La unidad electoral es un laborioso mecanismo de convenciones y emplazamientos para propósitos comunes de quienes se unen temporalmente tras un objetivo político. Tras ello hay quienes se empeñan en cuerpo y alma pasando a llevar convicciones y terminan errando el objetivo inicial. Algunos sostienen que eso es democracia, confundiéndola con los mecanismos que ella puede emplear para elegir postulantes a gobernantes, legisladores, y/ o concejales en cualquier lugar.
Con todo, estos mecanismos debieran coincidir en ser antiautoritarios. En impulsar elecciones periódicas, promoviendo el pluralismo, la libre información, tras un objetivo mayor que priorice la autonomía de los diferentes poderes del Estado y la subordinación del poder de las armas al de la democracia. En ese contexto las contradicciones de clases sociales, generacionales, étnicas, regionales, culturales y de nacionalidades encuentran el espacio de negociación para regular la convivencia.
La democracia contemporánea marca así distancia con las esencialmente elitistas que la fundaron en occidente. Las elecciones durante siglos han ido superando los límites censitarios que prohibían el voto a las mujeres, a los que no eran propietarios, a los jóvenes, a los esclavos, a los proletarios, a los diferentes, a los iletrados. Con todo, muestra sus limitaciones para disminuir las desigualdades, estimulando desconfianzas y desencantos.
La participación es un vector potente de las reformas reclamadas y pendientes para una representación que supere la plutocracia y el elitismo aún vigentes en el sistema democrático. El besamanos del electo con sus electores los convierte en rehenes de los sectores mas despolitizados, mas influidos por las visiones mercantilistas, transformando todo en una comedia de equivocaciones.
La participación es un vector potente de las reformas reclamadas y pendientes para una representación que supere la plutocracia y el elitismo aún vigentes en el sistema democrático.
Los parlamentarios no son bien vistos por quienes intentan influirlos, discutirles y aportarles. Así se termina alentando una clientela impolítica que demandan soluciones que dependen más de alcaldes que de legisladores. Esta comedia de equivocaciones obedece a una despolitización general, en la cual los políticos y los partidos son los principales responsables. Estos pasan gran tiempo ocupados en un calamitoso mecanismo electoral acentuando la desconfianza de la sociedad.
Esta comedia de equivocaciones obedece a una despolitización general, en la cual los políticos y los partidos son los principales responsables.
¿Dónde se discute de política entonces? Si no es con los parlamentarios ni con los gobernantes ¿con quién conversan del país, del mundo, de su trabajo y de los dirigentes que necesitan?
En Valparaíso un candidato ecologista, activista todo terreno y un exrector muy prestigiado, juntan votos suficientes para disputar la Gobernación a todos los conservadores de la región. El ecologista obtuvo más votos individuales y el académico podría quitarle votos a la centroderecha. Ambos obtuvieron su votación de los independientes nuevos (ex partidos) y jóvenes militantes en el independentismo de los partidos.
Las recientes primarias, paradojalmente desatendidas por el “mundo político” y calculadas para que no fallara el mecanismo, no impidieron percibir algunas señales. En Valparaíso un candidato ecologista, activista todo terreno y un exrector muy prestigiado, juntan votos suficientes para disputar la Gobernación a todos los conservadores de la región. El ecologista obtuvo más votos individuales y el académico podría quitarle votos a la centroderecha. Ambos obtuvieron su votación de los independientes nuevos (ex partidos) y jóvenes militantes en el independentismo de los partidos.
Los independientes de hoy no son los conservadores de ayer. No tiene sentido repetir como un mantra la necesidad de los partidos políticos, sin analizar la realidad sociológica y generacional del país, su crisis económica, la recesión pandémica y la movilización latente por demandas económicas y transformaciones políticas. No hay sorpresa posible, ni la policía uniformada que hoy es un poder autonomizado ha logrado confundir el sentido de las movilizaciones, que es una realidad en curso y por tanto en modificación.
No hay sorpresa posible, ni la policía uniformada que hoy es un poder autonomizado ha logrado confundir el sentido de las movilizaciones, que es una realidad en curso y por tanto en modificación.
Los independientes aumentan en importancia y número, con las manifestaciones y más aún con el Apruebo. Ellos expresan una voluntad de participación y distanciamiento con las figuras y partidos.
Este amplio sector emergente no es apolítico, lo que marca una diferencia con los antiguos independientes inclinados al gremialismo. Se sienten rechazados por los partidos y no quieren su reconocimiento, preservan el valor de su independencia, quieren disputar un espacio en las mismas condiciones de los partidos o modificando un mecanismo que tiende a formar una burocracia partidista que se fortalece con mecanismos electorales internos, donde las votaciones reemplazan a las deliberaciones. No hay debate que resista una máquina electoral y no hay máquina que fortalezca la democracia. El resultado es inverso, decrece el interés por militar de nuevas generaciones y se cansan antiguos militantes. La democracia actual todavía necesita partidos para renovar ideas y dirigentes. ¿Cómo ignorar cambios tan grandes en las comunicaciones, hábitos? Lo individual o en pequeños equipos es mas importante que hace una década. En este contexto los partidos políticos han limitado sus funciones más sociales y, en alguna medida, se han empresariados, mientras en la sociedad hay gente que hace política sin rituales partidarios y con obras mas temporales. Para alguno(a)s esa actividad mas esporádica, de mas intensidad y de menos costumbres, es una manera de entrar y salir de la política, de vivir desde otro lado el compromiso, la lucha, la organización. Puede ser que esto aquilate formas intensas de hacer política sin transformar en costumbre su quehacer más inerte.
Este amplio sector emergente no es apolítico, lo que marca una diferencia con los antiguos independientes inclinados al gremialismo.
No hay debate que resista una máquina electoral y no hay máquina que fortalezca la democracia.
Como se agruparán quienes quieren hacer política desde la autonomía es una incógnita. Será fecundo si esta energía logra tonificar a una mayoría exhausta de observar como los mecanismos electorales consumen las ideas y sepultan las estrategias. Una aspiración para cambiar el rumbo de un crecimiento frustrante para la mayoría de los habitantes de nuestro país