Natalina (Lina) Cavalieri. El rostro más bello de la Belle Époque, eternizado en el siglo XXI. Por Cristina Wormull Chiorrini

por La Nueva Mirada

La Belle Epóque (La época bella), aquel período entre el término de la primera guerra mundial y el inicio de la segunda fue testigo del surgimiento de mujeres que, a su manera, marcaron una emancipación con cambios tan revolucionarias para esos tiempos como vestir pantalones o fumar. Entre ellas destacó Natalina Cavaliere, soprano y actriz, la mujer más bella del mundo.

Una onda de frío polar se deja caer sobre la ciudad mientras las hojas continúan cayendo sobre las veredas y al caminar se puede sentir su bello crujir al pisar la alfombra de variados ocres extendida bajo nuestros pies.  El mundo transita por el demencial camino de guerras, amenazas de hambrunas y cataclismos varios, producto del calentamiento acelerado que pocos parecen dispuestos a enfrentar.

Por eso me pareció alentador poner algo de belleza y ensueño a la crónica de esta semana y encontré a Natalina (Lina) Cavaliere, apodada la mujer más bella del mundo, una soprano italiana que nació a fines del siglo diecinueve para vivir y brillar durante la primera mitad del veinte.

Lina Cavalieri nació un 25 de diciembre como un gran obsequio de navidad para la humanidad, pero quedó huérfana a los 15 años siendo enviada a un orfanato católico desde el que, a poco andar se escapó con un grupo teatral de visita para comenzar a cantar en cafés y similares tomando clases de canto con A. Molfetta, un profesor que no tardó en dejarla embarazada del hijo que llegó a sus juveniles  17 años  (algunos dicen que fue hijo del príncipe ruso que murió de amor por ella, pero la verdad es que no fue así y este sería el único hijo de Lina, que mantuvo oculto gran parte de su vida).  Natalina pasó de cantar en los cafés y cabarets a compartir escenario con grandes cantantes de la época como el mismísimo Enrico Caruso en Estados Unidos. Tras triunfar en los Folies Bèrgeres de París consiguió un contrato con la Metropolitan Opera House de Nueva York. Allí interpretó Fedora, y la primera actuación de la Manon Lescaut de Puccini que se hizo en la ciudad neoyorkina, junto con Caruso como coprotagonista.

Cuando se habla de la vida amorosa de Lina, que fue larga e intensa, cuesta distinguir entre la verdad y la leyenda.  Algunos dicen que recibió más de ochocientas propuestas de matrimonio, pero lo comprobable es que se casó cuatro veces.  En muchos textos se dice que su primer marido fue el príncipe Alejandro Vladimirovich Bariatinsky, pero esto no fue efectivo.  Es cierto que el príncipe perdió la cabeza – como solemos decir- por Natalina, pero, aunque el príncipe deseaba casarse con ella, la etiqueta y la voluntad del Zar Nicolás II no se lo permitieron. Como despedida él le regaló un collar de esmeraldas tan largo que, a pesar de las tres vueltas alrededor de su cuello, todavía caía sobre su vientre. Para consolarse, Bariatinsky se casó con una noble rusa parecida a la Cavaliere, pero desesperado y sin poder olvidarla, se entregó al alcohol y murió a los cuarenta años, después de expresar la voluntad de ser enterrado en Florencia, la ciudad favorita de «su» Lina.

A pesar de sus modestos orígenes, tuvo el porte y los modales de la gran dama. Gabriele D’Annunzio le dedicó una copia de la novela Il piacere (1899), llamándola el mayor testimonio de Venus en la Tierra.

Muchas anécdotas se cuentan sobre Natalia, y quizás una de las más desquiciadas fue aquella de un duque siciliano (probablemente el duque de Carcaci), quien se ofreció a ser su conductor durante dos meses para estar cerca de ella, pero a poco andar desistió porque, como explicó en una carta, «es una locura esperar ser amado por usted, que no piensa y vive ahora solo para su arte«.

Su primer marido fue Robert Winthrop Chanler, un americano muy rico, miembro de las familias Astor y Dudley-Winthrop, al que conoció en 1907 durante las actuaciones de Fedora en el Metropolitan y con quien mantuvo un tempestuoso romance. Finalmente se casaron, pero se separaron apenas terminada la luna de miel ya que Chanler quiso apartarla de la actuación ofreciéndole la inmensa riqueza que poseía, pero Natalina terminó con él rápidamente por osar convertirla en esposa.  Pero no rehúso la gran cantidad de bienes, incluso tres palacios, que transmigraron, antes del divorcio, del patrimonio del americano a manos de la belleza.

Cavalieri tuvo tanto éxito en Nueva York que permaneció en cartel en la Ópera Metropolitana durante las dos siguientes temporadas, actuando otra vez con Caruso en 1907, en Manon Lescaut, de Puccini. Producto de ello y de su gran belleza, se convirtió en una de las estrellas más fotografiadas de su época.

…encarnaba el prototipo exacto de la belleza femenina de su época, una belleza que era onírica y capaz de subrayar el carácter de sus heroínas; además, su presencia escénica y su actuación eran notables y esto en la era del verismo representaba una carta decisiva.

Después del divorcio, Cavalieri regresó a Europa, donde se transformó en una estrella, idolatrada desde San Petersburgo (aquel de antes de la Revolución Rusa) pasando por Ucrania y Europa en general. En su repertorio figuraban   óperas tan conocidas como La bohème, La traviata, Fausto, Manon, Andrea Chénier, Thaïs, Los cuentos de Hoffmann Rigoletto, Mefistófeles Adriana Lecouvreur, Tosca, Herodías Carmen, Siberia, y Zazà. En su carrera fue acompañada por ilustres cantantes, destacando entre aquello(a)s Giuseppe Anselmi, Mary Garden Mattia Battistini, Titta Ruffo, Fiódor Chaliapin, Nikolay Figner, Antonio Scotti, Vanni Marcoux, Giovanni Zenatello, Tito Schipa, el ya mencionado Caruso y el tenor francés Lucien Muratore

Muratore fue su segundo marido y el que duró más tiempo junto a Lina.  Aunque cuando se conocieron él estaba casado con la soprano Marguerite Bériza, éste se divorció rápidamente para casarse con Lina.  Pero, Lina no era mujer para estar con un solo hombre y veinte años después se divorció para casarse con Giovanni Campari, miembro de la familia que inventó la famosa bebida del mismo nombre.  En la última década de su vida, la acompañó su cuarto y último marido, Arnaldo Pavoni, también conocido bajo el seudónimo de Paolo D’Arvani, un empresario y periodista que también fungía como su secretario.

Durante su matrimonio con Lucien Muratore se retiró parcialmente de la escena, y en vísperas de su cuadragésimo cumpleaños, con una belleza todavía espectacular, empezó a escribir una columna con consejos de belleza en la revista Femina y publicó un libro titulado “Mis Secretos de belleza” que todavía se puede encontrar reeditado.  Simultáneamente, instaló en París el Institut de Beauté donde promocionaba y vendía su propia línea de cosméticos a los que apeló Parfums Isabey París. Entre ellos, destacaba el perfume Mona Lina en homenaje a la Mona Lisa de Leonardo Da Vinci. Natalina siempre estuvo obsesionada por la belleza y fue una de las más fervientes seguidoras del tightlacing, un corsé que permitía lucir una figura similar a la de un reloj de arena.

Lina Cavalieri formó parte de ese elenco de estrellas femeninas que se ganó un espacio en el olimpo del panorama artístico de la Belle Époque. El retrato que le hizo Boldini junto con epítetos como el de “la mujer más bella del mundo” eran la confirmación de que la artista se convirtió en un mito, al igual que otras figuras como Cléo de Mérode.

Otro de los hitos de la trayectoria de Cavalieri fue convertirse en la primera cantante de ópera que saltó al cine mudo. Hizo versiones de óperas como Tosca y Fedora. También apareció en otras películas, como The rose of Granada (1916), The shadow of her past (1916) o The two brides (1919), «A Woman of Impulse» (donde Lina Cavalieri recibe a Raymond Bloomer, de rodillas, y a Robert Cain, en traje de fiesta), Manon Lescaut y The Eternal Temptress (1917) su última filmación.

En 1915 había regresado a su Italia natal donde filmó varias de estas películas, pero al comenzar la Primera Guerra Mundial, se trasladó a los Estados Unidos, donde lo hizo en otras cuatro películas mudas. Sus últimas tres, fueron producidas por su amigo, el director cinematográfico belga Edward José y desaparecieron sin dejar rastros.  

Los últimos diez años de su vida, Lina Cavalieri los vivió en Italia en una villa cerca de Rieti, en compañía de su hijo Alessandro (aquel que tuvo en su adolescencia) y del periodista, secretario y marido Paolo D’Arvani a quien dictó sus memorias. Cavalieri murió en su villa en Florencia, bajo un bombardeo aéreo aliado el 8 de febrero de 1944, tontamente, al demorarse en ir al refugio por rescatar sus joyas. Fue enterrada en la capilla familiar del cementerio Verano.

Se conservan pocas grabaciones de Lina Cavalieri, pero entre ellas se pueden encontrar La bohéme, Tosca, Manon Lescaut, Carmen, Mefistófeles y Fausto y la canción ¡Ah Mari! ¡Ah Mari!. También es posible encontrar grabaciones que hizo para Pathé, como Le reve passé y arias de Carmen y Herodías.

La bella actriz italiana, Gina Lollobrigida, exigió y logró encarnar en 1955, a Cavalieri en la película Beautiful dangerous más conocida como The World’s Most Beautiful Woman y ya durante este siglo, Paul Fryer y Olga Usova publicaron el libro titulado «Lina Cavalieri: The Life of Opera’s Greatest Beauty, 1874—1944.»

Cerrando esta historia no se puede ignorar al mayor fanático que tuvo Lina Cavalieri, el famoso diseñador Piero Fornasetti que creó una línea de piezas de cerámica (que se venden en las tiendas más caras del mundo y adornan los hogares de aquellos que pueden costearlas) con el rosto de Natalina Cavalieri.  Su obsesión se inició en 1952 cuando empezó a retratarla desde revistas y afiches antiguos y la terminó transformando en la estrella de más de 350 piezas diferentes, donde aparece como una ladrona, con una máscara dorada, como una princesa árabe, guiñando el ojo, como una ventana por mirada, entre muchas versiones producto de la imaginación de Fornasetti que la han convertido en la mujer de las mil caras. Obsesión que podemos encontrar repetida en la historia de otros famosos como Sandro Botticelli con Simonetta Vespucci, que aparece en muchos de sus lienzos, o en Andy Warhol y su adoración por Marilyn Monroe.

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2 comments

Carmen junio 2, 2022 - 3:29 pm

Que apasionante y bella historia, de la bella más bella, de la voz bella, de la época bella.
Gracias a Cristina Wormull por traerla a la Mirada Semanal tan documentada.

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Maria Nela Acuna junio 3, 2022 - 2:19 am

Una historia asombrosa de tan bella femme.Aprendiendo de ti.Gracias.

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