Marozia y Vanossa. Las cortesanas y la era de la pornocracia en el papado. Por Cristina Wormull Chiorrini

por La Nueva Mirada

A Juan X lo siguieron dos papas completamente dominados por Marozia, hasta la llegada al trono papal de Juan XI, nada menos que el hijo de Marozia y Sergio III, con esto Marozia llegó a la cumbre de su poder.

La Iglesia Católica tiene una larga historia plena de glorias y también de miserias.  En tiempos que la lectura y la investigación son dos de las grandes distracciones cotidianas, he transitado más por los siglos pretéritos encontrando historias increíbles, curiosas, sabrosas y un tanto picantes.

Llegué sin escarbar mucho a la época que los historiadores han llamado El siglo de la pornocracia papal o el gobierno de las prostitutas.  Este fue un largo período de casi un siglo, en la centuria del novecientos en que las amantes de los papas tuvieron las riendas del poder y dirigieron de facto el papado. 

La pornocracia permitió que las y los amantes (hombres y mujeres) que la cúpula eclesiástica mantenía manejaran el poder a través de sus relaciones sexuales. Una de las más renombradas y poderosas de las cortesanas fue Marozia (892-955), también conocida como Mariozza o su madre Teodora la Joven con quien se inició esta era bajo el papado de Juan X.

Marozia o La papisa, como fue conocida, era hija del Papa Juan X y se casó tres veces, siendo la amante del papa Sergio III, madre del papa Juan XI, abuela política de Juan XII, bisabuela del libidinoso Juan XIII y tatarabuela del golfo Benedicto IX, el papa más joven en acceder al trono de Pedro, a los tempranos 20 años. Esta notable cortesana, de gran belleza, tuvo activa participación en el nombramiento de seis papas y en la muerte de aquellos que se opusieron a sus deseos. 

Se casó embarazada del Papa Sergio III cuando tenía apenas 17 años, pero ya era su amante desde cuando apenas se empinaba en los quince y él tenía 45.  Su madre Teodora le había enseñado las artes amatorias con la curiosa práctica de introducirla en su cama mientras ella mantenía relaciones con sus amantes, en un particular «menage a trois».  Teodora había sido amante del Papa Juan X, padre de Marozia y participó activamente en destituirlo y también en el asesinato de Anastasio III que solo logró gobernar dos años y fue sucedido por Landon I que no tenía interés en las cortesanas, pero si en los cortesanos jóvenes. Teodora murió en prisión, según se rumorea, envenenada por su propia hija Marozia.

El Papa Sergio III dirigió la Iglesia entre el año 904 y 911. Baroni y otros escritores eclesiásticos describen a este Papa como un monstruo. Un historiador decía de Sergio III que “por espacio de siete años este hombre ocupó la silla de San Pedro, mientras que su concubina (Marozia) imitando a Samíramis madre, reinaba en la corte con tanta pompa y lujuria, que traía a la mente los peores días del viejo Imperio romano”.

Luego se nombra papa a Juan XI (931-935), que era hijo de Marozia y todavía un adolescente. Desde su infancia estaba destinado a la carrera eclesiástica, a pesar de llevar una vida licenciosa y escandalosa sin espiritualidad alguna. Fue elegido papa en el año 931, pasando a ser, al igual que sus predecesores un títere en manos de su poderosa madre.

Marozia logró ser una de las mujeres más influyentes de su época y el poder que tuvo muy pocas mujeres lo han tenido. Hizo lo que realmente le apetecía en cada momento en Roma, poniendo y deponiendo Papas a su antojo, asesinando a cada uno de ellos cuando no le eran útiles. Todos, sin excepción eran títeres suyos, como así sucedió también cuando su padre vivía.

Como en aquellos tiempos la elección de los Papas se hacía por designación directa y no de manera colegiada, el papel que jugaba Marozia fue determinante y casi consigue que el papado se convirtiera en una monarquía hereditaria

La gran «cortesana» romana logró que su hijo fuera nombrado papa. con el nombre de Juan XI, aunque éste fue un violador en serie, además de gran organizador de burdeles masculinos que visitaba con frecuencia. Por la cama de este papa llegó a pasar su propia madre con quien mantuvo «una larga noche de lujuria y pasión incestuosa» .Poco después Alberico II, hijo de Marozia, encabezó una revuelta y los apresó mandando encarcelarlos en Sant’Angelo. Marosia permaneció en esa prisión hasta la muerte de Alberico, cuando fue trasladada a un convento en el cual falleció en el 955.

En las novelas históricas «El evangelio de Venus» de Alfonso S. Palomares y «Una mujer como tantos: Marozia emperatriz» de Alejandro Volnié, se puede ahondar en la historia de este personaje.  También en un minidocumental italiano titulado.»Marozia, l’amante dei papi» que dramatiza su vida.

Fue llamada ‘La magnifica Vannozza’ por la fortuna que a su muerte legó a la Iglesia

Casi quinientos años después, otra mujer ostentaría un gran poder en el papado.  Esta fue Giovanna dei Cattanei, conocida como Vannozza Cattanei (1424-1518), fue la principal de las muchas amantes del papa Alejandro VI. Su relación duró largo tiempo, prácticamente toda la vida, y fue la única mujer de la cual el papa Alejandro reconoció a sus hijos, dando origen al linaje de los famosos Borgia que hasta hoy tiene numerosos descendientes entre las monarquías europeas contemporáneas.

Su relación con el cardenal Rodrigo Borgia comenzó el año 1470, cuando éste aún no había ascendido al papado.  Vanossa se casó cuatro veces durante su vida y tuvo cuatro hijos con el papa:  César, Juan, Lucrecia y Jofré.  Con su último esposo tuvo otro hijo llamado Ottaviano. Esta mujer de gran inteligencia, seductora y muy bella fue en su madurez una empresaria de éxito. Sus vástagos y la enorme notoriedad de su amante han desviado el foco de su legado; pero su papel fue clave y determinante en la evolución de los Borgia, la familia que empujó a la Iglesia Católica hacia la modernidad y que influyó en el destino de la Europa de ese tiempo. Fue la única mujer –porque el valenciano tuvo más amantes– que el Papa Borgia amó toda su vida.

Después de su proclamación como papa, la pasión por Vannozza por parte de Rodrigo disminuyó, lo que obligó a su amante a tener una vida retirada, pero cómoda. El papa siguió manteniendo una relación amistosa con Vanozza y con sus hijos a los que favoreció o usó en sus propósitos políticos.

Lucrezia Borgia

En la segunda mitad del siglo XV Vannozza Cattanei llegó a ser una de las mujeres más respetadas y admiradas de Roma e, incluso llegó a ser musa de los artistas renacentistas: varios historiadores afirman que el rostro de La Piedad de Miguel Ángel Buonarroti es el de ella (fue esculpida para calmar el dolor de Alejandro VI por la pérdida de su hijo mayor, según dice Mario Sensi en la web del Vaticano). Su visión para los negocios la convirtió en lo que hoy llamaríamos un “fondo de inversión” de viviendas y hoteles; llegó a tener varias propiedades en alquiler en uno de los barrios más respetados de la milenaria ciudad.

Su primer hijo fue César que acabaría simbolizando como pocos el poder y la belleza en una misma persona. Hay consenso en que Nicolás Maquiavelo se inspiró en el primogénito de Vannozza Cattaneri para escribir El príncipe, obra de referencia sobre cómo ha de ser el ejercicio de la política. Era tan hermoso, dicen los cronistas, que hasta Leonardo da Vinci, que era protegido de César, utilizó su rostro para su famoso cristo en la obra Salvator Mundi.

Lucrecia fue la única hija y alcanzó una gran relevancia histórica. La niña de los Borgia, de enorme belleza y dotada de un enorme instinto de supervivencia, se casó con hombres fundamentales de ese tiempo, entre estos Alfonso de Aragón, príncipe de Salerno y duque de Bisceglie, y mantuvo una estrecha relación con su madre. Era, a decir verdad, lo que hoy diríamos el “ojo derecho” del Papa Borja.

Vannozza fue apodada ‘La magnifica’ por la fortuna que a su muerte legó a la Iglesia. Fue enterrada en la iglesia de Santa María del Popolo, donde reposaba su hijo Juan. Sin embargo, de los restos de ambos no se conserva nada, ya que, durante el Saqueo de Roma en 1527 por parte de los lansquenetes alemanes, la capilla fue expoliada y despojada de sus riquezas. Sólo se recuperó la lápida sepulcral, que se fijó en el pórtico de la iglesia de San Marco, frente al Campidoglio.

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2 comments

Rebeca mayo 17, 2021 - 6:22 pm

Excelente texto y mejores historias.
Gracias por la investigación y por la agilidad del relato.

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Carlos Antognazzi agosto 21, 2022 - 8:12 pm

Una historia literaria, sin dudas. Buen artículo.

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