Nicaragua: El gobierno de Ortega no sobrevivirá al de Maduro

por La Nueva Mirada

¿Qué queda de Daniel Ortega, el joven estudiante que abandonó la universidad para unirse a la guerrilla sandinista, escalar posiciones, llegar a comandante y encabezar el primer gobierno revolucionario en Nicaragua? ¿Qué de la revolución sandinista que derrocó a Somoza? Prácticamente nada.

Desalojado del poder, Ortega se auto impuso volver en gloria y majestad para perpetuarse en él. Al precio que fuere, pagando cualquier costo y negociando con el diablo si fuese necesario.

Desalojado del poder, Ortega se auto impuso volver en gloria y majestad para perpetuarse en él. Al precio que fuere, pagando cualquier costo y negociando con el diablo si fuese necesario.

José Arnoldo Alemán no es el diablo pero bien pudiera ser un discípulo aventajado. El ex mandatario nicaragüense representa el más feo rostro de la derecha de su país. La que apoyó a Somoza. Uno de los ex presidentes más corruptos de Nicaragua, que no es poco decir. Fue precisamente con Alemán que Ortega suscribió un pacto político y económico, que repartió concesiones y seguros, fueros y prebendas para ambos bandos. El que allanaba al ex guerrillero  su retorno al poder y aseguraba  la impunidad a Arnoldo Alemán, al tiempo que le garantizaba al sector empresarial hacer buenos negocios, con un movimiento social controlado y sofocado por las huestes oficialistas.

Todo funcionó sin tropiezos durante un buen tiempo. Ortega se instaló nuevamente en el poder. Su esposa asumió la vicepresidencia, en tanto que los ministerios y altos cargos eran copados por familiares y amigos del mandatario. Para grandes empresarios y autoridades de gobierno, tiempo fecundo en lucrativos negocios.

José Arnoldo Alemán no es el diablo pero bien pudiera ser un discípulo aventajado. El ex mandatario nicaragüense representa el más feo rostro de la derecha de su país. La que apoyó a Somoza. Uno de los ex presidentes más corruptos de Nicaragua, que no es poco decir. Fue precisamente con Alemán que Ortega suscribió un pacto político y económico, que repartió concesiones y seguros, fueros y prebendas para ambos bandos. El que allanaba al ex guerrillero su retorno al poder y aseguraba  la impunidad a Arnoldo Alemán, al tiempo que le garantizaba al sector empresarial hacer buenos negocios, con un movimiento social controlado y sofocado por las huestes oficialistas.

En buena medida con el  apoyo de los petrodólares que Hugo Chávez distribuyó generosamente, ganando apoyo regional para formar la Alianza Bolivariana latinoamericana (ALBA), integrada por Venezuela, Cuba, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y algunos países caribeños.

Pero el escenario internacional cambió

Chávez murió y lo sucedió Nicolás Maduro, cuyo gobierno fue sumiendo a Venezuela en la más profunda y aguda crisis política, económica y social de la que ese país tenga recuerdo. Y obviamente la ayuda fue drásticamente disminuida.

En Ecuador, Rafael Correa fue sustituido por Lenin Moreno, que se ha esforzado por revertir el legado político de su antecesor, además del alineamiento internacional de ese país. Junto con desahuciar a Unasur, exigió la devolución del edificio que Correa aportó graciosamente para su funcionamiento, retiró la estatua de Néstor Kirchner, su primer y único Secretario Ejecutivo, y resolvió el ingreso de su país a la Alianza del Pacífico. Decisión que Correa rechazaba tajantemente como posibilidad.

Chávez murió y lo sucedió Nicolás Maduro, cuyo gobierno fue sumiendo a Venezuela en la más profunda y aguda crisis política, económica y social de la que ese país tenga recuerdo. Y obviamente la ayuda fue drásticamente disminuida.

Evo Morales enfrenta serias dificultades para lograr su cuarta reelección consecutiva, en medio de movilizaciones de protesta por ignorar su derrota en el referéndum constitucional y buscar un resquicio judicial para habilitarse como candidato. Al decir de las encuestas (no siempre fiables) Morales perdería en segunda ronda frente al ex mandatario Carlos Meza.

En Ecuador, Rafael Correa fue sustituido por Lenin Moreno, que se ha esforzado por revertir el legado político de su antecesor, además del alineamiento internacional de ese país.

Queda Cuba y su proceso revolucionario que sus, mayormente, octogenarios líderes buscan preservar y cuyo carácter fuera refrendado  en un reciente referéndum. Atrás han quedado los tiempos del deshielo con Estados Unidos iniciado por Obama. Donald Trump ha emprendido una verdadera cruzada en contra de la denominada “Troika Tiránica” integrada, según el agresivo e inescrupuloso mandatario norteamericano, por Cuba, Venezuela y Nicaragua, que se retroalimentarían entre sí. Junto con incrementar las sanciones económicas y la presión política en contra de Venezuela, sin descartar la intervención militar, Trump acentúa las presiones sobre los regímenes de Cuba y Nicaragua.

Evo Morales enfrenta serias dificultades para lograr su cuarta reelección consecutiva, en medio de movilizaciones de protesta por ignorar su derrota en el referéndum constitucional y buscar un resquicio judicial para habilitarse como candidato.

El triste legado del socialismo del siglo 21

No son buenos tiempos para el llamado socialismo del siglo 21 o los gobiernos de signo progresista en la región. La ola conservadora ha golpeado con fuerza a América Latina. Gobiernos de derecha han reemplazado a la mayoría de los progresistas en la región. Y en Brasil, la principal potencia  latinoamericana, llegó al poder el ultraderechista Jair Bolsonaro, que por estos días se encuentra en Estados Unidos buscando suscribir con el gobierno de Trump “una alianza por la libertad”, mientras Sebastián Piñera invita a los gobernantes de países que integran el llamado acuerdo de Lima para dar nacimiento a PROSUR, que sustituye a UNASUR, tras la “defensa de la democracia y los derechos humanos”. A lo cual Iván Duque, el mandatario colombiano, aliado de Piñera, ha añadido la defensa del libre mercado.

Atrás han quedado los tiempos del deshielo con Estados Unidos iniciado por Obama. Donald Trump ha emprendido una verdadera cruzada en contra de la denominada “Troika Tiránica” integrada, según el agresivo e inescrupuloso mandatario norteamericano, por Cuba, Venezuela y Nicaragua, que se retroalimentarían entre sí. Junto con incrementar las sanciones económicas y la presión política en contra de Venezuela, sin descartar la intervención militar, Trump acentúa las presiones sobre los regímenes de Cuba y Nicaragua.

Pero este sombrío panorama para las izquierdas y el progresismo latinoamericano (ciertamente su diversidad y contradicciones no permite englobarlos en una misma denominación), no explica la crisis venezolana o nicaragüense, el inmovilismo cubano,  tampoco las dificultades de Evo Morales o los cambios en Ecuador. La principal responsabilidad por esas crisis o parálisis en sus respectivos países es muy principalmente de sus líderes o conductores. Por errores no forzados, malas decisiones, concentración del poder, autoritarismo, represión, corrupción, violencia, violaciones a los derechos humanos y muchos otros etcéteras.

Daniel Ortega y su gobierno han devenido en un régimen nepotista,  autoritario, corrupto y represivo. El sector empresarial asumió que su alianza con Ortega dejó de ser funcional para sus negocios y hoy promueve su recambio. Lo más trascendente es que ha perdido el apoyo del pueblo, que se moviliza demandando democracia, justicia y libertad al costo de una brutal represión Hoy es un régimen desacreditado y aislado internacionalmente.

Y en Brasil, la principal potencia  latinoamericana, llegó al poder el ultraderechista Jair Bolsonaro, que por estos días se encuentra en Estados Unidos buscando suscribir con el gobierno de Trump “una alianza por la libertad”, mientras Sebastián Piñera invita a los gobernantes de países que integran el llamado acuerdo de Lima para dar nacimiento a PROSUR, que sustituye a UNASUR, tras la “defensa de la democracia y los derechos humanos”. A lo cual Iván Duque, el mandatario colombiano, aliado de Piñera, ha añadido la defensa del libre mercado.

El gobierno de Daniel Ortega no sobrevivirá a Nicolás Maduro. Al igual que el régimen venezolano, sus días parecen contados. Vanos son sus intentos de ganar tiempo en una mesa de diálogo en la que no está dispuesto a las mínimas condiciones para que ella prospere. En paralelo, continúa reprimiendo las manifestaciones que resurgen.  Más de 160 detenidos se registraron el pasado sábado 16 de marzo, haciendo cada vez más difícil la participación de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, que reúne a la oposición en la instancia de diálogo a la que Ortega recurrió como recurso extremo para detener las movilizaciones y ganar tiempo.

Daniel Ortega y su gobierno han devenido en un régimen nepotista,  autoritario, corrupto y represivo. El sector empresarial asumió que su alianza con Ortega dejó de ser funcional para sus negocios y hoy promueve su recambio. Lo más trascendente es que ha perdido el apoyo del pueblo, que se moviliza demandando democracia, justicia y libertad al costo de una brutal represión Hoy es un régimen desacreditado y aislado internacionalmente.

La OEA ha condicionado su participación como observadora en la mesa de diálogo a la liberación de los presos políticos, pero no parece una condición suficiente sino se garantiza la realización de elecciones anticipadas, al más breve plazo, con observadores internacionales que supervisen la corrección del proceso.

El fracaso de los mal llamados socialismos del siglo 21 ha dañado severamente al conjunto de los partidos y movimientos progresistas en la región, en su más amplia diversidad. Interesadamente las derechas buscan meter en un mismo saco las experiencias populistas latinoamericanas con corrientes social demócratas, social cristianas o progresistas en la región, que sí pueden exhibir importantes avances en materia social, política e incluso económica cuando llegaron al poder. Tal es el caso de Chile, Uruguay e incluso de Brasil, pese a los graves casos de corrupción que contribuyeron a su descrédito. Abiertas están las esperanzas en la gestión iniciada, con gran apoyo popular, por el mexicano Andrés Manuel López Obrador.

Maduro ni Ortega, tampoco la envejecida revolución cubana, representan  hoy en día ideales que el progresismo latinoamericano quisiera imitar. Un sector muy mayoritario de la izquierda latinoamericana ha definido a la democracia como el espacio y frontera creciente a profundizar con su acción política.

El gobierno de Daniel Ortega no sobrevivirá a Nicolás Maduro. Al igual que el régimen venezolano, sus días parecen contados. Vanos son sus intentos de ganar tiempo en una mesa de diálogo en la que no está dispuesto a las mínimas condiciones para que ella prospere. En paralelo, continúa reprimiendo las manifestaciones que resurgen.  Más de 160 detenidos se registraron el pasado sábado 16 de marzo, haciendo cada vez más difícil la participación de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, que reúne a la oposición en la instancia de diálogo a la que Ortega recurrió como recurso extremo para detener las movilizaciones y ganar tiempo.

Es el territorio donde están desafiados a renovar sus propuestas que conecten con las demandas ciudadanas, los ideales de libertad, justicia y progreso social, con irrestricto respeto a los derechos humanos. Sendero donde la probidad, igualdad de género y no discriminación, se suman como señas de identidad para un proyecto histórico. En ese sendero, obviamente, se marcan distancias con los llamados socialismos del siglo 21 que parecen haber entrado en una crisis terminal.

El fracaso de los mal llamados socialismos del siglo 21 ha dañado severamente al conjunto de los partidos y movimientos progresistas en la región, en su más amplia diversidad. Interesadamente las derechas buscan meter en un mismo saco las experiencias populistas latinoamericanas con corrientes social demócratas, social cristianas o progresistas en la región, que sí pueden exhibir importantes avances en materia social, política e incluso económica cuando llegaron al poder. Tal es el caso de Chile, Uruguay e incluso de Brasil, pese a los graves casos de corrupción que contribuyeron a su descrédito. Abiertas están las esperanzas y expectativas en la gestión iniciada, con gran apoyo popular, por el mexicano Andrés Manuel López Obrador.

Es más que lamentable y contradictorio que Donald Trump y su gobierno (con lo que representa como poder imperial e intervencionista) asuma el protagonismo en los esfuerzo por ponerle fin a estas cuestionadas experiencias socialistas en la región. Y que lo haga con la entusiasta colaboración de los países del llamado acuerdo de Lima, sumada a la pretensión de Jair Bolsonaro para asumir liderazgo como principal aliado de EE.UU. en un “pacto por la libertad”.

Es más que lamentable y contradictorio que Donald Trump y su gobierno (con lo que representa como poder imperial e intervencionista) asuma el protagonismo en los esfuerzo por ponerle fin a estas cuestionadas experiencias socialistas en la región. Y que lo haga con la entusiasta colaboración de los países del llamado acuerdo de Lima, sumada a la pretensión de Jair Bolsonaro para asumir liderazgo como principal aliado de EE.UU. en un “pacto por la libertad”.

Pero aquello no involucra una supuesta y forzada solidaridad de la izquierda latinoamericana con regímenes autoritarios, corruptos e ineficientes, que pretendan  eternizarse en el poder con el recurso de la fuerza y represión a sus pueblos.

Pero aquello no involucra una supuesta y forzada solidaridad de la izquierda latinoamericana con regímenes autoritarios, corruptos e ineficientes, que pretendan  eternizarse en el poder con el recurso de la fuerza y represión a sus pueblos.

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