Los fantasmas de Lam. Por Tomás Vio Alliende

por La Nueva Mirada

Mi primer acercamiento al pintor Wifredo Lam (1902 – 1982) fue en una galería de arte en Providencia, a principios de los 80. Exhibían una muestra de sus grabados y me llamó la atención el colorido y la forma de sus obras. Muy bien iluminadas, reflejaban espectros, seres de la noche, boca arriba y abajo, con unas alas extensas propias de Batman.

 No andaba muy lejos con mis asociaciones, tiempo más tarde pude leer en una biografía del artista nacido en Sagua La Grande, Cuba que, en 1907, a los cinco años, quedó profundamente impresionado con los aleteos de un murciélago que vio reflejados a contraluz en la muralla de su pieza. Fue su primer choque magnífico con la naturaleza, según él mismo contó tiempo después.

Hijo de padre chino y de una madre mestiza, descendiente de familias originarias de África y España, Lam viajó con su familia a la Habana donde estudió arte en la Academia de San Alejandro. Debido a su creciente talento, a los 21 años recibió una beca para ir a estudiar a Europa. Inicialmente se iba a quedar un tiempo corto en España, pero su estadía en ese país duró 14 años. Allí aprendió de los grandes maestros, se casó y tuvo descendencia. Lamentablemente su esposa y su hijo murieron en 1931 de tuberculosis. Desamparado y muy triste por la situación, Lam se refugió en sus amigos españoles y se unió a las fuerzas republicanas en contra de Franco. Para terminar con su tristeza, dibujó carteles antifascistas y se hizo cargo de una empresa de municiones. En esa época creó también un gran mural llamado “Guerra Civil”.

Desamparado y muy triste por la situación, Lam se refugió en sus amigos españoles y se unió a las fuerzas republicanas en contra de Franco.

En 1938 dejó España y se fue a París donde conoció a Picasso, quien de inmediato lo apadrinó y lo presentó como un “pariente” a sus amigos Miró, Matisse y Éluar, entre muchos otros. En ese ambiente, descubrió a los surrealistas y le ilustró a André Bretón su poema “Fata Morgana”, censurado por el gobierno de Vichy.  

Después de 20 años de viajes y ausencia, Lam regresó a su querida Cuba. Con ayuda de su hermana se acercó a los rituales afrocubanos, pintando centenares de telas, entre ellas “La Jungla”, obra que posteriormente presentó en el MóMA de Nueva York.

En 1946 se quedó cuatro meses viviendo en Haití. “La gente cree sin razón que mi obra tomó su forma definitiva en Haití. Mi estancia allá se extendió solamente, como el viaje que hice en Venezuela, en Colombia y en el Mato Grosso brasileño. Habría podido ser un buen pintor de la Escuela de París, pero me sentía como un caracol fuera de su concha. Lo que verdaderamente extendió mi pintura, fue la presencia de la poesía africana.”, dijo el artista sobre su estadía en el país caribeño.

A partir de 1964, Lam compartió su vida entre París y Albissola Mare, en Italia, dónde instaló un taller en su nueva casa. Se relacionó con numerosos escritores y artistas, y su obra fue celebrada en numerosas exposiciones y retrospectivas internacionales. En 1982 murió en París.

¿Surrealista o cubista? El estilo de Lam emerge más que nada de sus raíces africanas heredadas por parte de su madre. El resto parece ser solo una anécdota construida por sus viajes y el estudio de los clásicos europeos. Todavía tengo estampadas en la cabeza esas imágenes de animales y bestias de estructuras alargadas, de amplias alas cerradas y abiertas que vi en esa exposición de Providencia. Mal que mal, estoy seguro que el espíritu de Lam andaba rondando esa tarde por ahí, revoloteando entre los cuadros como un murciélago gigante, como el fantasma de una gran criatura que se desplaza por el mundo del arte sin temerle a nada.

Mal que mal, estoy seguro que el espíritu de Lam andaba rondando esa tarde por ahí

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1 comment

Cecilia Albala agosto 27, 2020 - 3:30 pm

¡¡Que maravilla leer un comentario de arte escrito con tal maestría!!!

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