión de Protección del Consumidor; y hasta 12,8 millones adicionales para el presupuesto de la Casa Blanca.
En abril propuso el gasto de 2 billones de dólares para la creación de empleos y la infraestructura, y 1,8 billones de dólares en programas para ayudar a las familias de ingresos medios y bajos ingresos.
Desde la derecha, que incluye los trumpistas cerriles y lo que pasa por Partido Republicano, las críticas señalan a Biden como un político que habla despacio y se presenta como conciliador y moderado, pero es un extremista socializante que conduce a la nación a la ruina y el totalitarismo.
Desde la izquierda, la impaciencia no tiene frenos y las críticas apuntan al incumplimiento inmediato de las promesas de 2020 incluida la legalización de 11 millones de inmigrantes indocumentados, el aumento del sueldo mínimo nacional a 15 dólares la hora, y la condonación de la deuda estudiantil.
Un aspecto adicional en la presidencia de Biden, en sus primeros cien días, es el retorno a un sentido de papel global de Estados Unidos después del aislacionismo de Trump.
Biden ofreció la noción de que los estadounidenses tienen una tarea histórica: la defensa y vigorización de la democracia liberal en un mundo donde por más de dos décadas han medrado los demagogos y los autoritarios.