Escrito desde el país de la economía y el comercio, de los pobres y los campamentos. De los privilegiados y los excluidos. El país que fracasa en el manejo de la pandemia y la violencia. El país del pueblo ciudadano.
¿Quiénes son los jóvenes (varones y mujeres) de hoy?
Son los y las jóvenes que iniciaron la revolución social de octubre, participaron en una multitudinaria marcha pacífica, gatillaron un plebiscito constitucional y, que hoy se burlan y celebran las cuarentenas en medio de fiestas “privadas” y clandestinas, desafiando sin miedo a las autoridades. Son los que bailan apretados y sin mascarillas mirando el mar. Son los que delinquen y se sacan una selfi con armas en las redes, o fotos provocativas con poca ropa. Son amantes de los animales y la naturaleza. Se tatúan el cuerpo y organizan ayudas a las víctimas de una catástrofe. Son una torre de hormonas preocupados de sus cuerpos.
Son personas en desarrollo en medio de un proceso de humanización y personalización del cual son parte y creadores, desde el momento mismo de su procreación, hasta el misterio de la muerte y de lo que hay en el más allá.
Hoy se habla de la aparición inédita de una generación híbrida, entre el espíritu de las máquinas y el espíritu humano, en medio de una realidad y humanidades “aumentadas” digitales. Así uno podría hablar sobre un desarrollo mental y cerebral corporal “maquínico”. De una mente encarnada y “digitalizada” a la vez. De una subjetividad e identidad natural y digital a la vez.
Envueltos en un acontecer y devenir sociocultural e histórico temporal, viven una etapa crítica, llena de riquezas extraordinarias y fascinantes del desarrollo en forma evolutiva, filogenéticamente (de la especie) y onto genéticamente (del desarrollo personal), en medio de una familia y la comunidad. Los marcan profundamente la construcción de la identidad, de una conciencia ética-moral ciudadana, y de un mundo afectivo relacional y sexual, donde el otro (los otros) es (son) necesario(s) y parte imprescindible de la subjetivación, están entretejidas de manera indisoluble. Única forma de dotar y abrir libremente la realidad y posibilidades del mundo, dotándolo de significados y sentido, en un proyecto de vida finalmente libre, autónomo y adulto.
Por lo tanto, la forma o modo de ser de los y las jóvenes siempre preguntará con fuerza por la búsqueda del ser, del sentido respecto a la propia existencia, del mundo y el universo, de la vida, la realidad socio cultural, la familia, la sexualidad, sobre la corporalidad, la procreación y el sexo, lo placentero, las drogas y el alcohol, el amor, lo material y el dinero, el trabajo, la política, la naturaleza, la vida espiritual y lo sagrado.
La subjetivación reflexiva y crítica de experiencias y aprendizajes en esta etapa, está atravesada, permeada y moldeada por las instituciones socioculturales, como las familiares, educacionales, comunicacionales, artísticas, económicas, religiosas, ideológicas y políticas.
Idealistas, imprudentes, muchas veces irresponsables, amantes del riesgo, el placer, la novedad, los espectáculos y los conciertos. Aventureros, explorando su sexualidad, capaces de amar y odiar con pasión y delirio, creativos, impulsivos, idealistas y realistas, peleando hoy por la justicia y los cambios, individualistas, arrogantes, insatisfechos, críticos, rebeldes e insolentes, amantes de la ciencia y la técnica, de la aventura, de la música y la velocidad, y buscando experiencias extraordinarias a través del alcohol y las drogas. Fetichistas del cuerpo y del consumo en general, materialistas, “espiritualistas escépticos” (donde el amor y la bondad no necesitas de un dios, religión, o lo absoluto), religiosos a su manera, rechazando cualquier dogma. Fanáticos de los video juegos, las redes sociales como parte de ellas (nodos), y productores de contenido, (odian que se los llamen “nativos digitales”). Ecológicos, veganos, con tatuajes y piercings, deportistas, sin grandes ídolos, fanáticos de la creación y la participación. “Activistas-creativos”, solidarios, “inclusivos”, “multiculturales”, fascinados por el mundo oriental y Netflix y además, feministas. Descreídos y desconfiados, especialmente de los políticos y las autoridades.
Se saben generadores del presente y del futuro como partes de los grandes cambios, y ya han tomado conciencia de este poder en este mundo “líquido” de transformaciones en todo orden de cosas. Tiempo turbulento, pandémico, lleno de incertidumbres locales y globales, donde por todas partes se escucha el grito de los excluidos y “descartados”, acompañado de la violenta aparición de “los otros” en medio de una lucha por su dignidad menospreciada. Tiempo de una búsqueda nostálgica de fundamentos y de lo absoluto frente a la “dictadura del relativismo”.
Interesante es la propuesta sobre el papel pseudo religioso que juega la cultura en general y el consumo y las drogas referidos a una búsqueda de lo absoluto, después de la “muerte” de Dios y lo sagrado, proclamada por Nietzsche y muchos otros profetas de la post modernidad.
En esta etapa vital de profundas transformaciones, podrían hoy describirse además ciertas características que reflejan el espíritu de estos tiempos, situadas en el mundo como parte de realidades espirituales sociales y, ético valóricas.
Es posible percibir el despliegue de una sexualidad sólo material y placentera despojada de su revestimiento y naturaleza -sólo humana-, simbólica y espiritual. Destaca además la aparición de un modo de ser individualista y “narcisista”, donde desaparece el misterio del otro con su alteridad y necesaria dignidad. Más aun, lo anterior asociado a un desprecio del más débil, sufriente y vulnerable, junto a una admiración por los poderosos bajo la luz de la hegemonía económica actual. También se puede apreciar una desaparición progresiva del mundo simbólico y espiritual, privilegiándose lo material, y un desprecio por el valor primario de la vida desde la concepción hasta la muerte. Destacaría además el privilegio de la libre realización del deseo y placer, menospreciándose la ética del deber y del pensamiento crítico con sentido valórico.
La ética de la acogida y la responsabilidad primera por el otro, el prójimo, los más débiles y vulnerables, se disuelve en la desaparición del amor gratuito por el prójimo (“Yo soy el guardián de mi hermano” y “el primer responsable, por todos y ante todos”).
Por último, un desapego y desvalorización cada vez mayor a la importancia del bien común y la justicia social, legitimando la violencia y la corrupción como maneras de obtener lo que uno quiere. Se desarrolla lo que se ha descrito como “ceguera moral”, donde se despojan ámbitos importantes de la vida cotidiana y extraordinaria, de su naturaleza y discernimiento ético moral.
Ahora bien, en los sectores pobres y campamentos, donde impera la pobreza, la marginación y exclusión, la violencia, la muerte gratuita ( y a veces pagada) y el narcotráfico, los jóvenes desesperanzados y frustrados, ( a veces muy resentidos y enrabiados por las injusticias e inmensas brechas socio económicas), inmediatistas y presentistas, más impulsivos, en medio de familias desarticuladas donde la mujer lucha muchas veces sola por sacarlos adelante, los y las jóvenes, muchas veces optan por tratar de dotar de sentido a sus vidas, escapando del aburrimiento y dolor existencial, a través de conductas anómicas violentas, a veces anarquistas, ( o delinquiendo, integrando pandillas, o trabajando para los narcos), o comportamientos extremadamente placenteros ( como pueden ser el consumo de alcohol y drogas).
Los jóvenes, motores del cambio. Admirados, envidiados, y también odiados.
Nota: Los responsables y facilitadores de esta segunda ola creciente llena de muertes y contagios, no hay que buscarla sólo en los y las jóvenes y sus fiestas, sino en quienes estimularon y estimulan el consumo y la economía a destajo, negando los efectos sabidos que tendrían y tienen en la vida y muerte de miles de personas.