Por Jaime
Gazmuri
Académico de la
Universidad de Talca
A finales de 2017 el Presidente de la Argentina, Mauricio Macri, anunciaba un escenario económico auspicioso para el año siguiente: la economía crecería en torno al 2%, la inflación se contendría – no superaría el 15% – y el dólar se mantendría estable en torno a 20 pesos. Desde el punto de vista político la coalición de Gobierno miraba las elecciones presidenciales de 2019 con confianza y optimismo, tenía al frente a un Peronismo fracturado, y a su principal liderazgo, el de Cristina Kirchner, acosado por un conjunto de denuncias de procesos de corrupción y aislado de un arco muy importante de figuras del Justicialismo, que incluía a varios importantes gobernadores provinciales y al ex candidato presidencial Sergio Massa.
A solo dos años, ese auspicioso pronóstico oficial se ha derrumbado estrepitosamente.
El sentido común de los analistas que circulan en la gran prensa nacional era que el objetivo declarado desde el inicio de la gestión de Macri -encabezar un Gobierno de derecha durante dos periodos consecutivos- estaba al alcance de la mano. De este modo, el macrismo finalmente rompería la tendencia reiterada desde la recuperación democrática: que los gobiernos no peronistas son un accidente histórico, luego de los cuales se vuelve al cauce natural de la política argentina. Un país destinado a ser gobernado por los herederos del General Perón ya sean de izquierda o derecha.
A solo dos años, ese auspicioso pronóstico oficial se ha derrumbado estrepitosamente. El resultado de las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) otorgaron un abrumador y sorprendente triunfo a la fórmula presidencial del Frente de Todos, integrada por Alberto Fernández y Cristina Kirchner como candidata a Vicepresidenta. Consiguieron un 47,66% de los votos frente al 32,09 de la fórmula de Cambiemos de Macri, y solo un 8,23% de Roberto Lavagna, un prestigioso economista que intentó infructuosamente romper la polarización instalada en la política argentina.
Dada la amplia participación ciudadana, que en la elección del pasado domingo alcanzó el 75% del electorado, constituyen un buen predictor del resultado, por lo menos, de la primera vuelta electoral.
Un resultado absolutamente imprevisto que desmintió los pronósticos de todas las encuestas de intención de voto. En el distrito electoral más importante del país -la Provincia de Buenos Aires- que incluye cerca del 40% del electorado, la diferencia del candidato del Frente de Todos fue incluso más amplia: un 17% superior al de la candidata oficialista.
Las PASO se han convertido en una suerte de ensayo general de las elecciones generales. Concebidas inicialmente como un mecanismo para que las principales coaliciones políticas resolvieran mediante primarias abiertas las contiendas entre sus diversos candidatos, de hecho, no han sido utilizadas para dicho objetivo. Los candidatos los definen directamente las coaliciones que compiten. Dada la amplia participación ciudadana, que en la elección del pasado domingo alcanzó el 75% del electorado, constituyen un buen predictor del resultado, por lo menos, de la primera vuelta electoral.
La aplastante derrota de Macri tiene, evidentemente, muchas causas.
Es por ello que todos los analistas dan por altamente probable la elección en Octubre de Alberto Fernández como Presidente de la Argentina. Si obtiene la misma votación que en las PASO sería elegido en la primera vuelta, para lo que se requiere el 45%. Lo que se comienza a discutir hoy día es si el Gobierno de Macri puede sostenerse hasta Diciembre, o deberá acortar su mandato como le sucedió a Raúl Alfonsín en 1989.
Pero la victoria de la dupla Fernández se debe también al acierto de la sorpresiva, y arriesgada, estrategia política y electoral de Cristina al renunciar a su indiscutida prioridad para encabezar la fórmula presidencial, designando a Alberto Fernández y reservándose para si el cargo de Vicepresidente.
La aplastante derrota de Macri tiene, evidentemente, muchas causas. Se ha señalado la situación económica como la principal. Efectivamente desde 2018 la situación no ha cesado de empeorar: inflación no controlada, recesión económica, 32% de la población bajo la línea de pobreza, y una situación fiscal crítica. El fuerte apoyo -económico y político- que el Fondo Monetario Internacional ha otorgado a Macri no ha sido suficiente para enfrentar la crisis y el Gobierno ha incumplido todos sus compromisos para estabilizar y reanimar la economía.
Particularmente importante fue el apoyo de Sergio Massa, que encabezará la lista de diputados nacionales, de quien Fernández fue Jefe de campaña en la última elección presidencial cuando enfrentó a Daniel Scioli, el candidato de Cristina.
Pero la victoria de la dupla Fernández se debe también al acierto de la sorpresiva, y arriesgada, estrategia política y electoral de Cristina al renunciar a su indiscutida prioridad para encabezar la fórmula presidencial, designando a Alberto Fernández y reservándose para si el cargo de Vicepresidente. La fórmula funcionó. El candidato capturó el sólido apoyo popular que Cristina ha mantenido incólume desde que dejó el poder, y sin duda aminoró el también sólido rechazo que despierta en sectores importantes de las clases medias. Pero tanto o más importante que ello es que fue un factor decisivo en la unificación de la inmensa mayoría del peronismo tras el Frente de Todos. Particularmente importante fue el apoyo de Sergio Massa, que encabezará la lista de diputados nacionales, de quien Fernández fue Jefe de campaña en la última elección presidencial cuando enfrentó a Daniel Scioli, el candidato de Cristina. Algo análogo ocurrió con varios otros Gobernadores. Sin la unidad del Justicialismo el triunfo no habría sido tan contundente, y esta no se habría logrado con Cristina encabezando la fórmula.
Alberto Fernández enfrenta inmensos desafíos. El primero es consolidar su amplia mayoría en la primera vuelta, y en la medida en que el gobierno lo permita, contribuir a la gobernabilidad en este periodo de transición.
La reacción del Presidente Macri frente a una derrota de magnitud inesperada ha sido desconcertante: los argentinos se han equivocado y “la alternativa kirchnerista no tiene credibilidad y confianza en el mundo. Eso es algo que debería hacer una autocrítica el kirchnerismo y resolverlo”. Ello en un momento en que el peso ha sufrido una fuerte devaluación y la bolsa una contracción significativa. En una situación política prácticamente irremontable existe el riesgo de que el Gobierne apueste a alguna suerte de “terror económico” en la perspectiva de intentar revertir su debacle electoral. De allí la preocupación generalizada por la gobernabilidad del país en los meses que median hasta la asunción del nuevo Gobierno.
El tono es distinto al confrontacional que ha caracterizado al kirchnerismo clásico.
Alberto Fernández enfrenta inmensos desafíos. El primero es consolidar su amplia mayoría en la primera vuelta, y en la medida en que el gobierno lo permita, contribuir a la gobernabilidad en este periodo de transición. Luego, si triunfa, enfrentar la aguda y prolongada crisis que Argentina no ha sabido superar. Es un político experimentado, con convicciones y con capacidad de diálogo y articulación. Su discurso en la campaña y después del triunfo ha sido insistente en el llamado a superar “la grietas” que caracterizan hoy día a la sociedad argentina. El tono es distinto al confrontacional que ha caracterizado al kirchnerismo clásico. Hay que convenir que Cristina, durante la campaña, ha transmitido en la misma frecuencia de onda. Con seguridad se abre un nuevo espacio de esperanza en la historia argentina.
En América Latina, los recientes resultados ya han tenido un impacto.
En América Latina, los recientes resultados ya han tenido un impacto. Por de pronto, desmienten el pronóstico de que las victorias de Piñera en Chile, de Duque en Colombia y Bolsonaro en Brasil, inauguraban un ciclo de predominio de la derecha en la región. De consolidarse, un gobierno progresista en un país de la importancia de la Argentina tendrá una evidente influencia en la política regional.
De consolidarse, un gobierno progresista en un país de la importancia de la Argentina tendrá una evidente influencia en la política regional.