Los desafíos de Daniel Noboa en Ecuador

por La Nueva Mirada

Daniel Noboa cumplió el sueño que su padre- Álvaro- nunca vio realizado, pese a que lo intentó cinco veces. Fue elegido presidente del Ecuador, imponiéndose en segunda vuelta a la candidata del correísmo, Luisa González, con un 52 % de los votos. Pero ¿Quién es Daniel Noboa?. Básicamente un empresario. Pertenece a una de las familias más adineradas de su país. Nacido en Miami, estudió en la escuela de Negocios de la Universidad de Nueva York y tiene un diplomado en Harvard. Con escasa experiencia política y pese a su ligera autodefinición de centro izquierda, sus ideas lo ubican ciertamente en la derecha. Su buen desempeño en un crucial foro televisivo lo catapultaron como un candidato competitivo que, sorprendiendo a muchos, lo llevaron al triunfo en la reciente segunda vuelta a presidencia del país. 

Su mandato dura tan sólo 16 meses. El tiempo que restaba cumplir al presidente saliente, Guillermo Lazo quién, acosado por acusaciones de corrupción, debió acudir al mecanismo constitucional denominado “muerte cruzada”, que no tan sólo puso fin a su mandato, sino que también disolvió el parlamento.

Daniel Noboa no tiene tras de sí un bloque político capaz de sustentar su gestión gubernamental. La Acción Democrática Nacional, fundada por Noboa en el marco de la campaña presidencial, eligió tan solo 14 parlamentarios, en tanto que Revolución Ciudadana, el partido correista, alcanzó 52 asientos. El movimiento Construye, vinculado al asesinado candidato Fernando Villavicencio sumó 19 parlamentarios y el partido social cristiano alcanzó 18 asientos. Partidos o movimientos menores lograron representaciones entre dos y cinco parlamentarios.

A todas luces Noboa no cuenta con una mayoría parlamentaria para respaldar su gestión y es difícil imaginar cómo puede construirla sin algún tipo de acuerdo con el correísmo. Una tarea en la que Guillermo Laso fracasó rotundamente. Desde este punto de vista, es muy dudoso que las recientes elecciones hayan contribuido a resolver el problema de la gobernabilidad que arrastra el país. 

Los desafíos que enfrenta el nuevo mandatario ecuatoriano son muy grandes y el tiempo que tiene para asumirlos es muy corto. Sobre todo, pensando en una posible reelección en mayo de 2025. 

El correísmo está disminuido – como su líder, auto exiliado en Bélgica, buscando eludir la acción de la justicia – pero no muerto. Rafel Correa levantó la candidatura de Luisa González como el expediente para volver al país en gloria y majestad, sin descartar una posible postulación el año 2025. En sus cálculos, estaba la posibilidad real de que su candidata, que se impusiera en primera vuelta, pudiera ratificarlo en la segunda ronda. La irrupción de Noboa frustró esa expectativa, pero no la posibilidad de retornar al poder. Tras estas elecciones, su partido, revolución ciudadana es, de lejos, la primera fuerza política del país y bregará para alcanzar nuevamente el poder.

Necesariamente el nuevo gobernante deberá asumir decisiones no siempre populares y la mayoría duras, que pueden amagar sus posibilidades de reelección el 2025. En el terreno político, para garantizar gobernabilidad; en el plano económico, en medio de una crisis financiera y, sobre todo, en un complejo escenario marcado por la violencia y la amenaza del crimen organizado. Todo ello, sin olvidar los movimientos sociales y las reivindicaciones del movimiento indígena.

Un desafío mayor: La violencia y la amenaza del crimen organizado.

Un tiempo extremadamente corto para enfrentar problemas tan graves y acuciantes como la extrema violencia que sacude al país y la enorme amenaza del crimen organizado, instalado en buena parte de los territorios, capturando instituciones en base a sobornos de autoridades, policías y sectores de la inteligencia. En buena medida, estas actividades delictuales son dirigidas desde las propias cárceles ecuatorianas, en donde los líderes de la droga y el crimen organizado imponen sus propias reglas.

En muy pocos años, Ecuador ha experimentado un fuerte incremento de la violencia. El índice de asesinatos supera las 30 personas por cada 100.000 habitantes, bastante similar a lo que sucede en países centro americanos como Guatemala y Honduras. 

En la reciente campaña presidencial se asesinó a uno de los candidatos- Fernando Villavicencio. Seis sicarios fueron capturados y luego asesinados en prisión, sin que se lograra identificar a sus mandantes.

Ecuador tiene fronteras con Colombia y Perú, los dos principales países productores de drogas, además de la obvia cercanía con México y sus poderosos carteles, que han elegido a los puertos ecuatorianos como la puerta de salida para sus productos a EE. UU. y Europa. En verdad, los carteles de la droga, así como mafias internacionales que operan en América latina, han registrado notables avances para extender sus redes en la región. Un reciente despliegue de contingentes del narco tráfico en el norte de México, muestra el poder e impunidad con que operan estos carteles. Y aunque nadie pueda precisar con exactitud su grado de penetración en los diversos países de la región, ciertamente éste crece, extendiendo poder e influencia principalmente en aquellos con institucionalidades debilitadas, crisis políticas, pobres infraestructuras y escasos controles.

No son pocos los ecuatorianos que asumen que su país ha perdido la batalla en contra del narco tráfico y el crimen organizado, pese a los esfuerzos por modernizar y tecnificar sus puertos, proteger sus fronteras, modernizar el servicio de aduanas y retomar el control de las cárceles, que hacen parte de las promesas de campaña del presidente electo.

En verdad, son desafíos comunes para el conjunto de la región, que viven bajo amenaza creciente del narco tráfico y el crimen organizado, requiriendo de una respuesta conjunta y colaborativa de cooperación internacional. 

Además de la violencia y la amenaza del crimen organizado, Ecuador enfrenta una severa crisis económica, con un déficit de 5.000 millones de dólares y un clima de grave incertidumbre y temor por parte de los empresarios e inversionistas, muchos de los cuales deben pagar onerosos tributos a las organizaciones delictivas por “seguridad”. Un clima que se extiende al agro y demás actividades productivas.

En México se afirma que los carteles de la droga son los principales generadores de empleos. Sin temor a equivocarse, se puede afirmar que otro tanto sucede hoy en Ecuador y diversos países de la región.

Sin duda, no es una tarea fácil intentar reactivar la economía en un país marcado por la violencia y el crimen organizado.

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