Más poesía de Micaela Paredes

por La Nueva Mirada

Licenciada en Letras Hispánicas. Autora de poemarios Nocturnal; Ceremonia del Interior e Ítaca. Coeditora de revista de poesía América Invertida en Nueva York, donde cursa Máster de Escritura Creativa en NYU.

Cuerpo gongorino

Sostén de la ficción: templo sagrado,
cuya bella materia es frágil muro
de turbio tacto y falso claroscuro
que por divina mente fue creado.
Puerta cerrada hacia el lugar preciado,
tus dos ventanas crean lo seguro;
construyen la quimera del futuro,
círculo que al mortal mantiene atado.
Soberbio gesto de robar el oro
al sol que proyectado afuera gira;
hijo ignorante, ciego de belleza:
adentro se halla el ídolo incoloro
por el que tu memoria aún suspira
y acalla perpetuando la tristeza.

Del viento

Si las hojas son al viento
lo que el cuerpo a la palabra
¿cuál la madre del momento?
Que la carne hecha lamento
por amor en dos se abra:
como dos hojas que al viento
dan oficio al movimiento.
Hoy la sangre se consagra
a la madre del momento:
sin edad ni nacimiento
en el aire su voz labra
regalando hojas al viento.
Todo busca su elemento
en el tiempo y su macabra
negación de los momentos,
pero el único argumento
de la luz que nos conflagra
son las hojas vueltas viento:
padre y madre del momento.


Quizás la voluntad no sea sino
el cáncer del espíritu:
delirio alimentado erradamente
en nombre de los dioses.
Solo ellos supieron del destino.
A nosotros nos basten los momentos,
el sombrío regocijo de la carne
cuando entrega con amor su barro al barro.
Y nos baste la verdad de cada muerte,
esa extraña ternura que se esconde
detrás del golpe concedido
como sermón y fiesta.
Si cada nombre es eco de un olvido renovado
que nos baste la fragancia de la carne,
no su dueño,
el sonido y no la cuerda,
porque el hecho consumado es siempre anónimo.


Dios triste

Asoma antes del alba, empapado en tristeza
un silencio que sé familiar desde antiguo.
En esta orilla es primavera,
pero el dios que hoy me nace continúa
cayendo con las hojas de un tiempo
que no nos pertenece.
Un dios de otoño, un dios
sin ardor y sin canto
se me acerca con las manos
queriendo escuchar una plegaria
que restituya su nombre y le recuerde
su no lugar en el mundo,
su papel en el teatro de ser
en que yo soy la hecha a semejanza
y no al revés.

También te puede interesar

1 comment

Ana María Vieira mayo 11, 2022 - 4:16 am

Micaela Paredes, una revelación tu poesía, simplemente perfecta. Felicitaciones

Reply

Deja un comentario