El registro de la noticia en nuestro país fue escaso en medio de una contingencia política policial que abruma con inmediatez reiterativa. Poco más que reproducir la síntesis con que el prestigiado jurado del Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández fundamentaba la entrega del reconocimiento a la joven escritora chilena, nacida en 1993, tras considerar las 1.035 obras presentadas al certamen en una resolución dado a conocer en Orihuela (este de España), ciudad natal del inmenso escritor español, una semana después del 82° aniversario de su temprana muerte (a casi idéntica edad de la premiada Micaela Paredes) en una cárcel de Alicante, un 28 de marzo en 1942. Un consejo de guerra lo había condenado a muerte en 1940. Y aunque el régimen franquista le conmutó la pena a cambio de 30 años de cárcel, las condiciones de su prisión fueron más implacables que un paredón de fusilamiento.
Más allá de cualquier simbolismo, la relevancia del galardón obtenido por Micaela Paredes merece una esencial referencia a la inmensa obra de Miguel Hernández y su vigencia traspasando fronteras. “No lo sé. Fue sin música. / Tus grandes ojos azules/ abiertos se quedaron bajo el vacío ignorante” escribió el poeta sevillano Vicente Aleixandre sobre el momento en que murió su amigo de Orihuela, tras breve pero suficiente existencia terrenal para transformarse en una de las voces más relevantes de la literatura hispana.
Fue en aquellos días aciagos cuando Miguel Hernández escribió el posteriormente tan emblemático Nana de las cebollas, que cierra su último poemario Cancionero y romancero de ausencias,inconcluso a causa de su muerte. Uno de los más amargos: “La cebolla es escarcha/ cerrada y pobre:/ escarcha de tus días/ y de mis noches/ Hambre y cebolla:/ hielo negro y escarcha/ grande y redonda”, escrito tras leer una carta de su mujer, Josefina Manresa, en la que relataba las condiciones de vida junto a su hijo recién nacido.
Esta breve contextualización del legado de la magna obra de Miguel Hernández no apunta sino a realzar el mérito de Micaela Paredes, premiada en aquellos lares Hernandianos, en el contexto de una celebración de tres meses, entre marzo y mayo, cuando la ciudad de Orihuela se viste de poesía y cultura en memoria de su poeta inmortal.
En pleno recorrido de la tercera década del nuevo siglo, con un presente marcado por desafíos inesperados para la humanidad tensionada por todos sus costados, la poesía no deja de clamar su espacio vital, aunque la soberbia de los grandes poderes la relegue y eluda brutalmente. Entonces adquiere mayor relevancia la creación de Micaela Paredes. Joven, pero con una obra contemporánea maciza que acumula trayectoria, marcando temprana huella.
El lector de estas líneas habrá registrado mi admiración por la creación poética de Micaela Paredes y es así desde hace años, cuando tuve la oportunidad de conocer su desafiante obra. Un privilegio que me obsequió el maestro de nuestras letras Pedro Lastra, genuinamente respetado en aquel diálogo fecundo y virtuoso que mantiene con Micaela. Ella reconoce esa presencia incidente en su creación, tal como ocurre con la del genio poético cubano Virgilio López Lemus, ambos transformados en referentes privilegiados en su transitar creativo que continúa traspasando fronteras.
El lector de la poesía de Micaela Paredes termina capturado por su diálogo riguroso y creativo con la realidad externa, donde lo oscuro puede transitar de la mano con la belleza de las cosas y de la propia palabra.
Al momento de fundamentar el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández, el jurado remarcó los méritos de la poeta, traductora y ensayista – Licenciada en Letras Hispánicas por la Universidad Católica de Chile y Máster en Escritura Creativa por la Universidad de Nueva York – por su poemario inédito Propétides, como “un canto al rol de la mujer en el mundo, que reivindica un lugar protagónico y una extensión identitaria que puede ser compartida por la sociedad”
Nos adelantan que Propétides está conformado por 43 poemas divididos en cuatro fragmentos, entre los que destacan una parte cultural y otra mítica pero muy relacionadas con la sensibilidad de la autora. “En ocasiones se muestra nostálgica y melancólica, pero en todo momento construye poemas coherentes y con argumentos vitalistas y esperanzadores”, dijo el presidente del jurado, Francisco Díez de Revenga, profesor en la Universidad de Murcia. Valoró asimismo la originalidad al ofrecer una visión revitalizadora de mitos grecolatinos que, además, trasmiten sentimientos, dentro de una obra integrada por poemas coherentes y esperanzadores y con una gran cohesión, de gran alcance lírico y de trabazón temática.
“Nos ha dado una gran satisfacción que la ganadora fuese una autora joven, novel y domiciliada en Valparaíso. Esto revela la universalidad extraordinaria de Miguel Hernández, que no está en discusión, y también del premio” subrayó Díez de Revenga.
Palabras doctas y contundentes que no hacen más que acentuar el apetito lector por la obra premiada.
Por ahora nos quedamos con la generosidad de Micaela Paredes, quien ha seleccionado a la distancia, desde España, los siguientes poemas presentes en sus libros “Nocturnal” y “Ceremonias de Interior”
De Nocturnal (2017)
En mis manos
I
A veces, cuando olvido estas dos manos
y en paréntesis del día
—tiempo hendido—
vuelvo a ellas, por azar,
y las miro,
las descubro tejiendo en el silencio
signos claros, transparentes
con un hilo
diferente al del tiempo, diferente
a la lúgubre luz que me limita
y sostiene el contorno de mi rostro.
Otra luz más liviana las envuelve;
las ocupa, se hace cuerpo en ellas,
brota.
¿Quién trabaja, aquí, en mis manos,
me suplanta y desovilla?
Lo que fue zurciendo el día
lo deshacen estas manos
que me miran y despojan
y rezuman una herida.
II
Como si por vez primera:
desnudos, limpios, vacíos,
los ojos abiertos, mudos,
al tacto del aire heridos.
Acuden mis palmas, velan
el mundo recién nacido.
Descanso en ellas y el rostro
se desmorona hecho río.
Pasión del colibrí
Y, sin embargo, en medio de la amarga
mansedumbre del día que aguarda coronado
de rodillas el tránsito a la noche,
algo estalla en el aire —¿cuerpo o luz? —
flota y bate alas finas anhelando la sangre,
el bálsamo secreto de la espina.
Con la fija paciencia de los astros
se camufla en la frente del día
en la actitud de quien ama y espera
inconfesadamente el milagro.
De Ceremonias de interior (2019)
Mapa de navegación
Tu mano susurra una forma,
un canto de anclaje inconcluso
cuando alcanza la punta
de la isla en que acabo
y comienzan las aguas
del espanto y la fiesta.
Ceremonias de interior
Hay algo permanente en la distancia
entre objeto y recuerdo, aquí o allá,
ayer, hoy y mañana.
Repetido y diferente en la memoria
todo queda circunscrito a ese lugar
en que un día nos fue dado amar al mundo.
Perduran sus imágenes: la angustia
del rito los domingos, las migajas del pan
y el desamor
que negamos una vez tras la ventana.
Cambiamos de ciudad, contamos sitios,
pero allí y solo allí fuimos y somos
para siempre condenados al abrazo,
al secreto de la luz que nos recuerda por las noches
nuestra ruina originaria.