Por Juan Gabriel Valdés
La victoria de Joe Biden en las primarias de Michigan ayer parece consolidar su nominación como el candidato que el Partido Demócrata opondrá a Donald Trump en las elecciones de noviembre próximo. Biden y Bernie Sanders representan las dos alas del Partido y las primarias sugieren una tendencia a la conciliación más que a la confrontación. El objetivo principal es derrotar a Donald Trump.
El objetivo principal es derrotar a Donald Trump.
Es precisamente por esa razón que nunca ha sido más importante precisar qué se requiere para derrotar a Trump. No me refiero a esa especie de hípica electoral de mapas, distritos, estados en disputa, tendencias sectoriales y porcentajes de participación que provee diariamente la televisión americana, porque si bien las elecciones se ganan con votos, ellas se pierden cuando el candidato extravía el imaginario del electorado y, su persona, su discurso o su propuesta, resbalan sobre las pulsiones que se anidan en la sociedad. Entender estas últimas requiere en primer lugar comprender que significa Trump para los norteamericanos y en seguida definir que es aquello que en esta coyuntura histórica de polarización social y política los norteamericanos quieren cambiar. Biden debería liberarse, por lo tanto, de esa creencia tan popular en su partido como equivocada analíticamente, que se limita a definir la presidencia de Trump como ‘un error’, y considera que el antídoto adecuado es simplemente el “retorno a la normalidad”. Sanders debería cesar, por otra parte, de anunciar que lidera “una revolución socialista” porque sus reformas están muy lejos de serlo -, son a lo más un programa reformista que resulta moderado para un elector canadiense o danés- y no hay para qué regalar a Trump el beneficio del miedo.
si bien las elecciones se ganan con votos, ellas se pierden cuando el candidato extravía el imaginario del electorado y, su persona, su discurso o su propuesta, resbalan sobre las pulsiones que se anidan en la sociedad.
no hay para qué regalar a Trump el beneficio del miedo.
El primer y gran escollo es la propia personalidad de Trump. El Presidente no solo encaja con el modelo del “Presidente Imperial” –definido famosamente por Arthur Schlesinger como aquel que se arroga poderes mayores de los que autoriza la Constitución-, sino que es “Celebrity number One”, -el Gran Bufo del país, -un personaje de vértigo, del cual nadie puede parar de hablar. Es entretenido y mediático para sus partidarios y un psicópata mendaz para sus enemigos. Se dice de él que injuria todo lo que se le cruza por delante, que no tiene límites morales, que insulta y degrada a las instituciones, que desprecia y humilla públicamente a sus aliados y abraza con entusiasmo y sin pudor a líderes de países autoritarios. Y a sus partidarios parece no importarle un bledo. Como lo dijo el mismo, puede matar a alguien en la Quinta Avenida de Nueva York y no perder un solo voto, y hasta ahora, -o al menos hasta el ‘Corona Virus’-, parece tener razón. ¿Qué se necesita para vencer a quien ejerce tamaña fascinación sobre su auditorio?
Es entretenido y mediático para sus partidarios y un psicópata mendaz para sus enemigos.
¿Qué se necesita para vencer a quien ejerce tamaña fascinación sobre su auditorio?
Los demócratas parecen creer que es la decencia y la compasión. “Hemos avanzado un paso en restablecer la dignidad y la decencia en la Casa Blanca” dijo ayer Biden al celebrar su victoria. Es verdad que su dramática historia familiar le otorga una dignidad de la que Trump absolutamente carece y a eso se debe, probablemente, que el Presidente haya dedicado tanto esfuerzo en vincularlo con los -a lo menos imprudentes- negocios de su hijo de Ucrania. Sin embargo, el tema no es solo una cuestión personal. Se piensa que un Presidente Biden le devolvería a la Casa Blanca el sentido integrador que claramente ha perdido. La popularidad del ex Vicepresidente de Obama en el electorado afroamericano se ha confirmado durante las primarias lo mismo que su histórico arrastre en el mundo sindical y treinta y seis años como senador le permiten proyectar una imagen de un componedor, un unificador de un país y una institucionalidad profundamente divididos. Biden no es una sorpresa para nadie y no podría ser visto como un riesgo para la estabilidad ni de la economía ni de la sociedad. Es un político profesional sin más genialidad conocida que un gran encanto personal, un leve tartamudeo, una importante experiencia en política exterior y una vieja historia de dignidad y decencia, marcadas, sin embargo, como la de todo político, por errores no menores como su apoyo a la guerra de Irak y su insensibilidad ante el famoso caso de abuso sexual de un candidato a miembro de la Corte Suprema de los Estados Unidos.
Se piensa que un Presidente Biden le devolvería a la Casa Blanca el sentido integrador que claramente ha perdido.
Biden no es una sorpresa para nadie y no podría ser visto como un riesgo para la estabilidad ni de la economía ni de la sociedad.
¿Pero será eso lo que quieren los norteamericanos? Estudios recientes sobre la psicología de los seguidores de Trump subrayan la tendencia hacia la personalidad autoritaria y la indiferencia hacia el comportamiento moral del líder en personas que sufren un sentido profundo de amenaza en su entorno, algo que caracteriza a quienes sienten que los Estados Unidos no son ya más lo que fueron y que sus propias convicciones individuales han sido destruidas por la diversidad racial y sexual. Ese grupo que Hillary Clinton denominó “los deplorables”, caracterizado por su rencor contra la elite, su xenofobia, su sectarismo y repudio a la diversidad sexual y cultural, su fe en conspiraciones de todo tipo, y su repudio a la globalización, se ha visto fortalecido por el apoyo de los ricos a Trump. Hoy se hace evidente que entre los ejecutivos de las grandes empresas solo se manifiesta felicidad ante una reelección del Presidente. Como en otras épocas oscuras de la humanidad, los magnates optan por un liderato de ‘seguridad” que garantice el capitalismo sin regulaciones ni escrúpulos humanitarios, por más que este sea el de un populista que debilita las bases de la sociedad liberal y de la democracia.
Hoy se hace evidente que entre los ejecutivos de las grandes empresas solo se manifiesta felicidad ante una reelección del Presidente. Como en otras épocas oscuras de la humanidad, los magnates optan por un liderato de ‘seguridad” que garantice el capitalismo sin regulaciones ni escrúpulos humanitarios, por más que este sea el de un populista que debilita las bases de la sociedad liberal y de la democracia.
Aunque esto tiene un costo. El discurso del hombre de trabajo y de la América grande y poderosa no se ha cumplido. Trump ha procedido a “deconstruir el Estado administrativo” -la frase es de Steve Bannon- y a desmantelar las estructuras que permitían mantener un control democrático sobre el Ejecutivo instaladas tras Watergate, pero eso no ha revertido en un beneficio para el hombre de trabajo, sino para su propio poder. Y la desregulación capitalista ha eliminado políticas sociales y medidas de protección del medio ambiente, sin preocupación alguna por la desigualdad y la calidad de vida en ciudades escindidas y colapsadas.
Y la desregulación capitalista ha eliminado políticas sociales y medidas de protección del medio ambiente, sin preocupación alguna por la desigualdad y la calidad de vida en ciudades escindidas y colapsadas.
Eso es lo que ha conducido a una “izquierdización” de la respuesta demócrata, claramente demostrada en la ultima elección del Congreso y que hoy se refleja no solo en las propuestas de Bernie Sanders sino en el conjunto de plataformas de los candidatos “moderados” del partido durante las primarias, incluidas por cierto las de Joe Biden. La decencia está acompañada por reformas. Ha sido Sanders el que ha empujado el lote de candidatos hacia una mirada progresista de una economía que promueve los más altos niveles de desigualdad que los Estados Unidos han conocidos desde los inicios del siglo XX. ¿Cómo se explica que Biden proponga un incremento tributario de $3.4 trillones de dólares, durante la próxima década? Algo más del doble de lo que propuso Hillary Clinton en la campaña anterior, y que temas como el Obama Care -los programas de seguros universales de salud- o de gratuidad universitaria se hayan impuesto como parte de la plataforma de todos los candidatos demócratas Desde hoy, el resto de la campaña estará marcada por los esfuerzos por unir las fuerzas de la izquierda y el centro del Partido. Todo indica que debiera ser posible lograrlo. Como influirá en el proceso político el factor inesperado del Corona Virus es algo difícil de prever. Hasta ahora, parece amenazar no solo la estabilidad económica sino la propia capacidad de Trump de fijar la agenda, manipular las existentes o inventarse las propias. El recuerdo de la mortalidad humana que esta epidemia genera, llevará sin embargo a fijar, antes de lo previsto, las características y finalmente la persona de quien será el o la candidata a vicepresidente de Estados Unidos. Es una petición razonable a candidatos que están en los 77 años de edad.
Ha sido Sanders el que ha empujado el lote de candidatos hacia una mirada progresista de una economía que promueve los más altos niveles de desigualdad que los Estados Unidos han conocidos desde los inicios del siglo XX. ¿Cómo se explica que Biden proponga un incremento tributario de $3.4 trillones de dólares, durante la próxima década?
Como influirá en el proceso político el factor inesperado del Corona Virus es algo difícil de prever. Hasta ahora, parece amenazar no solo la estabilidad económica sino la propia capacidad de Trump de fijar la agenda, manipular las existentes o inventarse las propias.