La periodista y magíster en Letras por la Universidad Católica de Chile, Yael Zaliasnik, publicó en 2016 el notable libro “Memoria Inquieta” y va dejando una huella como indagadora rigurosa de nuestra historia reciente. Por lo mismo no sorprende la calidad de su más reciente obra “Memoriales vivos/Paisajes para no olvidar”, publicado por Ediciones Universidad Alberto Hurtado, con reveladoras fotografías realizadas por la misma autora, cumpliendo con un nuevo desafío más que vital en su inagotable búsqueda.
Quizás nada más revelador de este tránsito inquietante, conducido con una lucidez que no termina de sorprender en el redescubrimiento de paisajes marcados por el horror de sitios como Villa Grimaldi, Venda Sexy, La Moneda y el desierto de Atacama, que la misma referencia realizada por la autora en un fragmento del epílogo de su nuevo libro: Como las díadas escenificadas y expuestas en distintos paisajes en este texto, la luz y la sombra permean y caracterizan también estos lugares que han sido utilizados como escenarios reales de inmolación, torturas, detenciones/secuestros, fusilamientos, matanzas, pero también de actos posteriores que buscan “practicarlos”, recordando a quienes sufrieron allí siniestros vejámenes, no solo sus muertes y sufrimientos, sino también sus luchas, sus vidas, sus caracteres, sus ideales. La luz de la memoria y su transmisión, como un rito de paso para influir e intervenir en la sociedad de la cual son parte importante e insoslayable, “aprender a ser luz” (así se llama una performance del artista visual Antonio Kadima, quien camina por distintos lugares portando una maleta y ataviado con un traje cubierto de ampolletas encendidas/ El nombre proviene de un verso de “Canción para los días de vida”, de Luis Alberto Spinetta)